Ejemplos con espigada

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los más antiguos recuerdan su espigada y señorial figura cabalgando por los más recónditos pueblos de la campaña.
Mucha de su belleza está en la hermosa proporción de su espigada torre, en relación al resto de la construcción, actualmente pertenece al establecimiento educacional de niñas liceo politécnico Belén.
Edificio gótico con marcado desnivel entre la espigada nave central y las laterales.
También se diferencian en la ausencia de una espuela o saco en la base del Labelo, y la presencia de una columna limpia y espigada.
A Rosita encontré más espigada, a Nicanora más barriguda, y a Ido transparente ya de puro espiritado.
Franqueada la estancia vi en el umbral una mujer de espigada estatura, vestida de luengos paños negros que caían hasta sus pies con pliegues estatuarios.
Componíanla sus tres crías, dos varoncillos pequeños y una chavala graciosa y parlera que ya rayaba en los ocho años, y su madre doña Belén, matrona espigada, tiesa y diligente, que llevaba el gobierno de la casa.
Era el tal de estatura espigada, seco de carnes, tan acelerado y nervioso que no podía estar quieto en ninguna parte, expresivo en la mímica, suelto en la palabra, con acento andaluz de blando ceceo.
Era este de espigada estatura, representando cincuenta años, de rostro agradable, con patillitas, corbatín, el cuerpo enfundado en un levitón alto de cuello y larguirucho de faldones.
Entonces, levantándose de su asiento, se acercó al grupo que formaban Pepe y Millán junto a don José y, puesto delante del balcón, sobre cuyo hueco claro se destacó su figura negra y espigada, dijo severamente:.
amigo y paisano Costavilla, no tendría ocasión de ponerse en frecuente contacto con la hermana, aquella Anita Dolores -mujer ya espigada en los treinta años, y más desenvuelta que candorosa.
Años hacía que disfrutaban de ella, y la había completado una niña, rubio angelote al principio, hoy espigada colegiada, viva y cariñosa, nuevo encanto del hogar cuando venía a alborotarlo con sus monerías y caprichos.
Antonio recordó sus años infantiles, aquellos que pasara en mitad del arroyo, churretoso y encuerino, sus travesuras, su profesión, su encuentro con Maricucha, aquella chavalilla espigada, como un junco, y como el junco ondulante y suave.
Era el tal de estatura espigada, seco de carnes, tan acelerado y nervioso que no podía estar quieto en ninguna parte, expresivo en la mímica, suelto en la palabra, con acento andaluz de blando ceceo.
Componíanla sus tres crías, dos varoncillos pequeños y una chavala graciosa y parlera que ya rayaba en los ocho años, y su madre doña Belén, matrona espigada, tiesa y diligente, que llevaba el gobierno de la casa.

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