Ejemplos con áncoras

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Bordura de oro con cuatro corazones de gules y cuatro áncoras de sable alternados.
Más tarde también se usaron rosas, áncoras o estrellas.
Sin embargo, el dia de hoy está impedido dicho rio de Santa Cruz con unos grandes bancos de arena, que se discurre amontonó en su embocadura la corriente de las mareas que es rapidísima, tanto que hace garrar las áncoras, y con la baja marea quedan descubiertos los bancos que cierran la entrada.
Llevaba designio el arraez de despuntar la isla, y tomar abrigo en ella por la banda del norte, mas sucedióle al reves su pensamiento, porque el viento cargó con tanta furia, que todo lo que habíamos navegado en dos dias, en poco mas de catorce horas nos vimos a seis millas o siete de la propia isla de donde habíamos partido, y sin remedio alguno íbamos a embestir en ella, y no en alguna playa, sino en unas muy levantadas peñas que a la vista se nos ofrecian, amenazando de inevitable muerte nuestras vidas: vimos a nuestro lado la galeota de nuestra conserva, donde estaba Leonisa, y todos sus turcos y cautivos remeros haciendo fuerza con los remos para entretenerse y no dar en las peñas: lo mismo hicieron los de la nuestra con mas ventaja y esfuerzo a lo que pareció, que los de la otra, los cuales cansados del trabajo, y vencidos del teson del viento y de la tormenta, soltando los remos se abandonaron y se dejaron ir a vista de nuestros ojos a embestir en las peñas, donde dió la galeota tan grande golpe, que toda se hizo pedazos: comenzaba a cerrar la noche, y fué tamaña la grita de los que se perdian y el sobresalto de los que en nuestro bajel temian perderse, que ninguna cosa de las que nuestro arraez mandaba se entendia ni se hacia, solo se atendia a no dejar los remos de las manos, tomando por remedio volver la proa al viento y echar dos áncoras a la mar para entretener con esto algun tiempo la muerte que por cierta tenian, y aunque el miedo de morir era general en todos, en mí era muy al contrario, porque con la esperanza engañosa de ver en el otro mundo a la que habia tan poco que deste se habia apartado, cada punto que la galeota tardaba en anegarse o en embestir en las peñas, era para mí un siglo de mas penosa muerte: las levantadas olas que por encima del bajel y de mi cabeza pasaban, me hacian estar atento a ver si en ellas venia el cuerpo de la desdichada Leonisa.
Comenzaba a cerrar la noche, y fue tamaña la grita de los que se perdían y el sobresalto de los que en nuestro bajel temían perderse, que ninguna cosa de las que nuestro arráez mandaba se entendía ni se hacía, sólo se atendía a no dejar los remos de las manos, tomando por remedio volver la proa al viento y echar las dos áncoras a la mar, para entretener con esto algún tiempo la muerte, que por cierta tenían.
Conténtate, Anselmo, y no quieras hacer más pruebas de las hechas, y, pues a pie enjuto has pasado el mar de las dificultades y sospechas que de las mujeres suelen y pueden tenerse, no quieras entrar de nuevo en el profundo piélago de nuevos inconvenientes, ni quieras hacer experiencia con otro piloto de la bondad y fortaleza del navío que el cielo te dio en suerte para que en él pasases la mar deste mundo, sino haz cuenta que estás ya en seguro puerto, y aférrate con las áncoras de la buena consideración, y déjate estar hasta que te vengan a pedir la deuda que no hay hidalguía humana que de pagarla se escuse.
” Dicho esto, compuso su semblante, y subió a la nave, llevando al niño consigo, y al punto dio orden al comandante para que levara áncoras.
Finalmente, que habiendo referido humildemente, según mi posibilidad, aunque no tan entero como era razón, las gracias del beneficio y merced recibida, siendo amonestado por la diosa y con gran pena rotas las áncoras de mi ardiente deseo, alcancé licencia, aunque tardía, para tornar a mi casa, así que echado en tierra con mi cara ante sus pies y lavándolos con mis lágrimas, matando la habla con grandes sollozos y tragando las palabras finalmente, dije en esta manera:.
Entonces todo el pueblo, así los religiosos como los seglares, con sus harneros y espuertas en las manos, llenos de olores y de otras cosas semejantes, para suplicar a su diosa, la lanzaban dentro en la nao, y asimismo desmenuzadas estas cosas con leche, las lanzaban sobre las ondas del mar, por ceremonia de sus sacrificios, hasta tanto que la nao, llena de estos dones y otras largas promesas y devociones, sueltas las cuerdas de las áncoras, fue echada en la mar con su sereno y próspero viento, la cual, después que con su ida se nos perdió de vista, los que traían las cosas sagradas, tomando cada uno lo que traía a cargo, alegres y con mucho placer, en procesión, como habían ido, se tornaron a su templo.
Transparentando la corteza de la tierra y las aguas del mar, ilumina mi espíritu ese seno oriental del Mediterráneo, donde hunden sus áncoras eternas las rocas sobre que alzó sus ciudades la raza por quien empezó a ser obra de hombres la belleza, y en una rara, hiperbólica figuración, tierra y mar se me representan como una inmensa tumba de estatuas, museo disperso donde la piedra que fue olímpica, los despojos de los dioses que, en seis siglos de arte, esculpieron los cinceles de Atenas, de Sicione y de Pérgamo, reposan bajo la agitación indiferente de la Naturaleza, que un día personificaron, y de la humanidad, que fue suya.
Jamás pierdas la fe y la esperanza, áncoras del alma y hermanas cariñosas de la caridad.
Yo la aconsejaría que cuando saliese de casa con aire se echase unas bolas de bronce o hierro en las mangas, como cuando hay en la mar borrasca que se echan áncoras, porque no se la lleve a otro lugar.
Siempre llamaba él posesión, por falsa modestia, a lo que sabía hacer suyo con todas las áncoras y garras del dominio quiritario que le facilitaban el papel sellado y los libros del Registro.
Reconociendo lo que restaba de las escuadras, conducido para ello en una lancha hasta volver a su ala derecha, se maravilló de ver a los enemigos inmóviles en el estrecho, porque la vista era de naves que estaban aferradas en sus áncoras, y habiendo estado largo rato en esta persuasión, detuvo las suyas, que aun se hallaban a ocho estadios de distancia de las enemigas.
¡Pobres barcos, a los que los huracanes dicen: ¡Marcha! ¡marcha!, como los acontecimientos se lo gritan a los hombres, y que al llegar a su patria se asen a ella con sus áncoras, como niños con sus manos al cuello de su madre!.
Los de las naves, habiendo visto su muerte, movieron un llanto que llegó a oírse desde la tierra, y levantando áncoras huyeron con precipitación.
En la misma navegación fue reuniendo gran número de naves de las ciudades litorales, a excepción de las de aquellos que estaban dados a la piratería, dirigióse a Chipre, y como allí se le asegurase que, hechos al mar los enemigos, le estaban esperando en los promontorios, retiró todas las lanchas y escribió a las ciudades, hablándoles de invernaderos y de víveres, como si allí hubiera de pasar la estación, mas, luego que tuvo viento, levantando áncoras, se hizo de repente a la vela, y navegando de día con los lienzos recogidos, y tendidos de noche, aportó salvo a Rodas.
Persuadido Mario, se prestó a ejecutarlo, y sacándole los marineros a tierra, reclinado sobre la hierba, estaba bien distante de lo que le iba a suceder, vueltos aquellos a la nave, levantaron áncoras y huyeron, creyendo que ni era cosa honesta el entregar a Mario, ni segura el salvarle.
Enfurecidos aquellos se marcharon y ellos, mudando otra vez de parecer, se encaminaron a tierra, y junto a la embocadura del río Liris, donde forma una ensenada pantanosa, echaron áncoras, proponiéndole que bajase a tierra a tomar alimento y reparar las fuerzas, que tenía decaídas, hasta que hubiese viento, que le había a la hora acostumbrada, calmándose el mar, y soplando de la laguna una brisa suave, la que era suficiente.
Esta, mientras fue sólo combatida de costado por el oleaje, pudo sostenerse y resistir por su porte y firmeza a los embates del mar, pero cuando ya empezó a soplar y rodearla el viento de tierra, dándole por la proa, corrió gran riesgo de abrirse y despedazarse: así, el más terrible de los males que se tenían presentes era el entregarse de nuevo a un mar irritado y a un viento que por puntos variaba, y con todo, levando áncoras Pirro, se lanzó mar adentro, siendo grande la porfía y empeño de sus amigos y sus guardias en estar a su lado.
Al otro Consejo de arriba lo constituyó superintendente de todo, y conservador como en dos áncoras, estaría la república menos vacilante, y quedaría el pueblo más sosegado.
Amainaron velas, echaron áncoras, y comenzó a saltar la gente en tierra.
Los bárbaros, pasando con su armada más allá de Falero, que era entonces el arsenal de los atenienses, y mantenidos sobra las áncoras, dieron después la vuelta hacia el Asia.
Lo que después de servido hace el pícaro con los incautos que le ayudaron, no lo saben éstos hasta que en la capital se verifica la declaración de soldados, y se examinan los fárragos, intencionalmente incomprensibles, que, como áncoras de salvación de sus hijos, llevaban los pobres hombres guardados cuidadosamente en el bolsillo más hondo de sus burdos chaquetones.

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