Ejemplos con cárabos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los martines pescadores son abundantes al igual que los cárabos.
Otras aves que pueblan el territorio son azores, becadas, búhos reales, cárabos, carboneros, codornices, cuervos, golondrinas, gorriones, grajos, halcones, herrerillos, lechuzas, mochuelos, palomas, perdices, petirrojos, tordos y quebrantahuesos.
Vi el , concurrido de tantos mercaderes y de la pobretería pintoresca de , juglares, mendigos y fascinadores de serpientes, admiré el con lindas casas europeas, descendí por la calle principal al , hervidero de judíos, de españoles y de otros europeos que han traído las modas haraganas de cafés y cantinas, seguí hasta el puerto, donde vi los cárabos y faluchos que hacen la navegación del Estrecho, y algún vapor de Marsella o Gibraltar, vi la Aduana opulenta con tantísimos ganapanes afanados en el mete y saca de fardos y cajones, salime luego por la puerta que da paso a la playa, corrí por las arenas de ésta, viendo la cáfila interminable de moros campesinos que llegan diariamente al mercado seguidos del burro y la familia, con cargas míseras de carbón o de leña, y por allí anduve largo rato considerando cuán intensa y lacerante es la pobreza de este pueblo marroquí, y qué poco alivio recibe de la civilización europea, por la castiza inflexibilidad y resistencia del carácter berberisco.
Apenas se había embarcado el Padre Contreras con sus queridos rescatados, cuando de repente se vio rodeada su embarcación por siete cárabos de piratas, pero una nube espesa cubrió la embarcación y ocultó a los cristianos a la vista de sus enemigos.
Llegado que hubieron ben-Carime y Zama al vallecillo del Tarajar, diéronse un punto de descanso a la orilla del arroyuelo de agua potable que lo atraviesa, procedente de las alturas de Sierra-Bullones, y en aquella tan segura y áspera soledad, que parecía recién salida de manos del Criador y no estrenada todavía por el hombre, a la vista de un mar solitario, únicamente surcado, tal o cual noche de luna, por cárabos de piratas o buques oficiales de Europa encargados de perseguirlos, la mora se puso a lavarse y peinarse, y el moro saco el manuscrito y volvió a leerlo con tanta emoción como la primera vez.
Nada, pues, había de extraño en la proposición de don Román, ni de particular en que la aceptase su hija, antes al contrario, tenía ésta, desde meses atrás, inexplicable complacencia en asistir a las fiestas del valle, como si en algunas de ellas esperara continuar el asunto que quedó pendiente en el baile del palacio de los Cárabos.
Vi el Zoco grande, concurrido de tantos mercaderes y de la pobretería pintoresca de derviches, juglares, mendigos y fascinadores de serpientes, admiré el Marchan con lindas casas europeas, descendí por la calle principal al Zoco chico, hervidero de judíos, de españoles y de otros europeos que han traído las modas haraganas de cafés y cantinas, seguí hasta el puerto, donde vi los cárabos y faluchos que hacen la navegación del Estrecho, y algún vapor de Marsella o Gibraltar, vi la Aduana opulenta con tantísimos ganapanes afanados en el mete y saca de fardos y cajones, salime luego por la puerta que da paso a la playa, corrí por las arenas de ésta, viendo la cáfila interminable de moros campesinos que llegan diariamente al mercado seguidos del burro y la familia, con cargas míseras de carbón o de leña, y por allí anduve largo rato considerando cuán intensa y lacerante es la pobreza de este pueblo marroquí, y qué poco alivio recibe de la civilización europea, por la castiza inflexibilidad y resistencia del carácter berberisco.
Yo le quería mucho, es cierto, yo me interesaba intensamente por su situación, siempre de pie a la cabecera de su espanto, y de tácito modo le ayudaba a escudriñar los cárabos de su pesadilla, en fin, yo llegué por último, a registrar de hecho los bolsillos y los menores actos de numerosos compañeros y empleados del establecimiento, tanteando el escondido pelo de su tragedia inminente.

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