Ejemplos con canto

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los oficios canónicos, las ceremonias del culto, el canto del órgano, el resplandor de las luces, el misterioso recato de las imágenes, todo esto me enternecía y agitaba hasta los posos del alma, y tanto más en la medida que iba entendiendo el latín.
Belarmino se aplacía en el canto religioso: , dice la Escritura.
Era también muy aficionado al canto.
Los ladridos lastimeros alteraban el canto de los canónigos, y el reía, mientras que allá, en la reja del coro, torcía el gesto el buen Esteban, amenazándole con la vara de palo.
Gabriel, escuchando el canto monótono de los sacerdotes mozárabes, recordaba las luchas en tiempo de Alfonso VI entre la liturgia romana y la de Toledo, el culto extraño y el nacional.
Y entonces escribió este lamento, esta despedida a la vida, cuya grandeza no puede ser igualada por ningún canto, por ninguna palabra de la religión.
En lo alto del coro gangueaba el órgano de vez en cuando, intercalándose en el canto llano, pero sonaba perezosamente, con desmayo, por pura obligación, y parecía lamentarse de su esfuerzo en la penumbra solitaria.
A juzgar por los fragmentos que quedan, si ahora se ejecutase la tal música nada tendría de religiosa, tal como se entiende hoy la religiosidad en el arte, pues sería un canto como el de los moros, o los chinos, o algunos griegos cismáticos que aún persisten en las liturgias antiguas.
Y los gorriones, los pardillos y las calandrias, que huían de los chicos como del demonio cuando los veían en cuadrilla por los senderos, posábanse con la mayor confianza en los árboles inmediatos, y hasta se paseaban con sus saltadoras patitas frente a la puerta de la escuela, riéndose con escandalosos gorjeos de sus fieros enemigos al verlos enjaulados, bajo la amenaza de la caña, condenados a mirarlos de reojo, sin poder moverse y repitiendo un canto tan fastidioso y feo.
En el fondo, sobre las obscuras montañas, coloreábanse las nubes con resplandor de lejano incendio, por la parte del mar temblaban en el infinito las primeras estrellas, ladraban los perros tristemente, con el canto monótono de ranas y grillos confundíase el chirrido de carros invisibles alejándose por todos los caminos de la inmensa llanura.
Rodaba el canto del gallo de barraca en barraca.
Si hasta me parecía oír aquella voz argentina, insinuante, sugestiva, que sonaba en mis oídos como el canto de un arpa eólica.
Le nacía daño el canto infantil, y para no llorar salió rápidamente del paseo, siguiendo el pretil del río.
Aquella vida siempre dada al ensueño, siempre mecida en los columpios de la fantasía, alimentada y nutrida con platillos lamartinianos, era desviada, acaso perniciosa, pero ¡ay! tan bella, que cada hora, suya se me antojaba como el canto de un poema sublime cuyas delicadezas y excelsitudes nos arrancan de esta pobre vida terrena y nos llevan a vivir en un mundo ideal, me parecen como una sinfonía adormecedora, algo como la música de los grandes maestros, así como de Mozart, Beethoven o Wagner, que nos saca de la penosa y prosaica vida material y por breves horas nos hace felices, aniquilando en nosotros todo dolor, todo fastidio.
Un gallo ronco lanzaba, de tiempo en tiempo, su canto de ensoberbecido sultán.
El constelado firmamento hacía gala de sus pálidos fuegos, la tierra dormía silenciosa, y de cuando en cuando se oía a lo lejos el ladrido de un perro o el canto de un gallo.
A lo lejos, tras las cortinas de los árboles que circuían el verdoso estanque, sonaba el canto de un corro de niñas confundiéndose con el juguetón parloteo de los traviesos gorriones:.
Sí, allí unas tonalidades de color enérgicas y rabiosas sofocaban a otras apagadas y tristes, como el canto de las sirenas, imperioso, enervante, desordenado, intenta sofocar el himno místico de los peregrinos.
Algunos se detenían sonriendo al oír el canto tristón y apagado, que parecía salirle de los talones, pero ¡valiente caso hacía él de los curiosos! ¡Como si una alma grande no estuviera, en sus dolores, por encima de la vulgaridad!.
¡La muerte!pensaba yo, mientras Mauricio silbaba entre dientes un canto melancólico.
¡Qué bien se harmonizaba aquel vibrante vocerío con el despertar de valles y montañas, con los preludios del pueblo alado, con el susurro de las arboledas, con el canto idílico del Pedregoso, con el centellear de los luceros, y con el mugir de las vacadas en el cercano ejido!.
Aun brillaban en la Sierra los últimos reflejos del día, y mientras subían del valle los mil rumores de la naturaleza adormecida, las voces del río y el canto de los pájaros, me puse a contemplar el magnífico cuadro que tenía delante.
Las horas pasaban dulcemente, dulcemente, como las ondas del río lejano que nos enviaba, a través de los bosques rumorosos, y de las alamedas del jardín, el canto misterioso de sus turbias aguas.
¡Qué largo me parecía el camino! ¡Con qué ansia me aguardarían mis tías! ¡Qué anhelo el mío por llegar a la ciudad! La campana de la aldea sonaba festiva, y el viento matinal, fresco e impetuoso, traía hasta allí las mil voces de los templos villaverdinos, música incomparable que repetida por los ecos parecía el canto de los valles y de los bosques.
Pero ahoracontinuó en tono más dulce, ya que no puedo ser pianista, me dedico al canto.
¡Qué delicioso era el anonadamiento del poetilla, apoyado en la balaustrada, sintiendo en su rostro el fresco viento que tantas cabriolas hacía dar a las cometas de papel! Allí estaba la sinfonía, una verdadera pieza clásica con su tema fundamental y él percibía con los ojos el misterioso canto, como si la mirada y el oído hubiesen trocado sus maravillosas funciones.
Sólo el graznar del borracho o el canto del enamorado turbaban la callada paz de la ciudad histórica.

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