Ejemplos con penteo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El coro de bacantes llega con Ágave a palacio, con la cabeza de Penteo.
El propio Dioniso, primo de Penteo, le atrajo al bosque, donde las ménades lo descuartizaron, siendo su cadáver mutilado por su propia madre, Ágave.
En la obra de Eurípides Las bacantes, la ménades tebanas asesinaban al rey Penteo tras prohibir éste la adoración de Dioniso, pues no reconocía su divinidad.
A medida que el dios se va retirando de su ser, comprende que se trata de su propio hijo, Penteo, al que ella y las demás Bacantes han despedazado en una orgía de sangre.
Debido a esto, Penteo las encarceló, pero sus cadenas cayeron y las puertas de la cárcel se abrieron para ellas.
Dioniso causó que la madre de Penteo y sus tías, Ino y Autónoe, se precipitaran al monte Citerón en un frenesí báquico.
Penteo prohibió el culto de Dioniso, el hijo de su tía Semele, y no permitió que las mujeres de Cadmea participaran en sus ritos.
Cadmo abdicó en favor de Penteo a causa de su avanzada edad.
En la mitología griega, Penteo era un rey de Tebas, hijo del más fuerte de los Espartos, Equión, y de Ágave, hija de Cadmo, el fundador de Tebas, y de la diosa Harmonía.
Cuando las mujeres vieron a Penteo, lo descuartizaron como habían hecho antes en la obra con una manada de ganado.
Penteo fue vuelto loco lentamente por el convincente Dioniso, y atraído a los bosques del monte Citerón para ver a las Ménades, las adoradoras de Dioniso que a menudo experimentaban el éxtasis divino.
Dioniso quería vengarse de las mujeres de Tebas, sus tías Ágave, Ino y Autónoe y su primo Penteo, por negar su divinidad y por tanto no adorarle.
En la obra, Dioniso vuelve a su lugar de nacimiento, Tebas, gobernado por su primo, Penteo.
Tras refugiarse en Hiria llegaron a Tebas, donde fueron reconocidos como ciudadanos gracias a su amistad con Penteo.
Tras escuchar a Cadmo, Ágave entra en razón y comprende el crimen que ha cometido a causa de que ella, como Penteo, no reconocían a Dioniso como dios.
Penteo cayó al suelo y pidió a su madre Ágave que lo reconociese y no lo matase, pero estaba poseída por Dioniso y ella y el resto de las bacantes, mataron y descuartizaron al rey.
Un mensajero relata la muerte de Penteo: Dioniso había alzado al rey para que éste subiera a las ramas de un abeto para observar a las bacantes.
Penteo siente ahora curiosidad por ver con sus propios ojos el comportamiento de las bacantes y Dioniso le indica que para poder hacerlo sin peligro deberá ponerse ropas de mujer.
El mensajero insta a su rey a que, en vista de tales prodigios, se apresure a reconocer a Dioniso como dios, pero Penteo no cede y prepara su ejército para matar a las bacantes, sin embargo vacila ante la posibilidad de que las bacantes sigan realizando prodigios y hagan huir al ejército.
Explica a las bacantes lo que sucedió: había sido atado junto a un toro y en ese momento el dios fue el que provocó un terremoto que hizo temblar el palacio hasta dejarlo en estado de ruina, prendió el fuego al sepulcro de su madre y creó un fantasma que Penteo intentó matar con la equivocada idea de que era el prisionero.
Penteo le dice que será castigado, le cortarán el pelo, le requisará un tirso que lleva consigo y será llevado a prisión.
Penteo no atiende a las razones de ambos y apremia a sus sirvientes para que capturen al extranjero que va difundiendo el culto a Dioniso.
Penteo llega explicando cómo las mujeres de Tebas han participado en esos ritos y tras beber vino se han entregado a la lujuria, por lo que ha ordenado apresarlas, así como a un extranjero que es el que está difundiendo la creencia de que Dioniso es un dios.
El rey Penteo, nieto de Cadmo, tampoco le ofrece libaciones.
Grande fue con esto la algazara de los Partos, su alegría y su júbilo, y habiendo hecho los sirvientes tomar asiento a Silaces, de orden del rey, Jasón dio las ropas y ornato de Penteo a uno de los del coro, y tomando él la cabeza de Craso en la mano se puso a hacer el bacante, y recitó con entusiasmo y con canto aquellos versos: Del monte a nuestro techo esta dichosa caza traemos ahora mismo de flecha traspasada.
Llegadas al sitio en que los ministros acostumbraban hacer tales ejecuciones, primero dieron muerte a los niños a vista de Cratesiclea, y después a ésta misma, que en medio de tanta aflicción no pronunció más palabras que éstas: “¡Hijos míos, a dónde habéis venido!” La mujer de Penteo se ciñó el manto, y siendo alta y de fuerza, callando y con reposo prestó su asistencia a cada una de las que murieron, y cubrió sus cadáveres en la forma que pudo.
Quiso, pues, embarcarse desde el principio con Penteo, pero sus padres no la dejaron, teniéndola guardada por fuerza bajo llave, mas, al cabo de poco, habiendo podido proporcionarse un caballo y algún dinero, se escapó de noche, y sin detenerse caminó hasta Ténaro, y allí se embarcó en una nave que se dirigía a Egipto, conducida a la compañía de su marido, vivió con él en tierra extraña alegre y contenta.
Era una de éstas la mujer de Penteo, de hermosa y agraciada persona.
Yacían todos por el suelo, y Penteo fue de uno en uno tentando con la espada, no fuera que alguno quedara vivo, y haciendo por fin con Cleómenes la prueba de punzarle en un pie, como observase en su rostro algún movimiento, le besó, se sentó a su lado, y, cuando ya expiró, abrazó su cadáver, y en esta actitud se quitó a sí mismo la vida.
Hipotas fue el primero que se hizo traspasar por uno de los más jóvenes, y en seguida cada uno de los demás se atravesó a sí mismo con su espada con la mayor serenidad e intrepidez, a excepción de Penteo, que había sido el primero que entró en Megalópolis cuando fue tomada.

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