Ejemplos con zumbón

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El , perdonando el tono zumbón del enemigo, estiró los brazos todo cuanto pudo para que nadie dejase de enterarse de su importancia.
Amigo, los chicos guapos tenéis esas ventajasme dijo don Ciriaco, con su tono zumbón: las mujeres están de vuestra parte.
-Pero, Serranito -le dijo Iglesias, zumbón-, ¿qué nos importa que en la usaran, para andar de viaje, zapatillas puntiagudas? ¿O es usted de los que no creen en los ? Pues mire, aquí viene Ibraim, morisco auténtico, trasconejado.
Estaba ella en las afueras de la ciudad, y en un lavadero de lanas de los señores Botifora y Compañía, los mismos que rezaban en el bando que me había relatado de memoria el zumbón de su pariente Celso.
Carlos Maturana -dijo Milagro adoptando el tono zumbón, después de pintar en su rostro, en sucesivas expresiones, la sorpresa, el enojo y la hilaridad-.
-¿Y qué fue lo que jizo ese del mote tan peguntoso? -le preguntó con acento zumbón el Talabartero.
Ana atajó aquí a su padre, temerosa de que el mozo se resintiera de la homilía que le estaban enderezando, y dijo a éste, en el tono zumbón que tan bien sentaba a la traviesa joven:.
-¿Pos a quién quiée usté que se lo diga?, -exclamó el Requena con acento zumbón-.
-Mire usté, señá Antonia, que si sigue usté asín voy a mandar un recao a mi Nena pa que me mande un tres con tres -exclamó el Pollo Clavijo con acento zumbón.
No se hizo aquél repetir la tentadora invitación, y momentos después decíale al Torongiles con acento zumbón en que brincaba la zumba:.
-¿Qué es eso? Yo te jacía en el casamiento de la Rosario -díjole con acento zumbón el de la taberna.
Y el Torongiles, al decir esto, se mordió los labios, el tono zumbón de Joselito había aumentado su intranquilidad, y cuando algunos minutos después se encontró en mitad de la calle, respiró a pleno pulmón decidido a no volver a intentar un enganche con aquel mozo, de cuya sangrienta hazaña hubiera querido conocer más pormenores, pero no le pareció discreto inquirir nada, no fuese a pensar la gente que lo hacía aconsejado por la prudencia y el temor.
Don Simón apareció en seguimiento de su hermano, tarareando aquello de cuatro boqueroncitos, y al oír las expresiones de su cara mitad, tomó el tonillo zumbón para decirle: «Prenda mía, ya sabes que yo no empino.

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