Categoría gramatical / tiempo verbal de oponiéndosele

Como Conjugación De Oponer

Verbo Transitivo

Los Verbos Transitivos son aquellos que necesitan de complemento para tener sentido pleno.

Verbo Pronominal

Los Verbos Pronominales son aquellos que se conjugan junto a un pronombre átono.

Gerundio De Oponer

El gerundio es una forma no personal del verbo y por lo tanto invariable. Se forma añadiendo el sufijo -ndo. Sirve para expresar una acción no finalizada, que todavía está en curso, no finalizada. Existe la forma simple (comiendo) y compuesta (habiendo comido). Dentro de la oración puede desempeñar una función verbal, generalmente en sentido imperativo, o la función de especificar un sustantivo como si se tratase de un adjetivo. Veamos uno ejemplos:

  • ¡Arreando!; todo el mundo a hacer las maletas que nos vamos Aquí arreando actúa como verbo de caracter imperativo
  • Llegaremos andando. Aquí andando actúa como verbo y hace referencia a una acción no finalizada
  • Me quemé la mano con agua hirviendo. Aquí hirviendo actúa como adjetivo, matizando el sustantivo agua

Ejemplos con la palabra Oponiéndosele

Después, habiéndose puesto a hablar, no le dejó, sino que oponiéndosele y mostrándose disgustado, le obligó a callar.
Pidió el tribunado de la plebe, pero, oponiéndosele la facción de Sila, quedó desairado, por lo que parece fue desde entonces enemigo de éste.
Recibida por Antípatro esta respuesta, pusiéronse a deliberar sobre sus negocios muy despacio, y llegando a este tiempo Neoptólemo, en consecuencia de su retirada, les dio cuenta de la batalla, requiriéndolos, sobre que le diesen ayuda, con encarecimiento a entrambos, pero sobretodo a Crátero, diciendo que era muy deseado de los Macedonios, y que con sólo ver su sombrero u oír su voz, corriendo se pasarían a él con las armas. Porque, en verdad, era grande la reputación de Crátero, y muchos los que se inclinaban a su favor después de la muerte de Alejandro, trayendo a la memoria que repetidas veces, a causa de ellos, había sufrido de éste notables desvíos, oponiéndosele al verle inclinado a imitar el fausto persa, y defendiendo las costumbres patrias, que por el lujo y el orgullo eran ya miradas con desdén. Entonces, pues, Crátero envió a Antípatro a la Cilicia, y él, tomando la mayor parte de las fuerzas, marchó con Neoptólemo contra Éumenes, creyendo cogerle desprevenido, en momentos en que sus tropas estarían entregadas al desorden y a la embriaguez, por haber acabado de conseguir una victoria. El que Éumenes hubiese previsto su venida y se hubiera apercibido, podría decirse que era más bien efecto de un mando vigilante que no de una pericia suma, pero el haber no solamente evitado que los enemigos entendieran qué era en lo que él flaqueaba, sino haber hecho tomar las armas contra Crátero a los que con él militaban, sin saber contra quién contendían ni dejarles conocer quién era el general contrario: tal ardid parece que exclusivamente fue propio de este general. Hizo, pues, correr la voz que volvía Neoptólemo, y con él Pigris, trayendo soldados de a caballo capadocios y paflagonios. Era su intento marchar de noche, y en la que había de ejecutarlo, cogiéndole el sueño, tuvo una visión extraña. Parecióle ver dos Alejandros que se disponían a hacerse mutuamente la guerra, mandando cada uno un ejército, y que después se aparecieron, Atena para auxiliar al uno, y Deméter, para auxiliar al otro. Trabóse un recio combate, y habiendo sido vencido el favorecido de Atena, Deméter cortó unas espigas y tejió una corona al vencedor. Por aquí infirió que el sueño se dirigía a él, pues que peleaba por el más delicioso país, en el que se veía mucha espiga que apuntaba del cáliz, porque todo estaba sembrado y ofrecía el aspecto propio de la paz, estando de una y otra parte muy vistosos los campos con aquella verde cabellera. Aseguróle todavía más el saber que la seña de los enemigos era Atena y Alejandro, y él dio también por seña Deméter y Alejandro, mandando que todos tomasen espigas y con ellas cubriesen y coronasen las armas. Muchas veces estuvo para descubrir y anunciar a los demás jefes y caudillos quién era aquel con quien iba a pelear, no siendo él solo depositario de un arcano que tanto convenía guardar y encubrir, pero al cabo se atuvo a su primer discurso, y no confió aquel peligro a otro juicio que el suyo.
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