Categoría gramatical / tiempo verbal de exhortándose

Como Conjugación De Exhortar

Verbo Transitivo

Los Verbos Transitivos son aquellos que necesitan de complemento para tener sentido pleno.

Gerundio De Exhortar

El gerundio es una forma no personal del verbo y por lo tanto invariable. Se forma añadiendo el sufijo -ndo. Sirve para expresar una acción no finalizada, que todavía está en curso, no finalizada. Existe la forma simple (comiendo) y compuesta (habiendo comido). Dentro de la oración puede desempeñar una función verbal, generalmente en sentido imperativo, o la función de especificar un sustantivo como si se tratase de un adjetivo. Veamos uno ejemplos:

  • ¡Arreando!; todo el mundo a hacer las maletas que nos vamos Aquí arreando actúa como verbo de caracter imperativo
  • Llegaremos andando. Aquí andando actúa como verbo y hace referencia a una acción no finalizada
  • Me quemé la mano con agua hirviendo. Aquí hirviendo actúa como adjetivo, matizando el sustantivo agua

Ejemplos con la palabra Exhortándose

La sedición de Catilina, que al principio había sido contenida y acobardada, cobró de nuevo ánimo, reuniéndose los conjurados y exhortándose a tomar con viveza la empresa antes que llegara Pompeyo, de quien ya se decía que volvía con el ejército.
El agorero Aristandro, que le acompañaba a caballo, llevando una especie de alba y una corona de oro, les mostró un águila que, puesta sobre la cabeza de Alejandro, se encaminaba recta a los enemigos, lo que infundió grande aliento a los que la vieron, y con este motivo, exhortándose unos a otros, la falange aceleró el paso para seguir a la caballería, que de carrera marchaba al combate.
Admirable fue la mudanza de propósito que se notó asimismo en la muchedumbre, exhortándose y excitándose a la obra unos a otros, no por repartimiento o por orden, sino tomando cada uno sitio, según sus preparativos o su voluntad, así codiciosa y precipitadamente levantaron la ciudad, revuelta con callejones, y apiñada en las casas, pues se dice que dentro del año estuvo de nuevo en pie, así en murallas como en casas de los particulares.
Los persas, defendiéndose con ardor mientras duró en pie el parapeto de sus gerras, en nada llevaban la peor parte del combate, pero después que el ala de los atenienses y de los aliados unidos, exhortándose unos a otros para hacer suya la victoria sin dejarla a los lacedemonios, redobló el ataque con nuevo brío y esfuerzo, empezó luego a mudar de semblante la acción, rompiendo con ímpetu el parapeto, y dejándose caer escuadronados y unidos sobre los persas, quienes recibiéndolos a pie firme y haciendo por bastante tiempo una vigorosa resistencia, se refugiaron al cabo a sus trincheras.
La gente más culta de Persia y mejor instruida en la historia, pretende que los fenicios fueron los autores primitivos de todas las discordias que se suscitaron entre los griegos y las demás naciones. Habiendo aquellos venido del mar Eritreo al nuestro, se establecieron en la misma región que hoy ocupan, y se dieron desde luego al comercio en sus largas navegaciones. Cargadas sus naves de géneros propios del Egipto y de la Asiria, uno de los muchos y diferentes lugares donde aportaron traficando fue la ciudad de Argos, la principal y más sobresaliente de todas las que tenía entonces aquella región que ahora llamamos Helada. Los negociantes fenicios, desembarcando sus mercaderías, las expusieron con orden a pública venta. Entre las mujeres que en gran número concurrieron a la playa, fue una la joven Io, hija de Inacho, rey de Argos, a la cual dan los persas el mismo nombre que los griegos. Al quinto o sexto día de la llegada de los extranjeros, despachada la mayor parte de sus géneros y hallándose las mujeres cercanas a la popa, después de haber comprado cada una lo que más excitaba sus deseos, concibieron y ejecutaron los fenicios el pensamiento de robarlas. En efecto, exhortándose unos a otros, arremetieron contra todas ellas, y si bien la mayor parte se les pudo escapar, no cupo esta suerte a la princesa, que arrebatada con otras, fue metida en la nave y llevada después al Egipto, para donde se hicieron luego a la vela.
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