Ejemplos con admiré

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En todos vi caras afligidas y largas, y admiré las arrugadas levitas que habían sacado del fondo de los cofres para presentarse ante las reales personas, así como las chisteras abolladas y peinadas a contrapelo en las precipitaciones que la etiqueta les imponía.
Por hacer tiempo a que llegara su amo nos llevó al aposento alto en que moraba, en el cual admiré el buen arreglo y la comedida elegancia de un vivir modesto y dichoso.
Hombre más salado no he visto, y si en la primera visita me cautivó por su gracejo, cuando el trato afinó mi conocimiento, le admiré por su talento macho y por la viveza con que percibía y atrapaba las ideas políticas culminantes en cada día, y la claridad con que veía la fase de razón de esa idea, la fase de oportunidad y la fase de peligro.
Admiré la soberana perfección de su fingimiento, y de él tomé modelo para instruirme y doctorarme en el estudio de mi figurada ignominia.
Admiré en la mía el pasmoso instinto con que sorteaba las pendientes resbaladizas.
Vi el , concurrido de tantos mercaderes y de la pobretería pintoresca de , juglares, mendigos y fascinadores de serpientes, admiré el con lindas casas europeas, descendí por la calle principal al , hervidero de judíos, de españoles y de otros europeos que han traído las modas haraganas de cafés y cantinas, seguí hasta el puerto, donde vi los cárabos y faluchos que hacen la navegación del Estrecho, y algún vapor de Marsella o Gibraltar, vi la Aduana opulenta con tantísimos ganapanes afanados en el mete y saca de fardos y cajones, salime luego por la puerta que da paso a la playa, corrí por las arenas de ésta, viendo la cáfila interminable de moros campesinos que llegan diariamente al mercado seguidos del burro y la familia, con cargas míseras de carbón o de leña, y por allí anduve largo rato considerando cuán intensa y lacerante es la pobreza de este pueblo marroquí, y qué poco alivio recibe de la civilización europea, por la castiza inflexibilidad y resistencia del carácter berberisco.
Desde mayor distancia, resguardado por un grupo de hombres, vi y admiré al Arcipreste revestido con espléndida ropa.
Al verle en pie, para corresponder a mi saludo, admiré su arrogante figura y la ruda belleza del rostro en que habían escrito sus rigores el viento y el sol.
Nunca me pareció tan bello este suelo de bendición, nunca oí con deleite tan vivo el murmullo de los arroyos que del monte descienden, nunca admiré con tanto fervor la obra de Allah, que creó toda la tierra y los cielos sin el menor cansancio.
Mientras señora Juana ponía delante de mí el café, el pan, la mantequilla, y no recuerdo qué más, y en tanto que la tía Pepa me servía, admiré a la joven.
Yo me admiré en ver qué de tiempo habían vivido.
Yo era recién entrado en aquella casa y, como tal, me admiré de lo que en ella avía, porque, si dixe era comedia y entremés, dixe bien, conocida la casa de Gonçalo y la de mis vezinas.
¡Con qué ganas le aplaudí, y qué fervorosamente le admiré! Y aun dije para mí:.
»Pero, con todo, sigo gozando de la vida, admirando lo que siempre admiré y otras cosas más que antes no había.
Nunca me pareció tan bello este suelo de bendición, nunca oí con deleite tan vivo el murmullo de los arroyos que del monte descienden, nunca admiré con tanto fervor la obra de Allah, que creó toda la tierra y los cielos sin el menor cansancio.
Pero lo admiré, cuando me hizo el cuadro acabado de la situación.
«Señorita: He lamentado infinito el fallecimiento de don Higinio, a quien siempre quise mucho, como viejo amigo de mi padre, y a quien siempre admiré y respeté como a uno de los hombres más representativos de nuestra provincia, y sobre todo de nuestro amado pueblo de Los Sunchos.
Al verle en pie, para corresponder a mi saludo, admiré su arrogante figura y la ruda belleza del rostro en que habían escrito sus rigores el viento y el sol.
Desde mayor distancia, resguardado por un grupo de hombres, vi y admiré al Arcipreste revestido con espléndida ropa.
Vi el Zoco grande, concurrido de tantos mercaderes y de la pobretería pintoresca de derviches, juglares, mendigos y fascinadores de serpientes, admiré el Marchan con lindas casas europeas, descendí por la calle principal al Zoco chico, hervidero de judíos, de españoles y de otros europeos que han traído las modas haraganas de cafés y cantinas, seguí hasta el puerto, donde vi los cárabos y faluchos que hacen la navegación del Estrecho, y algún vapor de Marsella o Gibraltar, vi la Aduana opulenta con tantísimos ganapanes afanados en el mete y saca de fardos y cajones, salime luego por la puerta que da paso a la playa, corrí por las arenas de ésta, viendo la cáfila interminable de moros campesinos que llegan diariamente al mercado seguidos del burro y la familia, con cargas míseras de carbón o de leña, y por allí anduve largo rato considerando cuán intensa y lacerante es la pobreza de este pueblo marroquí, y qué poco alivio recibe de la civilización europea, por la castiza inflexibilidad y resistencia del carácter berberisco.
Admiré en la mía el pasmoso instinto con que sorteaba las pendientes resbaladizas.
Comprendí, en aquel instante, la grandeza del gesto anarquista, y admiré el júbilo magnífico con que la dinamita atruena y raja el vil hormiguero humano.
Admiré su profundo juicio, y le obedecí, reduciendo estas hojas al menor número posible, no obstante la repugnancia que arriba dije, y empiezo observando lo mismo respecto a esta introducción preliminar, advertencia, prólogo, proemio, prefacio, o lo que sea, por no aumentar el número de los que entran confesando lo tedioso de estas especies de preparaciones y, no obstante su confesión, prosiguen con el mismo vicio, ofendiendo gravemente al prójimo con el abuso de su paciencia.
celebrado: Yo te confieso que aunque reconocí y admiré en esta portentosa fábrica del.
—Eso admiré yo mucho —dijo Andrenio— , ver descender el agua tan repartida, con.
Yo me lucí en Roma, admiré a los fieles en Madrid, deslumbro a los vetustenses y seré Obispo cuando llegue a los sesenta.
Lo primero que admiré fue su barba y su cabellera.
En cuanto a mí, con admirar tanto como admiré la atrocidad heroica de Pito Salces, y con sentir tan hondamente como sentí el percance tremendo del pobre Chisco, aún me resultaba poco todo ello en comparación del cuadro de horrores que yo había estado forjándome en la cabeza durante el día y una buena parte de la noche.
¡Magnífico! Te admiré y te aplaudí, dudando si excedió la magnitud de la causa la valentía de la defensa ¡Dígote que honrarás el nombre que llevas o no habrá justicia en el mundo!.
- Te aseguro, Echecrates, que si toda mi vida había admirado a Sócrates, en aquel momento le admiré más que nunca, porque tuvo muy prontas sus respuestas, lo que en realidad no es sorprendente en un hombre como él, pero lo que me pareció primero más digno de admiración fue el ver con qué dulzura, con qué bondad y con qué aire de aprobación escuchó las objeciones de aquellos jóvenes y, en seguida, con qué sagacidad observó la impresión que nos causaron, y como si fuéramos vencidos que huyeran, nos llamó, nos hizo volver la cabeza y nos condujo de nuevo a la discusión.

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