Ejemplos con bolsas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Dicho grupo está a su vez integrado en el holding Bolsas y Mercados Españoles.
, que también es conocido simplemente como Mercados Financieros, es un holding integrado dentro de Bolsas y Mercados Españoles formado por:.
, que a su vez es parte del holding Bolsas y Mercados Españoles.
Una bolsa de harina se utiliza para hacer tres hogazas de panes y es necesario cada dos bolsas de harina un estéreo de leña.
Las bolsas de patatas fritas llevan un atmósfera de nitrógeno con un leve presión, para evitar que se aplasten.
En la pared del arquénteron se forman una o varias bolsas.
La defensa solicitó la cotejación con las huellas encontradas en los objetos que contenían las bolsas pero el juez negó la prueba.
Testificó la Guardia Civil para declarar que ninguna de las huellas dactilares encontradas en las bolsas de plástico se correspondía con las de Dolores Vázquez.
Según los investigadores estas bolsas fueron unidas entre sí con cinta adhesiva en forma de sudario.
A poca distancia del cuerpo se encontraron dos bolsas de basura tipo industrial o comunitaria de color negro conteniendo entre otros objetos personales dos camisetas, de las cuales una de ellas era de color blanco con el anagrama Nike, pero no se encontró en dichas bolsas ninguna vestimenta correspondiente a la parte inferior ni tampoco de su ropa interior.
Existen bolsas y cofres de dinero repartidos por los niveles, asimismo, siempre que Sir Dani aplaste ratas con el martillo, se le reportara una pequeña cantidad de dinero, todo ello se sumara a un contador y podrá ser intercambiado con el Contrabandista por munición o recarga de armas, escudo y armadura.
, decía el cosmoses decir, el diccionario, y Belarmino veía, en efecto, brotar de la página el dicho cuadrúpedo rumiante, aunque muy mermado de proporciones, y salir andando despaciosamente por el piso, pero a los pocos pasos, el perfil de la bestia, ya de suyo sinuoso, se deformaba más todavía, evolucionaba, se transformaba, el animal se ponía en dos pies, aparecía vestido con uniforme, la cabeza, sin perder la expresión primitiva, tomaba rasgos humanos, las jorobas se convertían en alforjas, que colgaban al pecho y espalda, y de una de las bolsas salía un gran cartapacio.
Un artillero les mostró dos bolsas unidas de tela blanca, bien repletas.
Saltó una de las bolsas convertida en estrella: sus patas serpentearon buscando al recién llegado.
Abajo se conmovieron las tres bolsas informes.
Esa risa surge siempre de los mismos resortes: la miseria grotesca, los piojos, el bacín barnizado que tiene el hidalgo por todo mueble, las tretas del hambre para quitarle al compañero la provisión de mendrugos, las mañas para cazar bolsas de aquellas damas tapadas que ejercían la prostitución en los templos y sirvieron de modelo a nuestros poetas del siglo de oro para pintarnos un mundo mentiroso del honor: la mujer esclava, entre rejas y celos, más deshonesta y viciosa que la hembra moderna con toda su libertad.
Una vez decidida la dama a dar el baile de trajes, la gran fiesta de en que habían de bailar tirios y troyanos, rancios personajes que figuraban en la y plebeyos burgueses empinados por la Revolución, era necesario encontrar algo nuevo, algo sorprendente que fuera el clou de la fiesta y dejase con la boca abierta a los pobrecillos profanos, a los Martínez y comparsa, convidados espurios que hubiera dicho el tío Frasquito, que cuidaría muy bien ella de barrer de sus salones en cuanto la caritativa empresa de socorrer a los heridos del Norte hubiera dado un buen tanteo a sus repletas bolsas.
Era necesario, sin embargo, allegar recursos para preparar el ejército, y las bolsas exprimidas, las codicias alarmadas y los egoísmos latentes dificultaban mucho la ejecución del proyecto.
Iba delante de mí un grupo de chiquillos que venían de la Escuela Nacional , alegres, parlanchines, con sus bolsas de brin en bandolera, muy cuidadosos de sus tinteros, unas botellitas tapadas con un corcho y pendientes de un hilo que los granujas se enredaban en el índice de la mano derecha.
Las locomotoras chorreaban agua y fuego juntamente, y en los hules de las plataformas del tren de mercancías se formaban bolsas llenas de agua, pequeños lagos donde habrían podido beber los pájaros, si los pájaros tuvieran sed aquel día.
Por lo mismo Julián y Nucha se hablaron muy de quedo, mientras la señorita manejaba la aguja de calcetando unos zapatitos que parecían bolsas.
De lance en lance volvieron a las alabanzas del huésped encerrado, y contaron de su desmayo y encerramiento, y de que no habia querido cenar cosa alguna: ponderaron el aparato de las bolsas, y la bondad del cuartago y del vestido vistoso que de camino traia: todo lo cual requeria no venir sin mozo que le sirviese.
Preguntóle si queria cenar, y respondió que no, mas que solo queria que se tuviese gran cuidado con su cuartago: pidió la llave del aposento, y llevando consigo unas bolsas grandes de cuero, se entró en él y cerró tras sí la puerta con llave, y aun a lo que despues pareció arrimó a ella dos sillas.
Llegaron a Argales, y cuando creyó el criado que sacaba Avendaño de las bolsas del cojin alguna cosa con que beber, vió que sacó una carta cerrada, diciéndole que luego al punto volviese a la ciudad, y se la diese a su ayo, y que en dándola les esperase en la puerta del Campo.
—Sea en buen hora, dijo el otro, y en merced muy grande tengo la que vuesa merced me ha hecho en darme cuenta de su vida, con que me ha obligado a que yo no le encubra la mia, que diciéndola mas breve, es esta: Yo nací en el Pedroso, lugar puesto entre Salamanca y Medina del Campo: mi padre es sastre, enseñóme su oficio, y de corte de tijera con mi buen ingenio salté a cortar bolsas: enfadóme la vida estrecha de la aldea y el desamorado trato de mi madrastra: dejé mi pueblo, vine a Toledo a ejercitar mi oficio, y en él he hecho maravillas, porque no pende relicario de toca, ni hay faldriquera tan escondida, que mis dedos no visiten, ni mis tijeras no corten, aunque le estén guardando con los ojos de Argos: y en cuatro meses que estuve en aquella ciudad, nunca fuí cogido entre puertas, ni sobresaltado ni corrido de corchetes, ni soplado de ningun cañuto, bien es verdad que habrá ocho dias que una espía doble dió noticia de mi habilidad al corregidor, el cual aficionado a mis buenas partes quisiera verme, mas yo que por ser humilde no quiero tratar con personas tan graves, procuré de no verme con él, y así salí de la ciudad con tanta priesa, que no tuve lugar de acomodarme de cabalgaduras, ni blancas, ni de algun coche de retorno, o por lo ménos de un carro.
—Calla, niña, que la mejor señal que este señor ha dado de estar rendido, es haber entregado las armas en señal de rendimiento, y el dar, en cualquiera ocasion que sea, siempre fué indicio de generoso pecho, y acuérdate de aquel refran que dice: al cielo rogando, y con el mazo dando, y mas, que no quiero yo que por mí pierdan las jitanas el nombre que por luengos siglos tienen adquirido de codiciosas y aprovechadas: ¿cien escudos quieres tú que deseche, Preciosa, que pueden andar cosidos en el alforza de una saya que no valga dos reales, y tenerlos allí como quien tiene un juro sobre las yerbas de Estremadura? Si alguno de nuestros hijos, nietos o parientes cayere por alguna desgracia en manos de la justicia, ¿habrá favor tan bueno que llegue a la oreja del juez y del escribano, como estos escudos, si llegan a sus bolsas? Tres veces por tres delitos diferentes me he visto casi puesta en el asno, para ser azotada, y de la una me libró un jarro de plata, y de la otra una sarta de perlas, y de la otra cuarenta reales de a ocho, que habia trocado por cuartos, dando veinte reales mas por el cambio: mira, niña, que andamos en oficio muy peligroso y lleno de tropiezos y de ocasiones forzosas, y no hay defensas que mas presto nos amparen y socorran, como las armas invencibles del gran Filipo: no hay pasar adelante de su : por un doblon de dos caras se nos muestra alegre la triste del procurador y de todos los ministros de la muerte, que son arpías de nosotras las pobres jitanas, y mas precian pelarnos y desollarnos a nosotras, que a un salteador de caminos: jamas por mas rotas y desastradas que nos vean, nos tienen por pobres, que dicen que somos como los jubones de los gabachos de Belmonte, rotos y grasientos, y llenos de doblones.
A esto dijo el ventero que se engañaba, que, puesto caso que en las historias no se escribía, por haberles parecido a los autores dellas que no era menester escrebir una cosa tan clara y tan necesaria de traerse como eran dineros y camisas limpias, no por eso se había de creer que no los trujeron, y así, tuviese por cierto y averiguado que todos los caballeros andantes, de que tantos libros están llenos y atestados, llevaban bien herradas las bolsas, por lo que pudiese sucederles, y que asimismo llevaban camisas y una arqueta pequeña llena de ungüentos para curar las heridas que recebían, porque no todas veces en los campos y desiertos donde se combatían y salían heridos había quien los curase, si ya no era que tenían algún sabio encantador por amigo, que luego los socorría, trayendo por el aire, en alguna nube, alguna doncella o enano con alguna redoma de agua de tal virtud que, en gustando alguna gota della, luego al punto quedaban sanos de sus llagas y heridas, como si mal alguno hubiesen tenido.

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