Ejemplos con billetes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El señor Dupont ,- unos billetes sobre la mesa.
En resumen: Perico, que tenía movimientos vivos y locuacidad inagotable, pero de hielo la cabeza, de tal suerte entendió las marchas y contramarchas, retiradas y avances de la empeñada acción que todos los días se libraba en el Casino, que después de varias fortunitas chicas, vino a caerle un fortunón, en forma de un mediano legajo de billetes de a mil francos, que se guardó apaciblemente en el bolsillo del chaleco, saliendo de allí con su paso y fisonomía de costumbre, y dejando al perdidoso dado a reflexionar en lo efímero de los bienes terrenales.
¡Los billetes, señores!gritó en voz seca e imperiosa.
No es para perdida cartera como aquella, repleta de dinero en sus formas más variadas y seductoras: oro, plata, billetes de Banco, letras.
Rompía los ojales del chaleco con la enorme cadena cargada de dijes, y él, que antes cuidaba de salir con poca calderilla en el bolsillo, por miedo a los compromisos o a la tentación de entrar en algún café, sacaba ahora, a tuertas y a derechas, su gran cartera de hombre de negocios repleta de billetes del Banco, y muchas veces escandalizaba a los camareros presentando para pagar un refresco un papelote de mil pesetas.
¡Qué emoción! En la plaza de la Reina ya le temblaban las piernas a Micaela, pensando en el arrugado papel de estraza que contenía los billetes mugrientos, y más aún en que iba a verse ante aquel señor de quien todos se nacían lenguas.
Hablaban de las modas del verano, de lo que iba a llevarse , mientras los hombres, formando grupo cerca de los balcones, daban en su conversación eternas vueltas en torno del cuatro por ciento interior y de los billetes hipotecarios de Cuba.
Y el señor Cuadros hablaba del dinero con expresión de desprecio echando atrás la cabeza y sacando el vientre como si lo tuviera forrado con billetes de Banco.
——Yo, por ejemplo, no le pagaría al maestro de coches: el maestro de coches tomaría un palco en la Zarzuela y lo dejaría a deber: la empresa de la Zarzuela ajustaría cantantes y no les daría un maravedí: los cantantes comerían en la fonda, y dirían : el fondista haría lo mismo con el carnicero, el pescadero, el cazador y el hortelano: el hortelano tomaría fiado en la tahona: el tahonero debería el trigo al labrador: el labrador no llevaría la renta al propietario: el propietario no pagaría las contribuciones, y el Gobierno le debería a todo el mundo!—Y, a propósito del Gobierno: de esta manera, no habiendo oro, plata, cobre, billetes de banco ni papel del Estado, resultaría que todos los ministros serían sumamente morales, a no ser que se dedicaran a robar cuadros y alhajas, cosa que ni siquiera puede imaginarse, sobre todo en nuestra hidalga nación.
Y el sabio, el inventor, el cómico, el gigante, el enano, así el que tiene una rareza en el alma, como el que la tiene en el cuerpo, lo mismo el monstruo de siete brazos o de tres narices, que el filósofo de doble vista, el charlatán y el reformador, el que escribe melodías y el que hace billetes falsos, todos vienen a vivir algún tiempo a esta inmensa casa de huéspedes.
Yo toco el oro, yo veo los billetes de Banco, yo giro letras sobre las primeras casas de Europa, yo recorro mis fincas, yo taso mis coches, mis cuadros, mis muebles, mis libros, mis estátuas, mis caballos, mis músicos, mis bufones, mis caridades, mis placeres, todos mis gastos, yo soy rico, en fin, y pienso en lo que piensan los más opulentos, y duermo poco, como a ellos les acontece.
—¡Ven a las filas!—La inteligencia, la hermosura, la intriga, el valor, los billetes de Banco y hasta la honradez son las armas del combate.
¿Qué me importará a mí que sea mañana último día de billetes, ni que el número sea bonito o feo? Se me ocurre comprar un billete, y dárselo a Guillermina.
Pero tenía doña Lupe tan fino olfato para descubrir dinero, que estaba segura de dar con los billetes si los había.
Los billetes se esconden tan fácilmente, que no hay manera de encontrarlos.
Escribirle, no nada más que meter los dos billetes de dos mil reales dentro de un sobre y devolvérselos.
Fortunata, de cuya casa venía, le había dado mil duros para que se los colocara del modo que lo creyera más conveniente y sin querer admitir recibo Al pronto sospechó la señora de Jáuregui si serían falsos los billetes pero ¡quia, si eran más legítimos que el sol! Tal prueba de confianza le llegaba al alma, porque no sólo era confianza en su honradez, sino en su talento para hacer producir dinero al dinero Pues además, Fortunata, en el curso de la conversación, había dado a entender que tenía acciones del Banco, sin decir cuántas.
No le dejaba en su testamento más que algunos regalitos, llamándola , pero, por medio de un agente de Bolsa muy discreto, se hizo una operación en que la chulita figuraba como compradora de cierta cantidad de acciones del Banco, dándole además, de mano a mano, algunas cantidades en billetes.
No se convenció Fortunata, que era algo terca, pero aplazó la devolución de los billetes para el día siguiente.
El , como decía Torquemada, no podía menos de dulcificarla, y llegándose a donde estaba el delincuente, que no se había movido de la butaca, le puso una mano en el hombro, empuñando fuertemente en la otra los billetes, y le dijo:.
¡Buena ha sido, buena!exclamó doña Lupe, oprimiendo contra su seno la mano en que tenía los billetes, tan bien cogidos que no se veía el papel por entre los dedos.
Torquemada hizo una separación de billetes, dando la mayor parte a doña Lupe.
Debía de ser muy rica, pero muy rica, porque él veía que Torquemada le llevaba de billetes.
Villuendas tomó de un cercano montón dos duros y los añadió a los billetes del cambio.
Podrá ser Guillermina se despidió rogando a los dependientes que le cambiaran por billetes tres monedas de oro que llevaba.
Manejaban el con absoluta indiferencia, cual si los sacos de monedas lo fueran de patatas, y las resmas de billetes, papel de estraza.
Los dependientes que estaban haciendo el recuento y balance, metían en las arcas de hierro los cartuchos de oro y los paquetes de billetes de Banco, sujetos con un elástico.
Guillermina, después de sacar varios bonos, como billetes de teatro, y dar a la infeliz familia los que necesitaba para proveerse de garbanzos, pan y carne por media semana, dijo que se marchaba.
En la caja habían entrado ya los primeros billetes del Banco de San Fernando, que sólo se usaban para el pago de letras, pues el público los miraba aún con malos ojos.
¡Ay cielos, y cuántos billetes le escribí! ¡Cuán regaladas y honestas respuestas tuve! ¡Cuántas canciones compuse y cuántos enamorados versos, donde el alma declaraba y trasladaba sus sentimientos, pintaba sus encendidos deseos, entretenía sus memorias y recreaba su voluntad!.

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