Ejemplos con acompáñame

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Vamos: acompáñame hasta la mitad del corredor.
! Acompáñame un ratito al café de San Sebastián.
Y ahora, buen Tito, acompáñame.
Pasadas las efusiones del reconocimiento o , Lagier dijo a Ibero: Acompáñame a unas diligencias, y luego te vienes conmigo a bordo, para que hablemos largo y tendido.
Acompáñame un rato, y charlaremos.
Acompáñame a la Merced y te contaré.
Vámonos, tengo prisadecía, acompáñame hasta pasado el Viaducto.
Estuvo a punto de exclamar: Acompáñame.
Voy a estar llorando todo el día: acompáñame.
Luego siguió diciéndome: Si tienes compasión de mí, si tu alma generosa se resiste a dejarme en esta soledad, enfermo y aborrecido, acompáñame y asísteme, pero que sea por voluntad tuya y no por violencia mía.
Acompáñame: tengo que salir a la calle.
¡No, no y no! Acompáñame, Nicasia.
Y como en garantía de la sinceridad de tu promesa, acompáñame al jardín.
-Bueno hijita, acompáñame a mi cuarto, con eso me arreglo un poco.
-Pues quieres acompañarme a todas partes, acompáñame a mi locura.
Vuelve allí, y acompáñame a reír de aquel marido y mujer, tan amigos de coche, que todo lo que habían de gastar en vestir, calzar y componer su casa lo han empleado en aquel que está sin caballos ahora, y comen y cenan y duermen dentro de él, sin que hayan salido de su reclusión, ni aun para las necesidades corporales, en cuatro años que ha que le compraron, que están encochados, como emparedados, y ha sido tanta la costumbre de no salir de él, que les sirve el coche de conchas, como a la tortuga y al galápago, que en tarascando cualquiera de ellos la cabeza fuera de él, la vuelven a meter luego, como quien la tiene fuera de su natural, y se resfrían y acatarran en sacando pie, pierna o mano de esta estrecha religión, y pienso que quieren ahora labrar un desván en él para ensancharse y alquilarle a otros dos vecinos tan inclinados a coche, que se contentarán con vivir en el caballete dél.
— Acompáñame, Jacinto, a hacer algunas visitas, pero te encargo que estés en ellas más callado que un cartujo, porque tú no abres Ia boca sino para soltar alguna barbaridad, con que ya sabes, tu consigna es el silencio, tú necesitas aprender oratoria en escuela de sordomudos.
Gloria, sobrina mía, acompáñame a dar una vuelta por el jardín.
-Acompáñame esta noche -dijo Polo con brutalidad.
Vamos: acompáñame hasta la mitad del corredor.
Acompáñame un rato, y charlaremos».
Acompáñame tú, Ezequiel.

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