Ejemplos con panzudas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los laterales tienen panzudas tribunas con sus celosías.
El techo de cal, reblandecido en húmedas manchas, dejaba filtrar al aposento las gotas de la lluvia, recogidas en el suelo sobre algunos cacharros sin nombre ni forma, ollas extrañas y panzudas de centenaria fecha.
Doce columnas algo panzudas, de mármol avellanado de la isla, sostenían los arcos de piedra cortada en piezas, sin revestimiento alguno, encima de los cuales extendíase el techo de vigas negras.
Entre las azuladas piedrecitas veíanse fragmentos de barro cocido: pedazos de asas, superficies cóncavas de alfarería, con vestigios de remotos adornos que tal vez habían pertenecido a panzudas vasijas, pequeñas esferas irregulares de tierra gris, en las que parecía adivinarse, a través de las roeduras del agua salitrosa, rostros informes, fisonomías crispadas por el paso de los siglos.
Era como una de esas arañas panzudas que están en su agujero, pero que, cuando sienten la tela que se mueve, salen en seguida a devorar la presa.
Hay un tinajero para el aceite con veinte panzudas tinajas, cubiertas con tapaderas de pino, enjalbegadas de ceniza.
En estos rincones pacían algunos rebaños de ovejas panzudas, de largas lanas, dando con sus esquilas una nota de calma pastoril a aquel paisaje desolado que parecía recién surgido de una catástrofe geológica.
Junto a la rampa de bajada estaban los animales de desecho: asnos sin orejas, de pelo sucio y asquerosas pústulas, caballos tristes, cuyo pellejo parecía agujerearse con lo anguloso de la descarnada osamenta, mulas cegatas, con cuello de cigüeña, toda la miseria del mercado, los náufragos del trabajo, que, con el cuero rayado a palos, el estómago contraído y las excoriaciones inflamadas por las moscas verdosas y panzudas, esperaban la llegada del contratista de las corridas de toros o del mendigo, que aún sabrían utilizarlos.
Aquella Arcadia la veía don Álvaro con ojos acariciadores, en aquella casa tenía el teatro de sus mejores triunfos, cada mueble le contaba una historia en íntimo secreto, en la seriedad de las sillas panzudas y de los sillones solemnes con sus brazos e ídolos orientales, encontraba una garantía del eterno silencio que les recomendaba.
Los muebles forrados de damasco amarillo, barnizados de blanco también, de un lujo anticuado, bonachón y simpático, reían a carcajadas, con sus contorsiones de madera retorcida, ora en curvas panzudas, ora en columnas salomónicas.
El inteligente Millán tampoco había olvidado poner sobre la mesa dos panzudas botellas de rico.

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