Ejemplos con acompañando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El pobre tísico rompió a cantar, acompañando cada verso con un cloqueo final que estremecía su pecho y arrebolaba sus mejillas.
Algunas mañanas que Jaime se quedaba en el lecho viendo filtrarse por las rendijas la luz lívida y difusa de un día tempestuoso, tenía que levantarse apresuradamente al oír la voz de su compañero, que cantaba la misa acompañando los latinajos con pedradas a la torre.
Nunca había dicho más, acompañando con la misma exclamación de su confuso pensamiento hacia Dios las alegrías y los dolores.
Luego fué derramando una lluvia de pétalos por toda la superficie del túmulo, grave y ceñuda, como si cumpliese un rito religioso, acompañando la ofrenda con salutaciones de su pensamiento: A ti, que tanto amaste la vida por sus bellezas y sus sensualismos A ti, que supiste hacerte amar de las mujeres Lloraba mentalmente su recuerdo con tanta admiración como dolor.
Otros, desde los pisos superiores, arrojaban objetos, acompañando sus envíos con bromas y carcajadas.
Se marchaba: salía inmediatamente acompañando a su madre.
Al encontrar en su casa a Elena acompañando a la hermana mayor, también seguía adelante.
Sonaban arpas y violines acompañando la última romanza que Nápoles había puesto de moda en el mundo entero.
Le interesaban las matronas envueltas en velos de luto que hacían sonar el piano y el arpa, acompañando la danza con cánticos suspirantes.
Las manos se hacían ganchudas, acompañando con movimientos agresivos las vibraciones de una voz aguda y cortante.
¡Adiós comilonas y agasajos, el trato con los ricos, todo lo que le hacía ser mirado con envidia por sus antiguos compañeros cuando se dignaba subir a las canteras acompañando a los contratistas! Era un héroe, un ídolo y volvía de pronto a ser un trabajador.
Se formó en procesión el cabildo, acompañando a Su Eminencia.
El duque de Bringas entró en el palco, y a poco llegó el tío Frasquito acompañando a su sobrina Valdivieso, que rebosaba, como siempre, entusiasmo y necedad, chismes y enredos.
Nadie la conocía en el país: habíase establecido aquel verano en un caserío muy bien acondicionado, cerca de los baños de San Juan, y veíasela a menudo desde el camino pasear por la huerta acompañando a un caballero muy gordo, al parecer idiota, que lanzaba gritos extraños y tristes risotadas, y no se movía de un carrito de que tiraba a veces un borriquillo pequeño, otras un criado, algunas, con bastante frecuencia, la misma señora.
La niña cruzó las manitas y comenzó su oración, repitiéndola Diógenes en voz baja, muy lenta, con cierta especie de solemnidad augusta que recordaba las notas de un órgano acompañando el canto de un ángel:.
Y torpemente, acompañando sus expresiones con muecas y arañazos en las perneras del pantalón, fué explicándose, aunque entre palabra y palabra transcurrían a veces dos minutos.
Y de lejos, por entre el ramaje, arrastrándose sobre las verdes olas de los campos, contestaban los ecos del vals que iba acompañando al pobre hacia la eternidad, balanceándose en su barquilla blanca galoneada de oro.
Sonaba el agudo cornetín repitiendo monótonamente la contradanza moruna o acompañando las voces de los cantadores, y a su compás saltaban sobre el tablado las parejas de bailarines, que de lejos parecían polichinelas.
Y Andresito sonreía, embelesado por la gracia con que el bebé le hablaba, ahuecando la voz para imitar grotescamente el tono de sus poesías y acompañando sus palabras con gestos de píllete.
Los convidados de doña Manuela veían a poca distancia los famosos Silos de Burjasot, gigantesca plataforma de piedra, cuadrada meseta agujereada a trechos por la boca de los profundos depósitos y en la cual hormigueaba un enjambre alegre y ruidoso: corros en que sonaban guitarras, acordeones y castañuelas acompañando alborozados bailes, grupos de gente formal entregada sin rubor a los juegos de la infancia, docenas de muchachos ocupados en dar vuelo a sus cometas con grotescos figurones pintados, que al remontarse moviendo los inquietos rabos hacían el efecto de parches aplicados al azul cutis del infinito y daban al paisaje un aspecto chinesco de abanico o de pañolón de Manila.
Más santidad que en oír siete misas, hay en practicar las obras de misericordia, acompañando a los enfermos y dando un ratito de conversación a quien se ha pasado toda la noche en vela.
Después de bien cosida a puñaladas, le cortó la cabeza segándole el pescuezo, y como si aún no fuera bastante sevicia, la acribilló con cruelísimas e inhumanas cosquillas, acompañando sus golpes de estas feroces palabras: ¡Qué se me ha vuelto mi nena! Voy yo a enseñar a mi payasa a dar bromitas, y le voy a dar una solfa buena para que no le queden ganas de.
Le doy a usteddijo Aparisi, acompañando su generosidad de un gesto imperial, la friolera de sesenta metros cúbicos de piedra sillar que tengo en la Guindalera.
Acudían allí los curas acompañando y animando al rebaño de electores, a fin de que no se dejasen dominar por el pánico en el momento de depositar el voto.
Solo esta indiada, como la pasada, es hermosa, culta, bien criada y vestida: despedíme de ellos, y aquí se quedó el indio que me vino acompañando.
Este dia salí a caballo, acompañando al Señor D.
Apénas hubieron salido de la ciudad, cuando Cornelia dió cuenta al ama de todos sus sucesos, y de cómo aquel niño era suyo y del duque de Ferrara, con todos los puntos que hasta aquí se han contado, tocantes a su historia, no encubriéndole como el viaje que llevaban sus señores era a Ferrara, acompañando a su hermano, que iba a desafiar al duque Alfonso.
Todavía porfiaba mi marido, con la gorra en la mano, a querer ir acompañando al alcalde, viendo lo cual mi señora, llena de cólera y enojo, sacó un alfiler gordo, o creo que un punzón, del estuche, y clavósele por los lomos, de manera que mi marido dio una gran voz y torció el cuerpo, de suerte que dio con su señora en el suelo.
Certifico con verdad que en veinte y cinco de febrero deste año de seiscientos y quince, habiendo ido el ilustrísimo señor don Bernardo de Sandoval y Rojas, cardenal arzobispo de Toledo, mi señor, a pagar la visita que a Su Ilustrísima hizo el embajador de Francia, que vino a tratar cosas tocantes a los casamientos de sus príncipes y los de España, muchos caballeros franceses, de los que vinieron acompañando al embajador, tan corteses como entendidos y amigos de buenas letras, se llegaron a mí y a otros capellanes del cardenal mi señor, deseosos de saber qué libros de ingenio andaban más validos, y, tocando acaso en éste que yo estaba censurando, apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervantes, cuando se comenzaron a hacer lenguas, encareciendo la estimación en que, así en Francia como en los reinos sus confinantes, se tenían sus obras: la Galatea, que alguno dellos tiene casi de memoria la primera parte désta, y las Novelas.
Con facilidad será vuestra merced satisfecho respondió el licenciado, y así, sabrá vuestra merced que, aunque denantes dije que yo era licenciado, no soy sino bachiller, y llámome Alonso López, soy natural de Alcobendas, vengo de la ciudad de Baeza con otros once sacerdotes, que son los que huyeron con las hachas, vamos a la ciudad de Segovia acompañando un cuerpo muerto, que va en aquella litera, que es de un caballero que murió en Baeza, donde fue depositado, y ahora, como digo, llevábamos sus huesos a su sepultura, que está en Segovia, de donde es natural.

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