Ejemplos con pañolito

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Vestía traje de fiesta en todo tiempo: sus pantalones eran de terciopelo azul, la faja y el lazo que le servía de corbata de encendido rojo, y por encima de esta última prenda ostentaba un pañolito femenil arrollado al cuello, con la bordada punta por delante.
Una zagalita de trece a catorce años de puro perfil virginal y el moño de la cabeza apretado por un pañolito azul al estilo del país se acercó a Reynoso y apoyó el brazo en su hombro con encantadora familiaridad.
Hombres con boina, mozas con el pañolito atado tras del moño, una marea de viajeros de diversa catadura y condición social, se empujaba, se codeaba y bullía en la ancha estación.
Sacó Lucía del bolsillo un pañolito de seda, con esmero doblado, lo extendió delicadamente sobre el cojín, y se tendió reclinando la cabeza en donde el pañuelo impedía el roce con el paño sobado del forro.
Sirviéronle el agua, y sin dar tiempo a que se disolviese el bolado, la bebió a sorbetones, de prisa, sacudió los mojados dedos, limpiándose después con su pañolito.
Y que está usted guapísima con ese pañolito, ya, ya.
Parece que lo ha llevado toda la vida ¿Te acuerdas del pañolito por la cabeza con el pico arriba y la lazada? ¡Quién lo diría! ¡Qué transiciones! Lo que te digo Las que tienen genio, aprenden en un abrir y cerrar de ojos.
antiguos sostienen a veces una flor, y a veces un pañolito de.
Abriendo, al decir estas palabras, un poco el pañolito de seda, que tenía sobre el pecho, metió la mano Rosita y sacó un escapulario de la Virgen del Carmen que llevaba pendiente y oculto en aquel sitio.
-Pero es que le quiero yo -afirmó rotunda, y con gesto rápido alzó el tul que velaba de azul el rostro peregrino, y nerviosa enjugó con el pañolito de encajes una lágrima más imaginaria que real.
Como el soldado que oye el toque del clarín, el doctoral saltó de la cama, y, apenas cubiertos los paños menores con otros mayores, salió a la antesala, enfrentándose con la mujer, la cual chorreaba agua, pues tenía pegado a los hombros el mantoncillo negro y a la cabeza el pañolito de algodón.
Lo primero que me chocó en aquella que denominaré mujer fue su elevadísima talla y la anchura de sus descarnados hombros, luego, la redondez y fijeza de sus marchitos ojos de búho, la enormidad de su saliente nariz y la gran mella central de su dentadura, que convertía su boca en una especie de oscuro agujero, y, por último, su traje de mozuela del Avapiés, el pañolito nuevo de algodón que llevaba a la cabeza, atado debajo de la barba, y un diminuto abanico abierto que tenía en la mano, y con el cual se cubría, afectando pudor, el centro del talle.
Ese pañolito de crespón rojo junto a ese cuello tan blanco.

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