Ejemplos con lastimosos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Penetro la arcana alquimia que se está operando en su estómago a tiempo que deglute, sé cómo las proteínas, grasas y carbohidratos, almidones y azúcares de los alimentos que delicadamente va introduciendo en el precioso estuche de su boca se truecan al final en tejido orgánico, y no quiero profundizar más en estas observaciones entrañables, porque llegaría a términos lastimosos.
No fue tan dichosa Lucila, que padeció inquietud y desvelo hasta muy alta la noche, mortificada por visiones y pensamientos lastimosos, y por el desasosiego de su marido, con quien compartía el no muy ancho tálamo.
El gabancillo de Santiuste no salió de aquel mal paso sin lastimosos desgarrones, y del envoltorio de papel, chafado y roto, se escaparon una zapatilla, una pistola y un tintero de bolsillo.
Pero doña Luz era muy singular y hallaba extraño deleite en la larga contemplación de aquel cuadro, donde se cifraban el más alto misterio y los dos más opuestos extremos de valer de la humana naturaleza: toda la beatificación, toda la hermosura, todo el celeste resplandor de que es capaz nuestra carne, unida a un alma pura, y siendo templo y morada del Eterno, y los dolores, a la vez, y las miserias, y los padecimientos lastimosos y la corrupción nauseabunda de esa carne misma.
-Yo me muero de pena -exclamó el buen profesor con lastimosos aspavientos-.
Ocasion tendremos de notarlo en lo sucesivo, y hemos encontrado ya lastimosos ejemplos de semejantes extravíos en los errores de la filosofía del.
En toda ocasión salía su dignidad, de su infeliz estado hacía ridícula comedia, y lo que llamaba su decoro era un velo de mentiras mal arrojado sobre lastimosos harapos.
-Teneos, que si bien quiero me deis parte de sucesos tan lastimosos, no por eso quiero que sea tan a vuestra costa -le dije cuando vi que el hábito estaba ya corriendo agua de la que de sus ojos había recibido.
Pasó la primera imagen, pasaron dos filas de individuos que componían la cofradía más numerosa de Ficóbriga, todos con vela en la mano, y ni uno solo dejó de apartar su vista y su mente de los lastimosos cuadros de la Pasión para fijarlas en la casa de Lantigua.
No fue tan dichosa Lucila, que padeció inquietud y desvelo hasta muy alta la noche, mortificada por visiones y pensamientos lastimosos, y por el desasosiego de su marido, con quien compartía el no muy ancho tálamo.
El gabancillo de Santiuste no salió de aquel mal paso sin lastimosos desgarrones, y del envoltorio de papel, chafado y roto, se escaparon una zapatilla, una pistola y un tintero de bolsillo.
Y una noche, que quiso enteramente satisfacer mis celos, y que, por excusar murmuraciones de los vecinos, había facilitado con Sarabia el entrar dentro, viendo mis lágrimas, mis quexas y lastimosos sentimientos, como amante firme, inculpable en mis sospechas, me dio cuenta de todo lo que con su prima pasaba, enamorado, mas no cuerdo, porque si hasta allí eran sólo temores los míos, desde aquel punto fueron celos declarados.
-Por no cortar el hilo, discreta Jacinta, a tus lastimosos sucesos, tan bien sentidos, como bien dichos, no he querido decirte, hasta que les dieses fin, que soy Fabio el amigo de Celio que dixiste que estaba tan lastimado de tu empleo, cuanto deseoso de conocerte.
Era don Gaspar noble, y temiendo no les sucediese a aquellas mujeres algún riesgo, obligado de la amistad que tenía con ellas, a la mañana, cuando se quiso ir, que fue luego que el aurora empezó a mostrar su belleza, les prometió que, a la noche, daría orden de que se sacase de allí y se le diese tierra sagrada, que eso debía de pedir con sus lastimosos gemidos.
Dada, pues, tierra a los lastimosos cadáveres, y puesta por inventario la hacienda, depositada en personas abonadas, se vieron todos juntos en casa de don Gaspar, donde hallaron reposando a Florentina, que después de haberse confesado y dádole una sustancia, se había dormido, y que un médico, de quien se acompañó el cirujano que la asistía por orden de don Gaspar, decía que no era tiempo de desvanecerla, por cuanto la confesión había sido larga y le había dado calentura, que aquel día no convenía que hablase, mas, porque temían, con la falta de tanta sangre como había perdido, no enloqueciese, la dejaron depositándola en poder de don Gaspar y su primo, que siempre que se la pidiesen darían cuenta de ella.
Salióse asimismo loco y perdido de casa de Constanza y con desconcertados pasos, sin mirar cómo ni por dónde iba, se fue al campo, y allí, maldiciendo su suerte y el día primero que la había visto y amado, se arrojó al pie de un árbol, ya, cuando empezaba a cerrar la noche, y allí dando tristes y lastimosos suspiros, llamándola cruel y rigurosa mujer, cercado de mortales pensamientos, vertiendo lágrimas, estuvo una pieza, unas veces dando voces como hombre sin juicio, y otras callando, se le puso, sin ver por dónde, ni cómo había venido, delante un hombre que le dixo:.
Y ya sonó el látigo, y los lastimosos y lastimados mancarrones han vuelto a partir a todo galope.
Tres tajos, una vuelta, otro tajo, un balido ahogado, un chorrito colorado, y se van los pobres, desfilando hacia la majada, uno tras otro, con un quejido de melancolía o de terror, ensangrentados, lastimosos, tristes, avergonzados, menos unos pocos que, al contrario, disparan como si los corriese Mandinga.
Medio dormida, medio despierta, oyéronse en la angosta alcoba ayes de dolor, quejidos lastimosos, cual si la infeliz estuviese en una máquina de tormento y le quebrantaran los huesos y le atenazaran las carnes, aquella carne y aquellos huesos que componían, según Doña Nicanora, la más acabada estatua viva que produjera el cincel divino.
A todos los cojos, estropeados, seres contrahechos y lastimosos, les arrojaba una moneda.
y sucesos lastimosos.
Una diaria experiencia, de cuyos lastimosos efectos todos somos testigos, así en la Corte como en las provincias, hace ver la sabiduría, con que están prohibidas y mandadas disolver las cofradías gremiales, y la necesidad de hacer observar exactamente las leyes del Reino, sin arbitrio de tergiversarlas, ni dispensarlas en manera alguna.
El espectáculo que a mis ojos se presentó en el patio de la Enseñanza, convertido en hospital de sangre, no te lo describiré, por dos razones: no sé hacerlo con la exacta expresión del horror que me produjo, no quiero poner ante tu vista cuadros tan lastimosos.
Por señas me indicó Ignacia que no podía resistir más tiempo ni aquella atmósfera nauseabunda, ni el espectáculo de tanta miseria unida a tan lastimosos extravíos de la razón.
¡Oh cuántos daños se excusaran en nuestra república si las ancianas fueran doctas como Leta, y que supieran enseñar como manda San Pablo y mi Padre San Jerónimo! Y no que por defecto de esto y la suma flojedad en que han dado en dejar a las pobres mujeres, si algunos padres desean doctrinar más de lo ordinario a sus hijas, les fuerza la necesidad y falta de ancianas sabias, a llevar maestros hombres a enseñar a leer, escribir y contar, a tocar y otras habilidades, de que no pocos daños resultan, como se experimentan cada día en lastimosos ejemplos de desiguales consorcios, porque con la inmediación del trato y la comunicación del tiempo, suele hacerse fácil lo que no se pensó ser posible.
El invierno despliega todo su rigor, y la Sequía empieza su abyecta cosecha de osamentas, volteadas -lastimosos hecatombes- por sus hijos mayores, el Hambre y la Sed.
Buen rato antes de que asomase por entre las nieblas del oriente la aurora pálida y descolorida de aquel día en que debían suceder tantos casos lastimosos, don Álvaro, seguido de una gran tropa de caballeros, bajó por aquella escalera que sola otra vez y con tan distintas esperanzas había pisado.
Aunque consumiesen mucho más de lo que produjesen, el castigo se limitaría á largos períodos de forzada abstinencia y de lastimosos apuros, á que el atraso con relación á otros pueblos de Europa fuese mayor, y á que siguiesen arrastrándonos y llevándonos como á remolque las demás naciones.
Gritos, lamentos en Nantes lastimosos de ver.
¡Oh, qué muestras de dolor tan grandes hacían! ¡Oh, qué sollozos tan lastimosos! Todos tenían las lenguas condenadas a perpetua cárcel y poseídos del silencio, tal martirio en voces ásperas de un demonio recibían por los oídos:.

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