Ejemplos con batuecas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El Valle de las Batuecas se encuentra situado entre las provincias de Salamanca y Cáceres.
Fueron invasores los Suevos que llegaron hasta Plasencia y Coria, habiendo invadido anteriormente las tierras llamadas de los arragones que se creecomprendían Las Hurdes y Las Batuecas.
En el Parque Natural de Las Batuecas tenemos que empezar citando como lugares de culto y sagrados las cuevas prehistóricas que aparecen a lo largo del Valle.
En las sierras de Gredos, Guadarrama y Sistema Ibérico, en las comarcas de las Batuecas, las Villuercas, la Vera, Tierra de Pinares y sector de los Picos de Urbión, aparece la casa entramada.
El término Batuecas se refiere a los siguientes términos geográficos, todos ellos situados al sur de la provincia de Salamanca, España:.
Su mayor población se encuentra en la sierra de Gredos, entre las provincias de Cáceres y Ávila, también existe una población destacada en Las Batuecas.
En cuanto a la temática predominan las barras y puntos seguidos en frecuencia por los antropomorfos y los zoomorfos, en ocasiones formando escenas, observándose como peculiaridad de las Batuecas, una clara tendencia naturalista.
La técnica de este arte es sumamente simple y uniforme, se reduce en general a tintas planas y trazos lineales, generalmente en rojo y en ocre, y en menor medida en negro o amarillo, así como el blanco, que en el caso de las Batuecas, es relativamente frecuente.
La ausencia de documentos escritos hasta finales del XVIII, sobre las Batuecas y su adscripción geográfica a una de las comarcas más aisladas de España, contribuyeron a forjar una visión legendaria y mítica, ampliamente difundida por la literatura y la tradición popular.
La alquería hurdana de Las Mestas está enclavada en la confluencia del río Batuecas y el río Ladrillar.
¡Ay, Facundo! Tú, como vives en las Batuecas, no te has enterado de que el mismo valor tiene la virginidad entre cristianos que entre insectos.
Y uno que parecía venido de las Batuecas se descolgó con esta tocata: Me dirijo a usted en nombre de un grupo de federales de ley.
-O aunque sea de la República de las Batuecas.
¡si me habrá engañado el maldito francés y los que declararon que mi hija estaba en Jauja, en el Cuzco, en Arequipa, o en las Batuecas de los Andes! ¿Serán también una farsa los versos con que quisieron darme fe del alumbramiento de la niña? ¡Ajos!, no me falta más sino que tenga razón ese puerco mojigato de Binondo, que me asegura la muerte de Mara y su viaje al otro mundo para no volver de él.
¡Hombre, ni que hubiera venido de las Batuecas!.
¡Tanto mortificarse por conjugar, por construir las oraciones, por escribir correctamente la y la ! ¿Pues y las nociones geográficas? ¡Qué les importará de nuestras pobres penínsulas, de nuestros ríos y continentes, de si Prusia linda con la Polonia o con las Batuecas! No, no creo que nuestras sabidurías permanezcan allá, pues la Muerte no sería, como dicen, dulce amiga, si al caer en sus brazos no saliera de nuestros cerebros todo este serrín que nos metéis a la fuerza los profesores, amenazándonos con el infierno de la ignorancia, el cual tengo yo por un bonito y cómodo infierno.
¡Desgraciado sujeto! Preso estuvo en la Cartuja de Sevilla, y después confinado a las Batuecas, consumiéndose de tristeza.
Hablo yo de las Batuecas otro día, y cito una frase de usted, o que la supongo de usted, anteponiéndola el adjetivo chispeante, feliz.
Déjate, pues, ya de habladurías, que te han de costar la vida, o la lengua, imítame a mí, y escribe sólo de aquí en adelante cartas simples y serias de familia, como ésta, donde cuentes hechos, sin reflexiones, comentarios ni moralejas, y en las cuales nadie pueda encontrar una palabra maliciosa, ni un reproche que echarte en cara, sino la sencilla relación de las cosas que natural y diariamente en las Batuecas acontecen, o lo que sería mejor, ni aun eso escribas, que para que esta habilidad no se te olvide, bastará que pongas semanalmente la cuenta de la lavandera.
Y uno que parecía venido de las Batuecas se descolgó con esta tocata: «Me dirijo a usted en nombre de un grupo de federales de ley.
¡si me habrá engañado el maldito francés y los que declararon que mi hija estaba en Jauja, en el Cuzco, en Arequipa, o en las Batuecas de los Andes! ¿Serán también una farsa los versos con que quisieron darme fe del alumbramiento de la niña? ¡Ajos!, no me falta más sino que tenga razón ese puerco mojigato de Binondo, que me asegura la muerte de Mara y su viaje al otro mundo para no volver de él.
Pero si esperan a llamar buen gobierno a aquel que a cada vecino le dé veinticuatro mil reales de renta por su manifiesta adhesión, nunca le habrá para las Batuecas, porque el que más y el que menos somos adictos y muy adictos a tomar la paga el último día del mes y aunque sea el primero del siguiente.
Me parece, con todo eso, que este país promete no ha mucho tiempo que hubiera creído si yo hubiera sido capaz de creer, como llevo dicho, que a la vuelta de un par de siglos ya no habría batuecos sobre la superficie de la tierra: en este supuesto, pudieras haber arrojado por la ventana tu recado de escribir, porque hubiera llegado el caso de que tus desmedidas alabanzas hubieran venido a ser inoportunas, pero como acaso las volvamos presto a merecer, porque eso está en la posibilidad de las vicisitudes humanas, y todo se puede esperar de nuestro buen natural, te aconsejo que no borres todavía las Batuecas de tu mapa.
Mucho me agrada cuanto me dices acerca de las Batuecas, son, efectivamente, muchas las ventajas que llevan a otros países, como dices muy bien en tus números, no sé cuántos, que esto es material, al fin es mi país y tengo en eso fundada mi vanidad, aunque no hay un motivo.
que quiere decir en conclusión que aquí ni se lee ni se escribe, y cuánto tenemos por fin que agradecer al cielo, que por tan raro y desusado camino nos guía a nuestro bien y eterno descanso, el cual deseo para todos los habitantes de este incultísimo país de las Batuecas, en que tuvimos la dicha de nacer, donde tenemos la gloria de vivir, y en el cual tendremos la paciencia de morir.
«¿Querrá usted que en estas Batuecas unas gentes acostumbradas a su oficina, y sus once, y su Gaceta, y su cigarro, vayan a enfrascarse en la cabeza media docena de ciencias y artes útiles, como las llaman, para vivir de otra manera que han vivido hasta ahora, sin el descanso de la mesada, ni los gajes de manos puercas? Bien sabe Dios que eso es tontería, porque yo y los que a mí se parecen, que no son pocos, tenemos las cabezas mejores que para ciencias y artes para moldes de pelucas, y lo digo con vanidad.

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