Ejemplos con maldiciendo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El hermano de Yocasta, Creonte, tomó las riendas de la ciudad y desterró a Edipo, que se fue huyendo de las Erinias y maldiciendo a sus dos hijos, Eteocles y Polinices, por el trato vejatorio que había recibido de ellos.
Como un sacrificio era necesario, Karura, la madre de Gaara, falleció al dar a luz, maldiciendo a la Aldea antes de morir.
Tal cual lo planeado, cuando sopló el viento los barcos peloponesios se arrimaron más y la confusión reinó dentro del círculo, con los timoneles gritando y maldiciendo, los remos topándose con los de otros barcos y las tripulaciones tratando de alejarse unas de otras mediante el uso de pértigas.
Al darse cuenta de lo que estaban haciendo con ella, lanzó un grito maldiciendo a su traicionero padre.
El cascarrabias gobernador, maldiciendo a soldados y a isleños, precipitadamente se embarcaba al día siguiente para las costas de Venezuela, en dirección contraria a la que debiera tomar.
Juana, maldiciendo a su vez de todos y de todo, comenzó a lavar con agua fresca la herida de su hija, que, por cierto, era insignificante.
Allen se había hecho amigo de la criada y de las gentes de la vecindad, yo escuchaba, sin muestras de impaciencia, la séptima, la octava y la novena vez la relación de las aventuras de Sandow, y Uguarte, después de hacer como que trabajaba en el jardín, se tendía en la cama, y allí estaba maldiciendo de su suerte.
Ferragut marchó de un lado a otro, maldiciendo su falta de medios para responder a la agresión.
¡Qué ajeno iba el pobre animal de que le llevaban al suplicio! Brincaba con alegría, se retorcía, ladraba acariciando con la mirada al fiel servidor, el cual sentía que las lágrimas asomaban a sus ojos, maldiciendo del huésped y de la hora en que había llegado, pues era mucho lo que amaba a aquel hermoso animal.
Oí la voz descompuesta de Dorita maldiciendo a quien la despertaba.
El contento relativo de Doña Leandra en su matutina excursión amargábase al llegar a casa cargadita de orégano y hojas de laurel, porque si era muy del gusto de ella la mudanza a la Cava Baja, sus hijas Eufrasia y Lea renegaban de la instalación en barrio tan feo y distante de la Puerta del Sol, a cada momento se oían refunfuños y malas palabras, y no pasaba día sin que estallara en la familia un vivo altercado, sosteniendo de una parte los padres el acierto de la mudanza, y las hijas maldiciendo la hora en que unos y otros juzgaron posible la vida en aquel destierro.
¡Ay, hijas, qué días hemos pasado, sin saber de vosotras, maldiciendo la hora en que tuvisteis la temeridad increíble de lanzaros por esos mundos en busca del pobre Alonso, pidiendo a Dios que no os perdierais, que no os mataran, que volvieseis sanas y salvas a vuestra casita, y a los brazos amantes de este viejo que os adora, y al pueblo que también os quiere y os estima como a hijas predilectas!.
Más tarde, cuando el marido se fue a acostar, renegando de Dios y maldiciendo de los hombres, ella dio un beso a cada niño, y enseguida, postrándose de rodillas ante una grosera estampa de Cristo pegada en la pared, comenzó a orar entre dientes.
Tan fragorosos eran los truenos, tan frecuentes los relámpagos, que ambos amantes juzgaron prudente retirarse cada cual a su cuarto, don Juan maldiciendo de Júpiter y de Eolo, y Cristeta, que ignoraba la Mitología, renegando de su mala estrella.
Despidiéronse con derroche de caricias, hubo dúo de amor con música de juramentos, partió el dichoso amante maldiciendo la separación, luego ella, a pesar de lo convenido, adelantó su marcha veinticuatro horas, y en premio de tanta priesa lo primero que vio al llegar al balneario fue al traidor don Juan, no entretenido, sino embobado en decir melosidades a una señorita pazguata y cursi, cuyo modesto atavío y encogidos modales formaban nuevo y apetitoso contraste con la elegancia de la viuda.
Don José continuaba firme en su afición a leer y comentar las noticias de la guerra, lecturas y comentarios en que acababa siempre maldiciendo contra el absolutismo y la lucha civil, Pepe, después de comer, permanecía un rato acompañándole, y estos eran los mejores momentos que el viejo pasaba, porque casi siempre estaban de acuerdo el padre y el hijo.
No quiero que te vayas maldiciendo mi nombre, ni que me recuerdes con odio el resto de tu vida, cuando Dios sabe que no merezco tu maldicion ni tu aborrecimiento, sino que me tengas tanta lástima como yo a tí.
Algunos de ellos, reunidos en la caseta del portero, formaban corro restregándose todavía los ojos, haciendo comentarios de la fiesta, charlando y maldiciendo.
Yo tenía la cabeza loca del ruido de los martillos de Londres, y venía maldiciendo la ingrata tierra en que el hombre para poder vivir necesita hacer clavos, bisagras y cacerolas.
Cuando la tropa francesa de línea retrocedió por tercera vez, extenuada de hambre, de sed y de cansancio, cuando los soldados que no habían sido heridos se arrojaban al suelo maldiciendo la guerra, negándose a batirse e insultando a los oficiales que les llevaran a tan terrible situación, el general en jefe reunió la plana mayor, y expuesto en breve consejo el estado de las cosas, se decidió intentar un último ataque con los marinos de la guardia imperial, aún intactos, poniéndose a la cabeza todos los generales.
Fuése la gente maldiciendo a la vieja, añadiendo al nombre de hechicera el de bruja, y el de barbuda sobre vieja.
Acudieron tambien los mozos de los huéspedes a pedir cebada: salió el huésped de casa a dársela, maldiciendo a sus mozas, que por ellas se le habia ido un mozo que la solia dar con muy buena cuenta y razon, sin que le hubiese hecho ménos a su parecer un solo grano.
Ella no me preguntó nada dijo Sancho, mas yo le dije de la manera que vuestra merced, por su servicio, quedaba haciendo penitencia, desnudo de la cintura arriba, metido entre estas sierras como si fuera salvaje, durmiendo en el suelo, sin comer pan a manteles ni sin peinarse la barba, llorando y maldiciendo su fortuna.
De aquella manera estuve no sé qué tiempo, tendido en el suelo, al cabo del cual me levanté sin hambre, y hallé junto a mí a unos cabreros, que, sin duda, debieron ser los que mi necesidad remediaron, porque ellos me dijeron de la manera que me habían hallado, y cómo estaba diciendo tantos disparates y desatinos, que daba indicios claros de haber perdido el juicio, y yo he sentido en mí, después acá, que no todas veces le tengo cabal, sino tan desmedrado y flaco que hago mil locuras, rasgándome los vestidos, dando voces por estas soledades, maldiciendo mi ventura y repitiendo en vano el nombre amado de mi enemiga, sin tener otro discurso ni intento entonces que procurar acabar la vida voceando, y cuando en mí vuelvo, me hallo tan cansado y molido, que apenas puedo moverme.
Buscando las aventuras por entre las duras peñas, maldiciendo entrañas duras, que entre riscos y entre breñas halla el triste desventuras, hirióle amor con su azote, no con su blanda correa, y, en tocándole el cogote, aquí lloró don Quijote ausencias de Dulcinea del Toboso.
Estábase todo este tiempo Sancho sobre la cuesta, mirando las locuras que su amo hacía, y arrancábase las barbas, maldiciendo la hora y el punto en que la fortuna se le había dado a conocer.
Imaginaos un hombre que no hace más que divertirse -o a quien todo le sabe bien-, que no sabe lo que es una contrariedad, y decidme, lector sesudo, que acabáis quizá de estar maldiciendo vuestra estrella, si os cambiaríais por él.
Hombres y mujeres, jóvenes y viejos, todos estaban mezclados y revueltos unos con otros, desgreñados los cerdudos cabellos, rotas las sucias camisas, sueltos los grasientos pilquenes, medio vestidos los unos, desnudos los otros, sin pudor las hembras, sin vergüenza los machos, echando blanca babaza éstos, vomitando aquéllas, sucias y pintadas las caras, chispeantes de lubricidad los ojos de los que aún no habían perdido el conocimiento, lánguida la mirada de los que el mareo iba postrando ya, hediendo, gruñendo, vociferando, maldiciendo, riendo, llorando, acostados unos sobre otros, despachurrados, encogidos, estirados, parecían un grupo de reptiles asquerosos.
maldiciendo la fortuna de los amos y señores.
puedo consagrarte una palabra, maldiciendo al ruin escéptico que te.

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