Ejemplos con chapetonada

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cierto día, se vio con un paisano que era el dueño del almacén que ahora le pertenecía. No podía atenderlo por impedírselo otros negocios y al dependiente que dejaba lo había pillado varias veces en flagrante delito de hurto. Desalentado, quiso deshacerse de él a toda costa y lo cedió a D. Juan en magníficas condiciones. Este, más se decidió por lo barato que por otra cosa. El aprendizaje le costó algunas pérdidas, y en los primeros repuestos de surtido pagó la chapetonada comprando infinidad de clavos. Ya cuando se prometía entrar en vida normal y cosechar algunos frutos, se inauguró un lujoso almacén en la esquina que hacía cruz con el suyo y en ambas restantes había dos más: con mayor capital tenían por consiguiente más recursos para atraerse los compradores.
En aquellos días, el Oficial de mar pagó la chapetonada, que así llamaban los peruanos, desde tiempos remotos, a la fiebre de aclimatación, tributo de que pocos europeos se eximían en la costa del Pacífico.
¡Qué majestuosa me pareció aquella sala la primera vez que entré en ella, con el pecho algo oprimido, como quien penetra en un antro misterioso! ¡Y con qué religiosa atención escuché lo que se decía, pagando la chapetonada y conquistando así el derecho de no hacerlo más tarde!.
Mientras se terminaba la fábrica del palacio de Lima, tan aciago para el primer gobernante que lo ocupara, es de suponer que Francisco Pizarro no dormiría al raso, expuesto a coger una terciana y pagar la chapetonada, frase con la que se ha significado entre los criollos las fiebres que acometían a los españoles recién llegados a la ciudad.
A esos cuatro o seis meses de obligada terciana era a lo que llamaban pagar la chapetonada, aunque prójimos hubo que dieron finiquito en el cementerio o bóveda de las iglesias.
No hay que hacer, la Pampa siempre desconoce, durante un tiempo, al que no ha nacido en ella, y antes que el extranjero sea capaz de cruzar campo sin perderse, de afilar su cuchillo como es debido, de hacer un nudo que asegure de veras el caballo, de ensillar como la gente, de hacer fuego, en cualquier parte, por cualquier tiempo y con cualquier cosa, de adquirir, en una palabra, por experiencia, por reflexión y por observación, algo de los dones nativos del gaucho, tiene que pagar más de una vez la chapetonada.

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