Ejemplos con jesucristo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Hasta ahora, Señor mío Jesucristo.
Los Evangelios no poseían valor histórico, no eran testimonios personales de la vida y enseñanza de Jesucristo, habían sido urdidos muchos años después, casi un siglo.
Pido, sí, pido por amor de Jesucristo que mañana mismo se vaya usted a España.
Besa su mano su hija respetuosa en Jesucristo.
Pero, señor capitán yo no merezco yo creo que cumplo esto es muy natural, yo no soy nada ¡qué he de ser yo! ¡Jesucristo! ¡Dios! ¡el pueblo!.
¡Ah, señor capitán! ¡cómo olvidar semejante noche!! La tengo grabada en el alma de una manera constante, y si alguna vez he creído ver la sublime imagen de Jesucristo sobre la tierra, ha sido ésa, en que el hermano cura me salvó a mí de la muerte, a toda una familia infeliz de la orfandad, y a aquellos desgraciados fanáticos del infierno de los remordimientos.
Así, venero la religión de Jesucristo, como Vd.
Así creo que lo quiso Jesucristo, y así vivió él, ¿por qué, pues, sus apóstoles no habían de contentarse con imitar a su Maestro, dándose por muy felices de poder decir que son tan ricos como él?.
¡En la gran Jerusalén, hace cientos de años, oyéronse estas mismas voces, que las daban los judíos, repartiéndose la túnica de Nuestro Señor Jesucristo!.
Diómelo como una cruz Nuestro Señor Jesucristo.
En el mundo no hay más que un “Señor”: Nuestro Señor Jesucristo, y dos “señoritos”: Galileo y Beethoven.
¡Jesucristo! ¡Virgen Santísima! ¡Que salga, que aparezca! ¡Madre de los afligidos, te doy mi vida en cambio! ¡Si yo no le odio, si le quiero, si le amo, si amo a su padre mismo! ¡Señor mío Jesucristo, perdón.
Y al levantar la vista rabiosa y desesperada, como para lanzar en torno una mirada de orgulloso desafío, divisó al frente la imagen de Jesucristo, del Juez único que su soberbia vencida aceptaba, mostrándole su corazón herido, diciéndole en aquel letrero que tenía por debajo: Venite ad me omnes.
Sólo vería en lo alto a Jesucristo, vivo y terrible, que se adelantaba a juzgarle, y detrás la eternidad, oscura, inmensa, implacable.
—¡Los madrileños celebran la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo oyendo disparatar a los comediantes!.
¡El ministro de Dios no habría olvidado decir a aquel manso cordero, que Jesucristo sufrió la misma afrenta!.
Pregunte usted a aquel público si se cree más literato y mejor crítico que los demás públicos de España, o si sólo tuvo presente aquella noche la frase de Jesucristo:.
Prepárese usted, hija mía, poniendo el pensamiento en Nuestro Señor Jesucristo, y como le pida perdón de sus pecados con verdadera contrición, se lo dará.
Comprendía a la Virgen, a Jesucristo y a San Pedro, les tenía por muy buenas personas, pero nada más.
Tenía un presentimiento vago de no volverla a ver, no porque ella se muriese, sino porque dentro del convento y contagiada de la piedad de las monjas, podía chiflarse demasiado con las cosas divinas y enamorarse de la vida espiritual hasta el punto de no querer ya marido de carne y hueso, sino a Jesucristo, que es el esposo que a las monjas de verdadera santidad les hace tilín.
Como en uno de los sucesivos jueves dijera algo acerca de lo que le había gustado la fiesta de Pentecostés, la principal del año en la comunidad, y después recayera la conversación sobre temas de iglesia y de culto, expresándose la neófita con bastante calor, Maximiliano volvió a sentirse atormentado por la idea aquella de que su querida se iba a volver mística y a enamorarse perdidamente de un rival tan temible como Jesucristo.
¿Y qué? ¡Cuánto mejor no era sembrar la nueva doctrina en entendimientos sencillos y absolutamente incultivados! Pues el mismo Jesucristo ¿no escogió por discípulos a unos infelices pescadores, hombres rudos que no conocían ninguna letra, y a mujeres de mala vida? Ved aquí por dónde doña Nieves y las placeras sus amigas, Feliciana y la parroquiana de San Juan de Dios, el camarero, el pianista fueron escogidos para que Juan Pablo sembrara en ellos la primera simiente de aquel Evangelio al natural.
El capellán leía el en alta voz, y poblábase el ambiente de historias con sabor novelesco y poético: Cecilia, hermosísima joven e ilustre dama romana, consagró su cuerpo a Jesucristo, desposáronla sus padres con un caballero llamado Valeriano y se efectuó la boda con muchas fiestas, regocijos y bailes.
Y respecto del Judas, ¿cómo quería usted que lo pudiésemos desenmascarar, si ahora, lo mismo que en tiempo de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, tenía la bolsa en la mano? A ver, señor arcipreste, ¿quién nos ha facilitado las municiones para esta batalla?.
Allí, en aquel rincón del universo, vive Jesucristo.
Exortéles a que abrazasen la Fé de Jesu-Cristo, ponderándoles las ventajas que lograban, y los males de que salian: a que me respondió, queria reduccion en el parage llamado , próximo de allí: díles buenas esperanzas, y regalándoles tabaco, cuchillos, gualcas y ropas, seguí mi camino.
Todo este dia paré, é iban y venian los indios, a quienes les mostraba por su ladino las verdades de Jesu-Cristo, y las mentiras de Satanás.
A estas cinco causas, como capitales, se pueden agregar algunas otras que sean justas y razonables, y que obliguen a tomar las armas, pero tomarlas por niñerías y por cosas que antes son de risa y pasatiempo que de afrenta, parece que quien las toma carece de todo razonable discurso, cuanto más, que el tomar venganza injusta, que justa no puede haber alguna que lo sea, va derechamente contra la santa ley que profesamos, en la cual se nos manda que hagamos bien a nuestros enemigos y que amemos a los que nos aborrecen, mandamiento que, aunque parece algo dificultoso de cumplir, no lo es sino para aquellos que tienen menos de Dios que del mundo, y más de carne que de espíritu, porque Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que nunca mintió, ni pudo ni puede mentir, siendo legislador nuestro, dijo que su yugo era suave y su carga liviana, y así, no nos había de mandar cosa que fuese imposible el cumplirla.
Éste dijo don Quijote fue el mayor enemigo que tuvo la Iglesia de Dios Nuestro Señor en su tiempo, y el mayor defensor suyo que tendrá jamás: caballero andante por la vida, y santo a pie quedo por la muerte, trabajador incansable en la viña del Señor, doctor de las gentes, a quien sirvieron de escuelas los cielos y de catedrático y maestro que le enseñase el mismo Jesucristo.

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