Ejemplos con decidme

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ya habéis visto los males y los bienes que os ofrecen el uno y el otro sistema, pues bien, ahora decidme vosotros: ¿qué queréis?.
Y ahora, libertinos, sacos de podredumbre, decidme.
Decidme, ¿no ha parecido Cristeta? ¿Qué demonios la entretiene tantos días en Palacio? Será que la Reina Cristina no sabe gobernarse sin ella.
Decidme vos: ¿ha parido ya la María Grijalva, de Peralvillo, que casó con el hijo de Santiago el Zurdo, mi compadre?.
Volved, pues, pueblo norte-americano, por vuestras legendarias libertades, llevad la mano a vuestros corazones, y decidme: ¿Os sería agradable que en el curso de los sucesos, Norte-América se encontrara en la triste situación de un pueblo débil y oprimido, y Filipinas nación libre y poderosa, en guerra con vuestros opresores, solicitara vuestro auxilio, prometiéndoos libertar de tan pesado yugo, y después de vencer a su enemiga con vuestra ayuda, os sojuzgara, negándoos esa libertad?.
Pero ¿qué había de común entre el pesar, el desengaño ni los celos de doña Rosa Sandoval de Gamboa, y el pesar, el desengaño y la desolación de la pobre Josefa, más desamparada y sola que antes desde el punto que se separó del médico Montes de Oca y volvió a cruzar el umbral de su casita en la calle del Aguacate? Con razón pudo entonces exclamar con el salmista:Venid, cielos y tierras, aves que pobláis el aire, peces que llenáis las aguas, brutos que holláis los campos, y decidme: ¿Hay dolor comparable con el dolor mío?.
—Renta la puta que me parió, y ¡estoy yo agora para decir lo que renta! respondió el sacristan con algun tanto de demasiada cólera: decidme, hermano, si sabeis algo, si no quedad con Dios, que yo la quiero hacer pregonar.
-Bien se la sabrá guardar -dijo Leonisa-, porque sabe guardar muy bien la suya, pero decidme, señor, ¿cómo o con quién vino Ricardo a esta isla?-Vino -respondió Mahamut- con un cosario que le cautivó estando en un jardín de la marina de Trápana, y con él dijo que habían cautivado a una doncella que nunca me quiso decir su nombre.
—Pues ¿quién ha de decir cosa que os ofenda, y mas estando yo delante? decidme qué gente es esta, que me parece que os ha alborotado su venida.
Juan, porque jamas supe ni quise encubrir mi nombre: pero decidme, señor, quién sois, porque yo no caiga en alguna descortesía.
—Decidme, señora, ¿este niño y el que me trujisteis, o me trujeron poco há, es todo uno?.
—Así lo creo yo, respondió ella, pero con todo eso, decidme, señor, ¿cómo vino a vuestro poder ese rico sombrero, o adónde está su dueño, que por lo ménos es Alfonso de Este, duque de Ferrara?.
—¡Ay desdichada de mí! Señor mio, decidme luego, sin tenerme mas suspensa: ¿conoceis el dueño dese sombrero? ¿Dónde le dejastes, o cómo vino a vuestro poder? ¿Es vivo por ventura, o son esas las nuevas que me envía de su muerte? ¡Ay bien mio, qué sucesos son estos! ¡Aquí veo tus prendas, aquí me veo sin tí encerrada, y en poder que, a no saber que es de gentiles hombres españoles, el temor de perder mi honestidad me hubiera quitado la vida!.
—Pues decidme, huésped, dijo el corregidor, ¿dónde está una muchacha que dicen que sirve en esta casa, tan hermosa, que por toda la ciudad la llaman la Ilustre Fregona, y aun me han llegado a decir que mi hijo D.
—Bien se la sabrá guardar, dijo Leonisa, porque sabe guardar muy bien la suya, pero decidme, señor, ¿cómo o con quién vino Ricardo a esta isla?.
—No vengo a hurtar, respondió el mordido, ni sé si vengo o no fuera de camino, aunque bien veo que vengo descaminado: pero decidme, señores, ¿está por aquí alguna venta o lugar donde pueda recogerme esta noche, y curarme de las heridas que vuestros perros me han hecho?.
Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien? Si no, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades? Cuanto más, que habéis de considerar que yo no escogí la hermosura que tengo, que, tal cual es, el cielo me la dio de gracia, sin yo pedilla ni escogella.
Decidme, Sancho preguntó el duque: ¿vistes allá en entre esas cabras algún cabrón?.
Decidme, hermano escudero: este vuestro señor, ¿no es uno de quien anda impresa una historia que se llama del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que tiene por señora de su alma a una tal Dulcinea del Toboso?.
Decidme, señor, si sois servido, algunos versos mayores, que quiero tomar de todo en todo el pulso a vuestro admirable ingenio.
Mas, decidme: ¿qué es eso de ínsulas, que no lo entiendo?.
Acuérdome que un día dije a uno destos pertinaces: Decidme, ¿no os acordáis que ha pocos años que se representaron en España tres tragedias que compuso un famoso poeta destos reinos, las cuales fueron tales, que admiraron, alegraron y suspendieron a todos cuantos las oyeron, así simples como prudentes, así del vulgo como de los escogidos, y dieron más dineros a los representantes ellas tres solas que treinta de las mejores que después acá se han hecho? Sin duda respondió el autor que digo, que debe de decir vuestra merced por La Isabela, La Filis y La Alejandra.
Venid acá, gente soez y malnacida: ¿saltear de caminos llamáis al dar libertad a los encadenados, soltar los presos, acorrer a los miserables, alzar los caídos, remediar los menesterosos? ¡Ah gente infame, digna por vuestro bajo y vil entendimiento que el cielo no os comunique el valor que se encierra en la caballería andante, ni os dé a entender el pecado e ignorancia en que estáis en no reverenciar la sombra, cuanto más la asistencia, de cualquier caballero andante! Venid acá, ladrones en cuadrilla, que no cuadrilleros, salteadores de caminos con licencia de la Santa Hermandad, decidme: ¿quién fue el ignorante que firmó mandamiento de prisión contra un tal caballero como yo soy? ¿Quién el que ignoró que son esentos de todo judicial fuero los caballeros andantes, y que su ley es su espada, sus fueros, sus bríos, sus premáticas, su voluntad? ¿Quién fue el mentecato, vuelvo a decir, que no sabe que no hay secutoria de hidalgo con tantas preeminencias, ni esenciones, como la que adquiere un caballero andante el día que se arma caballero y se entrega al duro ejercicio de la caballería? ¿Qué caballero andante pagó pecho, alcabala, chapín de la reina, moneda forera, portazgo ni barca? ¿Qué sastre le llevó hechura de vestido que le hiciese? ¿Qué castellano le acogió en su castillo que le hiciese pagar el escote? ¿Qué rey no le asentó a su mesa? ¿Qué doncella no se le aficionó y se le entregó rendida, a todo su talante y voluntad? Y, finalmente, ¿qué caballero andante ha habido, hay ni habrá en el mundo, que no tenga bríos para dar él solo cuatrocientos palos a cuatrocientos cuadrilleros que se le pongan delante?.
Habláis de modo, señora Clara, que no puedo entenderos: declaraos más y decidme qué es lo que decís de alma y de lugares, y deste músico, cuya voz tan inquieta os tiene.
Decidme ahora si queréis seguir mi parecer y consejo en lo que os he propuesto.
Pero, decidme, señores, si habéis mirado en ello: ¿cuán menos son los premiados por la guerra que los que han perecido en ella? Sin duda, habéis de responder que no tienen comparación, ni se pueden reducir a cuenta los muertos, y que se podrán contar los premiados vivos con tres letras de guarismo.
Decidme, señor dijo Dorotea: ¿esta señora es cristiana o mora? Porque el traje y el silencio nos hace pensar que es lo que no querríamos que fuese.
Ésta es, ¡oh señores!, la amarga historia de mi desgracia: decidme si es tal, que pueda celebrarse con menos sentimientos que los que en mí habéis visto, y no os canséis en persuadirme ni aconsejarme lo que la razón os dijere que puede ser bueno para mi remedio, porque ha de aprovechar conmigo lo que aprovecha la medicina recetada de famoso médico al enfermo que recebir no la quiere.
Decidme, buen hombre dijo don Quijote, ¿sabéis vos quién sea el dueño destas prendas?.
- Pues bien: decidme dónde encontraré a su autor.

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