Ejemplos con guante

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Guante del domador: Es un guante que le es otorgado al domador por su tutor, este guante permite colocar las gemas de poder.
Una mano está enguantada y sostiene el guante de la otra, que queda así desnuda.
El guante y el calzado, la mano y el pie.
Tomaba una de sus manos, acariciándola, introduciendo un dedo por la abertura del guante.
Al suegro abrazó con un solo abrazo, y recostole en el hombro la mano, pulcramente calzada con guante de castor, color bronce.
La frente, blanca como un jazmín, los rosados pómulos, la redonda barbilla, los labios entreabiertos que daban paso al hálito suave, dejando ver los nacarinos dientes, brillaban al tocarlos la fuerte y cruda claridad, la cabeza la sostenía con un brazo, al modo de las bacantes antiguas, y su mano resaltaba entre las obscuridades del cabello, mientras la otra pendía, en el abandono del sueño, descalza de guante también, luciendo en el dedo meñique la alianza, y un poco hinchadas las venas, porque la postura agolpaba allí la sangre.
¡Con qué felina zalamería menudeaba los golpecitos en la panza, y llamaba a graves sesentones ratoncillos, perritos suyos, gatitos, , y otros apelativos cariñosos y regalados, que a arrope y miel sabían! Pues ¿qué diré del chiste y garbo incomparable con que oprimía entre sus dientes de perlas, un pitillo ruso, lanzando al aire volutas de humo azul, mientras la contracción de sus labios destacaba la arremangada nariz y los hoyuelos de los arrebolados carrillos? ¿Qué de aquella su maestría en ocupar dos sillas a un tiempo sin que propiamente estuviera sentada en ninguna de ellas, y puesto que reposaba en la primera el espinazo, en la segunda los tacones? ¿Qué de la agilidad y destreza con que se sorbía diez docenas de ostras verdes en diez minutos, y bebíase dos o tres botellas de Rhin, que no parece sino que le untaban el gaznate con aceite y sebo para que fuese escurridizo y suave? ¿Qué de la risueña facundia con que probaba a sus amigos que tal anillo de piedras les venía estrecho al dedo, mientras a ella le caía como un guante? En suma, si la aventura que se murmuró por entonces en los bastidores de un teatrillo, y en la mesa redonda de la Alavesa, parece indigna de la prosopopeya tradicional en la mirandesca estirpe, cuando menos es justo consignar que la heroína era la más divertida, sandunguera y comprometedora zapaquilda de cuantas mayaban desafinada y gatunamente en los escenarios de París.
Y si la niña le tirase un guante diciéndole:.
Cuando se recuerdan los días preliminares del conflicto, se comprende que todo el que pensara, ya exaltado por la pasión patriótica o sin esa exaltación y contemplando el espectáculo desde fuera, en que Cuba iba a luchar contra España, en que una revolución no bien organizada iba a lanzar el guante a un Estado organizado y con recursos, no podría nunca concebir que los revolucionarios aspiraran a un éxito militar decisivo y rápido.
Besó a la duquesa, quitóse un guante, bebió dos sorbos de té.
María Valdivieso se quedó muy edificada, y las dos primas salieron, cogiendo Currita, distraída con la conversación, un guante blanco y otro negro.
Alborotóse el Gobierno, reunióse al punto Consejo extraordinario en el ministerio de la Guerra y tomóse por primera providencia la de echar el guante al señor Cánovas del Castillo y a otros muchos personajes de cuenta, entre los que se contaban el señor Pulido,.
La imaginación siempre exaltada de los madrileños aderezó el hecho con interpretaciones y comentarios, y unos vieron en él un manejo político, otros una rivalidad femenina, algunos una señal de reconciliación entre el mundo devoto y el profano, y varios, los que se decían más enterados y eran más hábiles en aquello de ajustarle las cuentas al prójimo, vieron, por el contrario, una emboscada peligrosa que la más inflexible de las beatas tendía a la más tolerante de las pecadoras, un reto del calendario piadoso a la mitología pagana, un combate singular entre la marquesa de Villasis, que arrojaba el guante, y la condesa de Albornoz, que se apresuraría sin duda a recogerlo.
Currita recogió, en efecto, el guante, y puesta en guardia al punto, manifestó su asombro con ingenua sencillez de cándida tortolilla.
Otra pequeñita, oculta bajo un guante oscuro, asomó entonces por la portezuela, posóse en la de Villamelón, y sin tocar casi en el estribo, viose saltar en tierra la elegante figura de la marquesa de Valdivieso.
¡Creese un absurdo eso de morir, cuando todo se conmueve y resucita!—Ni ¿cuál será el arbol seco, cuál el corazón gastado que permanezca aterido cuando llueven del cielo promesas de amor y placidísimas esperanzas?—Por el contrario: ¡es tan grato dejar la capa umbrosa y tétrica, atacarse el pantalón de lana dulce, desabotonarse la levita de primavera, calzarse el guante de medio color y dar cuatro vueltas por el paseo de las Estatuas! ¡Es tan dulce comprar flores, comer fresa, revolcarse en los trigos, leer a la sombra de un árbol, fumar en Chamberí hablando con un amigo, tirar a la pistola en la Fuente Castellana, almorzar en la Alameda de Osuna, escribir versos en la Montaña del Príncipe Pío, tomar leche en la Casa de Campo! ¡Es tan hermoso vivir, andar, correr, dar brincos como un corzo, estirarse como un D.
donde yo me sé, las pistolas en la faltriquera, un guante puesto y el otro quitado, el libro de memorias debajo del brazo izquierdo, el mapa de Europa en la mano derecha, cuartos para los pobres en el bolsillo del pantalón, cartas de recomendación.
En ellos se ven mezclados la mitad de unas tijeras, media cruz de Isabel la Católica, la peana de un Santo, unas hilas , el faldon de un frac, el ala de un sombrero, la muleta de un cojo que murió, el mango de un cuchillo, el mástil de una guitarra, el tacón de una bota, una caja sin fondo, tres hojas de un libro, la pasta de otro, un pedazo de entorchado de General, un zapato viudo, un guante soltero.
Doña Lupe la amenazaba con mandarla a la o con llamar una pareja, con escabecharla y ponerla en salmuera, y poco a poco se iba aplacando la fierecilla hasta que se quedaba como un guante.
Doña Lupe estaba muy satisfecha, pero sospechando que la fundadora iba a sacar el temido guante, se despidió con prisa.
La viuda de Jáuregui no hacía gran sacrificio, y su determinación estaba calculada con habilidad, pues como una de las vecinas le dijera que Guillermina pensaba echar un guante al día siguiente para atender a las apremiantes necesidades de algunos inquilinos de la casa, doña Lupe pensó de esta suerte: Con quedarme a velar, cumplo, y eso del guante no va conmigo, porque en todo el día de mañana no aparezco por aquí, ni a media legua a la redonda.
Vaya, adentro, y mañana como un guante.
La chiquilla, después que le dijo todas aquellas injurias, se puso a repasar una media, en la cual tenía metida la mano izquierda como en un guante.
Primitivo, más blando que un guante, le daba cuenta en voz reposada de lo ocurrido allí durante medio año, en materia de vacas paridas, obras emprendidas, rentas cobradas, y mientras el padre reconocía así su autoridad superior, la hija le servía diligente y humilde, con pegajosa dulzura de animal doméstico que implora caricias.
Ha habido quien se atreva a recoger mi guante: la Ciudad entera tiene los ojos fijos en mí.
—¡Por supuesto, que Antonio Arregui irá de todos modos esta tarde a la Rifa, a recoger el guante de su rival!—Así lo juró ayer, cuando se enteró de que el hijo de D.
Á malas penas acabó de entender la Argüello que los dos se quedaban en casa, cuando hizo designio sobre el asturiano, y le marcó por suyo, determinándose a regalarle de suerte, que aunque él fuese de condicion esquiva y retirada, le volviese mas blando que un guante.
Y luego, descalzándose un guante, le arrojó en mitad de la sala, y el duque le alzó, diciendo que, como ya había dicho, él acetaba el tal desafío en nombre de su vasallo, y señalaba el plazo de allí a seis días, y el campo, en la plaza de aquel castillo, y las armas, las acostumbradas de los caballeros: lanza y escudo, y arnés tranzado, con todas las demás piezas, sin engaño, superchería o superstición alguna, examinadas y vistas por los jueces del campo.
Lo cual será al revés en vuestra merced, o a mí me andarán mal los pies, si es que llevo espuelas para avivar a Rocinante, y póngame yo una por una en el Toboso, y delante de mi señora Dulcinea, que yo le diré tales cosas de las necedades y locuras, que todo es uno, que vuestra merced ha hecho y queda haciendo, que la venga a poner más blanda que un guante, aunque la halle más dura que un alcornoque, con cuya respuesta dulce y melificada volveré por los aires, como brujo, y sacaré a vuestra merced deste purgatorio, que parece infierno y no lo es, pues hay esperanza de salir dél, la cual, como tengo dicho, no la tienen de salir los que están en el infierno, ni creo que vuestra merced dirá otra cosa.

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