Ejemplos con bambollas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Nada, nada: dejémonos de virreinatos y de bambollas.
En aquella memorable noche, ¡con qué lentitud corrieron para mí las primeras horas de ella! Desde la muerte de mi padre me acompañaban a la mesa dos solteronas, primas de él, y no muy sobradas de recursos, aunque sí de bambolla: los parientes más cercanos que me quedaban por la rama paterna, pues por la materna los había tan próximos y más abundantes, según mis noticias, aunque yo no los conocí jamás, porque, también según informes oficiosos, hubo invencible empeño en ello de parte de quien tenía el deber de empeñarse en lo contrario. Pues comiendo conmigo aquella noche las dos parientas mencionadas, estuve a pique de cometer con ellas los mayores desatinos. Me sabía de memoria su fealdad, sus presunciones y bambollas, su incurable fisgoneo, y estaba bien avezada a sus bachilleradas y pegoterías, sin que nada de ello influyera desfavorablemente en el sentimiento, de compasión más que de otra cosa, que las pobres señoras me inspiraban, pero en aquella ocasión me pareció, su fealdad insoportable, me repugnaba el buen apetito con que comían, y me causaban escalofríos y convulsiones su voz, sus palabras y sus ademanes. Sin poderlo evitar, las remedaba con mis gestos, y para contradecirlas, que era en todo cuanto hablaban, remedaba también sus voces con la mía. Las hubiera tirado con los platos de muy buena gana, y no me diera por satisfecha sin arrojarlas a escobazos del comedor.
Hasta aquí he podido contenerme por las razones que te he dicho, pero tal se han puesto ya hoy las cosas, tal es la violencia en que vivimos, y tan amargo y tan negro es lo que está pasando la pobre Irene por culpa de tus bambollas irracionales, que rompo por todo esta noche, y te juro por el santo nombre de Dios crucificado.
Caín, que había lamentado mucho todas aquellas catástrofes, y que había socorrido con la cortedad propia de su peculio y de su egoísmo a las apuradas huérfanas, había ido olvidándolas, no sin dejarlas antes en poder del sanísimo consejo de que «se dejaran de bambollas.
Una de las cosas más reales en España es la pobreza, pintarla con toda su corte de apuros, sordidez, bambollas, disimulos, envidia, codicia, esperanzas, caídas y desesperaciones, es tan oportuno, útil y patriótico como describir las glorias de Zaragoza y Gerona y dar ipecacuana al mísero estómago que la necesita.

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