¿Lleva tilde cautivadoras?

Hay una infinidad de palabras que se acentúan en Español, en concreto en nuestra base de datos tenemos 255.832 palabras que deben llevar tilde. Las reglas generales de acentuación son las siguientes:
  • Palabras agudas: son aquellas cuya última sílaba es tónica, deben llevar tilde aquellas que acaben en vocal, ene o ese.
  • Palabras llanas: son aquellas cuya sílaba tónica es la penúltima y llevan acento las que no terminan en vocal, ene o ese
  • Palabras esdrújulas: son aquellas cuya sílaba tónica es la antepenúltima, se acentúan siempre
Con las reglas anteriores puede parecer fácil saber cuando lleva tilde una palabra, no obstante en ocasiones saber separar una palabra en sílabas no es sencillo y pueden aparecer otros factores como los hiatos, las palabras compuestas o los acentos diacríticos que fácilmente inducen a equivocación. Por ello te ayudamos no sólo mostrandote cual es la forma correcta de escribir la palabra pero además te decimos por qué es así.

Cautivadoras no lleva tilde

Han de llevar tilde las palabras llanas que no terminen en vocal, "n" o "s".

Llamamos palabras llanas a las palabras donde el golpe de voz o sílaba tónica recae en su penúltima sílaba.

La separación silábica de CAUTIVADORAS queda así: cau-ti-va-do-ras, es llana y termina en "s" por lo tanto no se acentúa.

Ejemplos con la palabra Cautivadoras

Sus cautivadoras descripciones de los entresijos los sucesos mágicos de sus mundos imaginados distinguieron sus obras de las de autores por lo demás similares.
Hay en la personalidad de cada uno de nosotros una parte difusa, que radica en las cosas que ordinariamente nos rodean: en las cosas que forman como el molde a que, desde el nacer, nos adaptamos. Trocar por otro este complemento, mudando el lugar en que se vive, es propender a modificar, en mayor o menor grado, por una relación necesaria, lo esencial y característico de la personalidad. Toda la muchedumbre de imágenes que se ordenan y sintetizan en la grande imagen de la patria: el cielo, el aire, la luz, los tintes y formas de la tierra, las líneas de los edificios, los ruidos del campo o de la calle, la fisonomía de las personas, el son de las voces conocidas: todo ese armónico conjunto, no está fuera de ti, sino que hace parte de ti mismo, y te imprime su sello, y se refleja en cada uno de tus actos y palabras: es, cuando más objetivamente se lo considere, una aureola o penumbra de tu yo. Y de esas cosas familiares que el sentir material te pone delante a toda hora, válense el hábito, la tradición, el alma anónima que brota del concierto de una sociedad humana, para uncirte a ciertas maneras de pensar, a ciertas automáticas uniformidades, a ciertas idolatrías, a ciertas obsesiones. Alejadas de tus sentidos aquellas cosas materiales, las fuerzas cautivadoras que se valen de ellas pierden gran parte de su influjo, y aunque persistan los lazos que responden a inclinaciones perdurables y sagradas de la naturaleza, aquellos otros, más endebles, que sólo nacen de hosquedad, preocupación o prejuicio, se rompen y desvanecen, a modo de los hilos de una vasta telaraña, dentro de la cual permanecía impedida, como la mosca prisionera, tu libertad de juzgar y de hacer. La expatriación de los viajes es, por eso, antídoto supremo del pensamiento rutinario, de la pasión fanática, y de toda suerte de rigidez y obcecación. Y aún puede más, y a menudo ejerce, para vencer mayores extravíos morales, si ellos arraigan en la ocasión constante y la costumbre, una inmediata virtud regeneradora, como, en el orden físico, alcanza a contener en su desenvolvimiento males inveterados, que se afirmarían para siempre sin un cambio en el método de vida y en las influencias circunstantes. El prófugo que deja atrás el teatro de su tentación y de su oprobio, presencia el espectáculo del trabajo remunerador, toma la esteva del arado, y es el colono que exprime en paz el suelo fecundo. Un ambiente impregnado de sensualidad prepara, ya desde las entrañas de la madre, el alma de la cortesana, la permanencia en él la lleva a su fatal florecimiento, la novedad del desierto la redime: tal es la historia de Manon.
Ver ejemplos de oraciones con la palabra cautivadoras

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