Ejemplos con haciéndole

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cuáles veces, por embromar al juerguista, le retiraban la escala de sábanas y no se la echaban sino de mañana, con el tiempo preciso para que se presentase a la primera inspección, haciéndole pasar varias horas de congoja en el barranco, entre maleza e inmundicia, acaso bajo la lluvia.
No había podido obtener Pilar que Lucía la acompañase al salón de Damas, cortedad y encogimiento de niña educada en provincia se lo vedaban, haciéndole temer más que al fuego a aquellas mujeres curiosas que examinarían su tocado como el diestro confesor los repliegues de la conciencia del penitente.
La certeza de que la muerte acabaría por vencerlo enardecía a Esteban, haciéndole redoblar los cuidados.
Cuando estallaron bombas en las calles, el Luna fue el primer sorprendido por la catástrofe y el primero también en entrar en la cárcel, a causa de la popularidad de su nombre ¡Oh los dos años pasados en el castillo de Montjuich! En la memoria de Gabriel habían abierto un surco hondo, una herida profunda que no se cerraba, que se estremecía con el más leve recuerdo, turbando su calma, haciéndole temblar con el escalofrío del terror.
Cuando despertó, fue de golpe, con un estremecimiento nervioso que le conmovió de los pies a la cabeza, haciéndole saltar del sofá como a impulsos de un resorte.
Esta magnanimidad de la víctima y de sus amigos alarmaba a Batiste, haciéndole vivir en perpetua defensiva.
Luego hundió sus uñas crueles en el desgarrón de la carne y tiró de los bordes, haciéndole rugir:.
Y hoy veo que sus labios piden besos y los van a dar, y que todo su gallardo cuerpo no está sólo destinado a la especulativa contemplación, con la inmóvil e impasible tranquilidad de la estatua, sino a que el alma enamorada palpite y se estremezca en todo él haciéndole mil veces más bello y deseable.
Su vida de peregrino y de misionero, haciéndole vencer la debilidad de su constitución con la energía del alma, había prestado a su cuerpo extraordinaria agilidad y soltura.
¡Pobre Teresa! Tal vez se imaginaba que las palabras de doña Manuela conmovían al descarriado, haciéndole entrar en el camino del arrepentimiento, no adivinaba ni aun remotamente que su marido, por una aberración extraña, en la que entraba por mucho el amor propio, comenzaba a entusiasmarse con la belleza algo marchita de la esposa de su antiguo principal.
Gustábale ir roto y sucio como los sopistas, y cada una de estas hazañas enfurecía al , haciéndole gritar que aquello era robarle el dinero, y que el mejor día de un puntapié en tal parte iba a poner en la calle al desvergonzado sobrino.
A su sobrina le prestaba servicios, haciéndole cuantos encargos eran compatibles con sus tareas artísticas.
¿A que no va?¿A que sí?Pues allí me tendrá, haciéndole la competencia a Estupiñá Verá usted, verá usted cada día más.
Mira el tonto de Ponce, haciéndole cucamonas a Olimpia.
Estas manías iban de mal en peor, poniendo a doña Lupe de un humor acerbísimo y haciéndole presagiar alguna desgracia.
La ráfaga de ambición que pasa por la mente de todo español con más o menos frecuencia haciéndole decir , le soplaba a Rubín dos o tres veces cada día, más bien como sueño que como esperanza, pero en sus horas de soledad se adormecía con aquella idea y la trabajaba, batiéndola, como se bate la clara de huevo para que crezca y se abulte y forme espumarajos.
Mientras la chupaba, haciéndole un agujerito y apretándola como aprietan los chicos la teta, a la señora de Rubín le pasó por el cerebro otra ráfaga de aquel furor que determinó el acto de la mañana: Tu marido es mío y te lo tengo que quitar Pinturera santurrona ya te diré yo si eres ángel o lo que eres Tu marido es mío, me lo has robado como se puede robar un pañuelo.
¿No ves que la traté bastante en vida de Jáuregui, que, entre paréntesis, era un hombre excelente? Ya te daré una lección larga sobre el tole tole con que debes tratarla, una mezcla hábil de sumisión e independencia, haciéndole una raya, pero una raya bien clarita, y diciéndole: de aquí para allá manda usted, de aquí para acá estoy yo.
Cállese usted, Diciendo esto, volvió hacia ella, sentándose en el lecho y haciéndole mil ternezas.
Sí que la tengoreplicó él con desaliento, llevándose la mano a los ojos, pero quería olvidarla a ver si no haciéndole caso, se pasaba.
Doña Lupe le mostró uno por uno los muebles, haciéndole notar lo buenos que eran, y que su colocación, dispuesta por ella, no podía ser más acertada.
Observando la cara que tenía Maxi aquel día y lo pálido que estaba, consideró que las prendas morales del joven empezaban a transparentarse en su rostro, haciéndole menos desagradable Entrevió una mudanza radical en su manera de ver las cosas.
Más de una vez quiso doña Lupe romper en denuestos, pero el silencio y la compostura de su sobrino la contenían, haciéndole temer que se repitiera el rasgo varonil de aquella mañana.
Esta idea la mortificó mucho, haciéndole ver la cruel insistencia con que su destino la maltrataba.
Mirábale ella lo mismo que el día infausto en que le robara los botones arrancándolos de la ropa Y al sobrinito se le alborotó la conciencia, haciéndole ver peligros donde no los había.
Todas las luteras están paradas, señora porque, naturalmente, o se muere poca gente, o no les echan papeletas Hombredijo a su marido, haciéndole estremecer, ¿qué haces ahí con la boca abierta?.
Finalmente, el licenciado le contó a estocadas todos los botones de una media sotanilla que traía vestida, haciéndole tiras los faldamentos, como colas de pulpo, derribóle el sombrero dos veces, y cansóle de manera que de despecho, cólera y rabia asió la espada por la empuñadura, y arrojóla por el aire con tanta fuerza, que uno de los labradores asistentes, que era escribano, que fue por ella, dio después por testimonio que la alongó de sí casi tres cuartos de legua, el cual testimonio sirve y ha servido para que se conozca y vea con toda verdad cómo la fuerza es vencida del arte.
Y, haciéndole la acostumbrada señal, el mono se le subió en el hombro izquierdo, y, hablándole, al parecer, en el oído, dijo luego maese Pedro:.
Sucedió, pues, que de unos cristianos ya libres que venían de Berbería compró aquel mono, a quien enseñó que, en haciéndole cierta señal, se le subiese en el hombro y le murmurase, o lo pareciese, al oído.
Finalmente, la doncella del aguamanil vino, y acabaron de lavar a don Quijote, y luego la que traía las toallas le limpió y le enjugó muy reposadamente, y, haciéndole todas cuatro a la par una grande y profunda inclinación y reverencia, se querían ir, pero el duque, porque don Quijote no cayese en la burla, llamó a la doncella de la fuente, diciéndole:.

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