Ejemplos con entroncamiento

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pilastras a los lados con fina decoración de carácter italiano, frisos, delfines y candeleros, así como un rico coronamiento con decorada cornisa, son elementos fundamentales del estilo atribuible a Vazquez, en los que se advierte su directo entroncamiento con el arte quattrocentista, quizá debido a una formación en Italia, tal vez en Bolonia.
Esposa: DOÑA CATALINA DE ALENCASTRE, descendiente en línea recta, pero muy recta, de un hermano de la reina doña Catalina, mujer de D. Enrique III de Castilla, de dulce memoria... Aquí surge el temor de que esto no ha de creerlo nadie, más presentado el caso en otra forma se entenderá mejor. El verdadero apellido de doña Catalina era Alonso Castro, y había nacido la tal señora de padres hidalgos en Vargas, pueblo de la provincia de Toledo. En su casa hubo mucho trigo, pero mucho, y dieciséis pares de mulas empleadas en la labranza. Además poseía su padre dos molinos, y una cantidad de cabezas de ganado que variaba según el estado psíquico de doña Catalina en el momento de contarlo. Cómo pasó de tantas grandezas a la mezquindad de su entroncamiento con García Babel es cosa que se ignora. Lo cierto es que cuando pasó de los cuarenta y cinco, y sus hijos fueron hombres y sus hijas mujeres, doña Catalina mostró una lamentable propensión a chiflarse, lo que ocurría en ocasiones de disgusto grave o de altercado, es decir, casi todos los días del año. Entrábale a la buena señora una vibración epiléptica, un impulso de risas con lágrimas, y un braceo y un bailoteo tales que parecía la estampa del movimiento continuo. Siempre que D. Simón le llevaba la contraria, estallaba el trueno gordo entre marido y mujer, y después de tirarse recíprocamente a la cabeza lo que más a mano habían, fuese copa o tijeras, zapatilla o tubo de quinqué, Babel salía bufando por un lado, y doña Catalina saltaba con su manía nobiliaria, echando con gritos desaforados el siguiente pregón: «Yo soy descendiente de Reyes, yo me llamo doña Catalina de Alencastre, y mi tía está enterrada en la capilla de Reyes Nuevos, al lado del tío Enrique y otros tales, coronados. ¡Qué mengua para mi linaje haberme casado contigo, que eres un pelele, un sopla-ollas, un mendigo... Zape de aquí, mequetrefe, que me apestas la casa...» Dicho esto, doña Catalina solía ponerse una toquilla encarnada por la cabeza, del modo más carnavalesco, y salía de refilón por los pasillos, chillando y braceando, hasta que sus hijas la volvían a la razón haciéndole tomar tila y dándole friegas por el lomo.

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