Ejemplos con escamoteo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El final del mandato de Menálcidas, el estratego anterior, dio la oportunidad a Calícrates de tomarse cumplida venganza del escamoteo de su parte del soborno de los oropienses.
Quedamos, pues, en que le escamoteo a la señora Clío las idas y venidas de estos llamados ejércitos, que más bien son bandas, la sorpresa de aquí, la derrota de más allá, el inmolar de prisioneros, las rápidas marchas y contramarchas.
Y era preciso sacarle de allí, porque se acercaba la hora sacramental, las cuatro, y había que ejecutar el escamoteo de la olla.
Esta reconciliación significaba, en política, el escamoteo de la libertad popular en.
Mas, el escamoteo no para en esto.
Sin embargo, a la larga, conocí el personal superior y subalterno: don Sócrates, el intendente, paisano astuto y retobado, gordo y de piernas torcidas, por andar a caballo desde niño de teta, gran mercachifle, gran especulador, gran rata del presupuesto, el presidente de la Municipalidad, don Temístocles Guerra, no sé si menos tosco o más presuntuoso, gran comerciante también, el tesorero, don Ubaldo Miró, que con un sueldo miserable alcanzaba, sin embargo, a llevar una vida casi suntuosa, gracias a su habilidad para el escamoteo y a la bondad benévola con que adelantaba los sueldos a los empleados y peones, mediante un módico interés, los secretarios, uno de la intendencia -Joaquín Valdés-, otro del Concejo -Rodolfo Martirena-, que andaban siempre a caza de propinas y que las provocaban deteniendo los expedientes todo el tiempo que podían y prolongando indefinidamente la tramitación de cualquier asunto que no interesara a los partidarios más caracterizados de la «situación».
Porque se cita el escamoteo de un reloj o el de los calzoncillos que llevaba puestos el vecino de al lado, cualquiera ratería de esas tan usuales, impunes y corrientes en la hidalga patria de Candelas y José María, cuenta él que en una ocasión le robaron su casa de Madrid, estando con su señora recibiendo a los duques de Montpensier en su palacio de la Serranía de Ronda, siendo lo admirable del caso, en su concepto, que los ladrones abrieron la puerta del gabinete de raso azul, del cual pasaron a la galería de esculturas, de ésta a la sala de los tapices flamencos, y de aquí a su despacho, cuajado de primores de arte y de objetos de lujo.
La señora debía de gozar secretamente en dar a su picardía el carácter de colocación metódica de capitales, llevando cuenta y detalle de aquel escamoteo pueril, que era sin duda uno de esos recreos cerebrales que la psicología no ha puesto ni quizás pondrá nunca en claro.

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