Ejemplos con diligencia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En seguida se metió con su familia y con su tesoro en la diligencia, y se largó a Madrid, buena escuela, como él decía, para tomar aire y tono que lucir después en la ciudad.
Pero cuanta mayor era mi diligencia, con tanta más insidia, suavidad y mimo me perseguían, me cercaban, me penetraban.
El cansancio me tenía rendido, el estropeo del viaje en la malhadada diligencia me había magullado de pies a cabeza, y principié a sentir el desmayo precursor del sueño.
Creerían que la diligencia llegaba más tarde.
La diligencia se detuvo en la garita.
¿Qué haría el inexperto escolar, apenas salido del colegio, convertido en jefe de familia? Respondía de su diligencia, de su abnegación, pero no fiaba en sus aptitudes.
La plática, iniciada con una frase lisonjera en elogio de su diligencia, se iba enredando poco a poco, sin saber cómo, y más de una vez la tía Pepilla vino a interrumpir nuestra charla.
Tenía Belén vara alta con las señoras, por su humildad y devoción y por la diligencia con que iba a contarles cuanto hacían y decían sus compañeras.
Su diligencia pasmosa trocábase en dejadez, y como las madres la reprendieran, no les respondía nada cara a cara, pero en cuanto volvían la espalda, dejaba oír gruñidos, masticando entre ellos palabras soeces.
Había sido cura de tropa, y a las monjas no les acababa de gustar la marcial diligencia de su capellán.
No estaré fuera sino poco tiempo, porque tomaré un coche, y haré la diligencia en media hora.
Por su diligencia, su honradez y por la puntualidad con que remitía los fondos recaudados, sus comitentes le apreciaban mucho.
Deja tu diligencia para mañana.
Bien dices, Pedro dijo uno, aunque no será menester usar de esa diligencia, que yo me quedaré por todos.
A lo menos respondió Sancho, supo vuestra merced poner en su punto el lanzón, apuntándome a la cabeza, y dándome en las espaldas, gracias a Dios y a la diligencia que puse en ladearme.
Luego imaginó don Quijote que aquél era el dueño del cojín y de la maleta, y propuso en sí de buscalle, aunque supiese andar un año por aquellas montañas hasta hallarle, y así, mandó a Sancho que se apease del asno y atajase por la una parte de la montaña, que él iría por la otra y podría ser que topasen, con esta diligencia, con aquel hombre que con tanta priesa se les había quitado de delante.
Los que yo tengo respondió don Quijote son de serviros, tanto, que tenía determinado de no salir destas sierras hasta hallaros y saber de vos si el dolor que en la estrañeza de vuestra vida mostráis tener se podía hallar algún género de remedio, y si fuera menester buscarle, buscarle con la diligencia posible.
Harto mejor sería no buscalle, porque si le hallamos y acaso fuese el dueño del dinero, claro está que lo tengo de restituir, y así, fuera mejor, sin hacer esta inútil diligencia, poseerlo yo con buena fe hasta que, por otra vía menos curiosa y diligente, pareciera su verdadero señor, y quizá fuera a tiempo que lo hubiera gastado, y entonces el rey me hacía franco.

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