Ejemplos con pájaro

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se abría la cajita de plata y aparecía, apretado contra el paño de tinta morada, como un pájaro en su nido.
Oye, a la noche, los niños, tú y yo bajaremos el pájaro muerto al jardín.
A la primavera, Platero, hemos de ver al pájaro salir del corazón de una rosa blanca.
Un día ,- pasar por la calle ,- no estar ,- cantar ,- un pájaro en el umbral.
No te hacía yo pájaro de tan alto vuelo, Simóndijo don Justo con sorna.
Pero la patrona ella no come, o come como un pequeño pájaro, y ella cree que todos los otros no habemos necesidad de comer como ello hace falta.
Belarmino cortó al pájaro las guías de las alas y lo metió en el fondo de un barril oscuro.
vale tanto como pesimismo, y viene de cuervo, pájaro sombrío y de mal agüero.
Si esto continúa, no me extrañará ver a este pájaro y a otros tan tunantes como él jugando a la rayuela en el crucero ¡Dios me perdone!.
Pero aquella vida sosegada y sin emociones, y el cuidado continuo de su hermano, alimentándolo casi a la fuerza a todas horas, como a un pájaro, había puesto un puntal a su salud ruinosa.
¿Dónde había visto a aquel pájaro raro? Gabriel notó su esfuerzo por concentrar la memoria, y evitó el ser examinado, volviéndose de espaldas para mirar con falsa atención un retablo colocado en una pilastra.
Era la vega entera abrazando el cuerpo de aquel niño que tantas veces había visto saltar por sus senderos como un pájaro, extendiendo sobre su frío cuerpo una oleada de perfumes y colores.
Los agresores huían, se desbandaban, y arrepentidos de su hazaña al verse solos, pensaban aterrados, con el fácil cambio de impresiones de la infancia, en aquel pájaro que lo sabía todo y en lo que les guardaba don Joaquín para et día siguiente.
Yo tengo un pájaro que todo me lo comunica, y si mañana sé algo malo, andará la caña suelta como un demonio.
En fin, que era un pájaro gordo venido a menos.
Aún sonaban en sus oídos las palabras del maestro: la amenaza del maldito pájaro que todo lo veía y todo lo contaba.
Mientras llevase pendiente del brazo el magnífico pájaro de dos voces , como él llamaba a su escopeta, podía marchar con tranquilidad por toda la huerta.
Cantaba alegre como un pájaro, mientras iba sacando la ropa del arca y la colocaba sobre su lecho, aún caliente y con las huellas de su cuerpo.
David, con corona de latón, barba de crin y el floreado manto barriendo los adoquines, avanzaba pulsando los bramantes de su arpa de madera, Noé, encorvado como un arco, apoyado convulsivamente en su bastoncillo, enseñaba el palomo que llevaba en su diestra a aquella muchedumbre que reía locamente ante esta caricatura de la vejez, detrás venía Josué, un mozo de cordel vestido de centurión romano, apuntando con una espada enmohecida a un sol de hoja de lata y caminando a grandes zancadas como un pájaro raro, y cerraban el desfile las heroínas bíblicas, las mujeres fuertes del Antiguo Testamento, que salvaban al pueblo de Dios cortando cabezas o perforando sienes con un clavo, representadas todas ellas por mancebos barbilampiños, embadurnadas las mejillas con albayalde y bermellón y vestidos con trajes de odaliscas.
Tío por aquí, tío por allá, la una le quitaba el sombrero, la otra tomaba su bastón, y las dos tiraban a un tiempo de su paleto, sonriendo ligeramente al ver el chaqué, que quedaba al descubierto, y que con sus cortos faldones dábale el aspecto de un pájaro desplumado.
Esto de que le mirasen como un pájaro raro no estaba en su carácter, pero tenía miedo a Manolita y a los iracundos pellizcos con que acogía sus desobediencias.
Arriba, la fachada de piedra lisa, amarillenta, carcomida, con un retablo de gastada es cultura, dos portadas vulgares, una fila de ventanas bajo el alero, santos berroqueños al nivel de los tejados, y como final, el campanil triangular con sus tres balconcillos, su reloj descolorido y descompuesto, rematado todo por la fina pirámide, a cuyo extremo, a guisa de veleta y posado sobre una esfera, gira pesadamente el pájaro fabuloso, el popular con su cola de abanico.
Los curiosos, enardecidos por el tiroteo, seguían con mirada ansiosa al pájaro que lograba escapar, interesábanse en las terribles disputas de los cazadores, reclamando todos la misma pieza, no se fijaban en la lluvia de perdigones fríos que caían en torno de ellos, y si por casualidad se perdía un ojo o se sentía escozor en el cuerpo ¿qué iban a hacer? esto entraba en la diversión.
Ni el pájaro a quien destruyen su nido, ni el hombre a quien arrojan de la morada en que nació, ponen cara más afligida que la que él ponía viendo caer entre nubes de polvo los pedazos de cascote.

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