Ejemplos con mismo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pero no creo que tengan queja de nosotros los borriquitos de España si saben que en la obra de arte mayor que el espíritu español ha producido, uno de su especie, el rucio de Sancho, ha ganado la inmortalidad ni más ni menos que Sancho mismo, Rocinante y Don Quijote.
Al presentároslos no os puedo decir del borriquito nada nuevo porque sólo sé de él lo que el poeta nos dice, pero de Juan Ramón puedo deciros muchas cosas que él no ha dicho de sí mismo ni estaba bien que dijese.
Entonces, acordándome de mí mismo, pensé que Platero tendría el mejor premio en su esfuerzo, como yo en mis versos.
El pan se entra en todo: en el aceite, en el gazpacho, en el queso y la uva, para dar sabor a beso, en el vino, en el caldo, en el jamón, en él mismo, pan con pan.
¿Ves cómo adelantan las manos cual para detener el aire mismo, apartando peligros imaginarios, con mimo absurdo, hasta las más leves ramitas en flor, Platero?.
El mismo cubo ,- beber de una vez ,- el pobre Villegas.
cuanto igual que todo lo que al mismo tiempo vestido de no sé qué +.
La ha reconocido el hecho de esta consagración mediante la publicación de un bello tomo de por el autor mismo, magnífico homenaje de los Estados Unidos a la moderna poesía española.
Cuando Juan Ramón razona con Platerillo nos parece que razona consigo mismo, y su coincidencia de sentimientos es tal y el amor que se tienen tan estrecho que no se podría pensar sino que Platero era un hermano de Juan Ramón que había tomado forma de asno, como en los cuentos, por arte de encantamiento.
Pero el alma del poeta penetra en tal forma la figura real del borriquillo que nos es difícil entender que sean dos personas distintas, y se nos antoja que Platero no es otro que el poeta mismo, la expresión poética de lo ingenuo, puro, infantil, irracional e instintivo de su alma.
Y, sin embargo, aquél era un día señero, un día crítico, un día que le había provocado una intuición profunda del porvenir, o, como Belarmino se decía a sí mismo en aquellos instantes, empleando el tecnicismo esotérico de su inventiva, un.
Anselmo es, lo mismo que yo, esclavo del bien calzar.
Desde hoy mismo, tomo yo el gobierno de todo, y si éste no sirve para otra cosa, que haga las camas, y lave los orinales, y barra, y cocine, y que cante el himno de Riego mientras friega los platos.
Lo mismo podían ser quince, que veinte, que veinticinco pares.
Yo, lo mismo hago botas de monte y campo, que botas de montar o zapatos higuelife.
Lo mismo digo yoreplicó iracunda Xuantipa, un día, y otro día, y otro día, y jamás aprendes, babayo.
Según bajaban las escaleras, Belarmino bisbiseaba, como si hablase consigo mismo:.
Ecuménico es lo mismo que reunión de conformidad.
Maremágnum, ello mismo lo dice, es el non plus ultra, lo mejor de lo mejor.
El Círculo republicano de Pilares estaba en la misma embocadura de la calle del Carpio, adosado al caserón de los Jilgueros, dos hermanos ricos, don Blas y don Fermín Jilguero, canónigos los dos, que habían edificado aquella fábrica, alarde y amenaza a la vez, frente por frente del mismo palacio episcopal.
mismo has dicho que las casas se amontonan, se empujan, buscan el abrigo de la catedral.
¿Qué otra cosa es la inteligencia normal humana sin tentación al desorden y torpeza de coordinación? Apenas levanta la cabeza, el hombre trastrueca todo el bien concertado sistema de finalidades con que el universo se sustenta en equilibrio, y él mismo se erige centro del universo y foco de todas las finalidades.
En cambio, el símbolo del hombre fué el jumento de Buridán, que poseía una vislumbre o premonición de inteligencia discursiva, y por esto mismo murió de inanición entre dos montones de heno, dudando por cuál decidirse.
Recuerda si en alguna ocasión te aconteció ser testigo presencial de cómo ese mismo objeto, la Rúa Ruera, suscitó duplicidad de imágenes e impresiones en dos observadores de genio contradictorio, y tú ahora amalgama aquellas imágenes e impresiones.
Ahora mismo me apercibía yo a describir la Rúa Ruera, de la muy ilustre y veterana ciudad de Pilares, en donde vivía Belarmino Pinto, llamado también monxú Codorniú, zapatero y filósofo bilateral, cuando, al pronto, en el umbral u orilla de mi conciencia, se yergue el espectro de don Amaranto de Fraile, enarbolando un tenedor de peltre, que a mí se me ha figurado tridente de Caronte, ese Neptuno del mar de la eternidad.
¿Qué era aquel hombre que ante mí estaba, deglutiendo y raciocinando al propio tiempo, masticando y discurriendo, con tanta frialdad, escrúpulo y elegancia, vestido como un hombre de sociedad, sin una insinuación sensible del estado eclesiástico a que pertenecía, y que, de vez en vez, según hablaba, se asía con la mirada al retrato de una mujer a quien él mismo había empujado a la anónima sima prostibularia? ¿Qué era aquel hombre? ¿Un hedonista? ¿Un incrédulo? ¿Un hipócrita y un sofista, para consigo mismo y los demás? ¿Un desengañado? ¿Un atormentado? Lo que menos me interesaba era la explicación que me había ofrecido.
En esto, se abrió la puerta de don Guillén, y él mismo, en persona, destacó por obscuro sobre el cuadro de grisácea luz, sorprendiéndome en vergonzosa y vergonzante fisgonería.
Se me dirá que lo mismo sucede en los hoteles, en las calles, en los ferrocarriles, dondequiera que se congregan las gentes.
Él mismo me lo declaró un día, de sobremesa.

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