Ejemplos con amagando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Así le dirá Iriarte: ¿y, porqué, si el objetivo nuestro era salvar a los que se defendían aún en Arrieta, amagando por el flanco izquierdo, no se maniobró por la derecha con destreza para de este modo, unir nuestros esfuerzos con los de aquellos valientes y salvarlos?.
Burns llama a Homer para retarlo por su bajo desempeño, amagando con despedirlo todo el tiempo.
El destacamento volvió a sus anteriores posiciones, donde había quedado la otra mitad de la división, amagando las posiciones defensivas de Gondra.
Y brujuleando así entre calles, vio Ana que por la acera de enfrente venía un mozo muy guapo y apuesto, que este mozo miraba mucho a María, que María se puso encendida como la grana, y que el mozo, no muy dueño de sí, anduvo, al cruzarse con ella, atarugado y confuso, amagando palabras que no pronunció y saludos que no hizo.
Don Rodrigo, atónito y turbado, apenas supo qué responder en un principio a una declaración en la cual a un tiempo se cifraban la ruina de su prosapia, el riesgo de una vida para él tan preciosa, y el sinfín de males con que estaba amagando el porvenir a la institución.
Vieron ya una, tan nueva como lucida, atravesando tres coronas y amagando a otras.
Los dos soldados le acometieron de frente y enarbolaron el sable amagando un hachazo a la cabeza.
Fuera de sí, con los ojos dilatados de una manera feroz, con la boca entreabierta por la ansiedad terrible, don Francisco se lanzó sobre Moreira, amagando tal estocada, que los dos paisanos que presenciaban la lucha lanzaron un débil grito creyendo que el sable se había sepultado en el pecho de Moreira.
Venció la armada del rey, compuesta de naves de la Cilicia y la Fenicia, ganó todas las ciudades de Chipre, amagando a las de Egipto, siendo su ánimo nada menos que de destruir todo el imperio del rey, mayormente después de haber entendido que era grande el poder y autoridad de Temístocles entre los bárbaros, y que había ofrecido al rey, al mover guerra a los Griegos, que él iría de general.
La recuerdo como si la viera: un maitén enorme tendía parte de sus ramas sobre la casita blanca con techo de totora, en el corredor, eternamente la Andrea, su mujer, lavando en la artesa una ropa más blanca que la nieve, una montura llena de pellones y amarras colgada sobre un caballete de palo, y dos gansos chillones y provocativos en la puerta, amagando eternamente nuestras medias rojas que parecían indignarles.

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