Ejemplos con obsesionaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

A medida que sus dificultades iban en aumento, Nikolaev se obsesionaba más y más con la idea de dar un golpe que cambiara su fortuna.
Desesperada por parecer una reina, se obsesionaba por los mínimos detalles, como cuántas perlas debían coserse a las faldas.
La idea de la evasión le obsesionaba, gracias a aquella idea fija podía estar tranquilo.
Después, ¡qué recuerdos tan penosos! A las tres las obsesionaba la enfermedad del caballo, como si éste fuese de la familia.
En medio de su dolor, la obsesionaba una idea cruel.
Pasó por el lugar donde había encontrado el fúnebre cortejo, y no pensó ya en aquel ataúd blanco que le obsesionaba con la más amarga de las seducciones.
¿Podría la pequeña aligerar el zarandeado esquife con la rapidez necesaria para mantenerlo a flote? Este pensamiento lo obsesionaba planteando en su espíritu una duda cruel.
La apariencia del hombre se me hizo familiar, y de alguna manera me obsesionaba.
También me obsesionaba la lima, y temí que, cuando menos lo esperase, volvería a aparecérseme.
No sé por qué añadí aquellas líneas, pero recuerdo que me obsesionaba el temor de verla imitar a la heroína.
Sin embargo, la sensación de la presencia de aquel hombre perduraba, la perseguía, la obsesionaba.
Para que la calma fuese completa deseó alejar el recuerdo de la aventura nocturno, pero ésta le obsesionaba con esa extraña, fascinación que mueve a contemplar por segunda vez el espectáculo que nos hizo retroceder la primera, asqueados.
Pero no pudo cerrar los ojos, de tanto como le obsesionaba aquella puerta prohibida, y tan intensamente le torturaba este pensamiento, que se dijo: ¿Y si fuera a abrirla, a pesar de todo? Pero pensó: ¡Más vale esperar la mañana! Luego, no pudiendo esperar ya sin dormir, se levantó, diciéndose: ¡Prefiero ir ya, a abrir esa puerta y ver qué encierra el aposento a que da entrada, aunque deba encontrar allí la muerte! Y levantándose, encendió una antorcha y se dirigió a la puerta prohibida.
Y como cada vez se me oprimía más el pecho, dije a mi esclavo: ¡Dame algo de comer para pasar el tiempo! Y en tanto que el esclavo se disponía a servirme, no podía yo menos de pensar en los encantos de una joven a la que había conocido en palacio poco antes, y no sabía por qué me obsesionaba hasta aquel punto su recuerdo, ni por qué motivo se detenía mi pensamiento sobre su rostro con preferencia al de cualquiera de las numerosas que encantaron mis noches pasadas.

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