Ejemplos con ensangrentado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Norman está abatido y convencido de que su apagones son recurrentes y que él es el responsable del trapo ensangrentado, y cualquiera que sea el crimen está conectado con el.
Ellos están horrorizados después de encontrar un trapo ensangrentado que alguien tiene de relleno en el sanitario.
Allí, el perro ensangrentado Garm, le salió al encuentro, pero Odín logró evitarlo y llegó a una puerta que se halla del lado de poniente.
Er ril, el único superviviente que llegó a ver la creación del Diario Ensangrentado, se convirtió en el PROTECTOR, el guardían del la bruja liberada del libro.
Tanto Bruno como María Dolores tienen que tomar una decisión drástica, pues para que Don Rafael no sepa que el bebé sigue vivo, María Dolores huye con el niño y Bruno mata a un animal y presenta el machete ensangrentado para hecer creer a Rafael que cumplió con el cometido y de paso le avisa a María Elena sobre el malvado plan de su padre, así como el que María Dolores se llevó a su hijo para salvarlo.
Algunas estrellas empezaban a titilar sobre la púrpura de un cielo ensangrentado por el ocaso.
Cuando más, le dedicaba un bufido irónico al verla erguida en la puerta a la hora del atardecer contemplando el horizonte, ensangrentado por la muerte del sol, con un codo en el quicio y una mejilla en una mano, imitando la actitud de cierta dama blanca que había visto en un cromo esperando la llegada del caballero de los ensueños.
Fue ese el tópico obligado, y Martí me decía: los suramericanos enviamos trozos humanos putrefactos para que estos países los escarben y examinen, mandamos el rostro ensangrentado de la Patria para que estos países lo abofeteen.
Y también , en el que cada estrofa, responde a un estado de espíritu, y en el que como él decía: a veces ruge el mar, y revienta la ola, en la noche negra, contra la roca del castillo ensangrentado, y a veces susurra la abeja, merodeando entre las flores.
El cadáver ensangrentado había estado todo el día en la mesa de las autopsias, entre las manos de los anatomistas, y a esa hora se encontraba en la iglesia.
La muerte violenta de Florencia d’Arda, fuera por suicidio o por asesinato, era inexplicable sin una disidencia, sin una discordia, sin un drama: la hipótesis del acuerdo de las dos parejas era inadmisible en presencia del ensangrentado cadáver.
Se veía el pecho ensangrentado.
Los palos seguían en alto, relucían las navajas en los grupos, pero nadie se aproximaba a Batiste, y éste retrocedió lentamente de espaldas, enarbolando el ensangrentado taburete.
La banquera llegaba pálida y abatida, y tenía, en efecto, ensangrentado el lóbulo de la oreja izquierda.
Arrimose Andrés al arca de la vestimenta, debajo del Cristo ensangrentado, y sin atender poco ni mucho a lo que se celebraba, siguió dando rienda a su pensamiento.
Le mataría, sí señor, le mataría, y después, ¡qué escena tan trágica! el teniente a sus pies, atravesado de una estocada, Amparito, desmelenada, sollozante, increpando al cielo, y él erguido como gigantesco fantasma, el ensangrentado acero en la mano, y en el rostro una sonrisa desesperada, infernal, loca, algo que recordase el último acto del.
¡Eh! ¿qué tal? Que se lo diga a ustedes, señores, que se lo digaexclamó el cura con aire triunfal, y sin querer aguardar la réplica que el escribano estaba meditando, se metió con un solo movimiento la casulla por la cabeza, tomó el bonete, hizo una profunda reverencia al Cristo ensangrentado, y salió de la sacristía dirigiéndose al altar mayor.
Y allí estaba el Cristo cuya mortecina luz reflejó en el ensangrentado acero del Estudiante.
Matasiete extendió, como orgulloso, por segunda vez el brazo y el cuchillo ensangrentado y se agachó a desollarlo con otros compañeros.
Erguida y quieta como una estatua, permanecía la joven al pie del ensangrentado lecho con los ojos fijos en el rostro blanco y afilado, semejante al de un Cristo de marfil, de aquel valeroso guerrero a quien tanto admiró por la tarde, y de esta manera esperaba con visible zozobra a que el sin ventura despertara de aquel profundo letargo, que podía terminar en la muerte.

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