Ejemplos con torcía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En la parte norte se encontraba el barrio de Montmusart y, al sur de éste, la muralla torcía bruscamente en dirección oeste y formaba un ángulo recto bajando en dirección sur hasta encontrar el mar.
Liberal antiguo, gran admirador de Martínez de la Rosa por sus versos y por la elegancia diplomática de sus corbatas, torcía el gesto al leer los periódicos y las cartas de su hijo.
Entonces la furia de la impotencia le hacía dar saltos desiguales, convulsiones de epiléptico en que se torcía irritado, espumarajeando, con desesperada proyección al fin, caía domado y exánime, despidiendo sólo a intervalos un escaso chorro, separado por largos espacios, como las llamaradas postrimeras de la luz que se extingue.
Vió de pronto el rostro de la muerta puesto de perfil, con un ojo que se torcía hacia él graciosa y malignamente, lo mismo que debía mirar a su dueña mientras desarrollaba sus danzas misteriosas en la vivienda asiática.
Ante una blonda secular adquirida en una subasta, torcía el gesto: Más me gustaría un vestido nuevo de trescientos francos.
Quién, como don Benito, daba fuertes taconazos en el suelo mientras las bolas corrían, quién, como don Lorenzo, se inclinaba a un lado y a otro, se torcía y se retorcía como si de sus movimientos dependiese que la bola se inclinase a un sitio u otro, quién, por fin, como don Pancho, que era pequeño y gordo, casi cuadrado, se subía de un brinco al diván después de haber empujado la bola, para mejor ver los estragos que había hecho en los palos.
Los ladridos lastimeros alteraban el canto de los canónigos, y el reía, mientras que allá, en la reja del coro, torcía el gesto el buen Esteban, amenazándole con la vara de palo.
Al cabo se oyó en el corredor crujido de enaguas almidonadas: la señora jueza entró, sofocada y compuesta de fresco, según claramente se veía en todos los pormenores de su tocado, acababa de embutir su respetable humanidad en el corsé, y sin embargo no había logrado abrochar los últimos botones del corpiño de seda, el moño postizo, colocado a escape, se torcía inclinándose hacia la oreja izquierda, traía un pendiente desabrochado, y no habiéndole llegado el tiempo para calzarse, escondía con mil trabajos, entre los volantes pomposos de la falda de seda, las babuchas de orillo.
Preocupado y de peor humor a cada instante, torcía el gesto cuando algún cura entraba en su despacho frotándose las manos de gusto, a noticiarle adhesiones, caza de votos.
En efecto, por la calle de Mercaderes pasaba a la plazuela de la Catedral, torcía luego a la de San Ignacio, luego a la de Chacón, luego a la de Cuba, enseguida por la orilla de la muralla a pasar por debajo de la puerta abovedada y oscura llamada de la Punta, en que había cuerpo de guardia y daba salida a los cadáveres de la ciudad que llevaban a enterrar en el cementerio general.
Su egoísmo candoroso, pero fuerte, estaba cansado de pensar en los demás, de olvidarse a sí mismo, no quería más tiempo de servidumbre, y si Ana se quejaba, su marido torcía el gesto, y hasta llegó a hablar con voz agridulce de la paciencia y de la formalidad.
Se metían en un coche de tercera clase, entre aldeanos alegres, frescos, colorados, Quintanar dormitaba dando cabezadas contra la tabla dura, Frígilis repartía o tomaba cigarros de papel, gordos, y más decidor que en Vetusta, hablaba, jovial, expansivo, con los hijos del campo, de las cosechas de ogaño y de las nubes de antaño, si la conversación degeneraba y caía en los pleitos, torcía el gesto y dejaba de atender, para abismarse en la contemplación de aquella campiña triste ahora, siempre querida para él que la conocía palmo a palmo.
Los resabios de sus amigos procedían de la madera misma, que se torcía, como se tuerce el roble, porque es roble, aun con la polilla de los tiempos.
-¡Anda, zopenco! -rugió uno voz detrás de Bastián, mientras un nuevo estacazo le torcía hacia la izquierda-.
Y volviendo a mi café, levanteme cansado de haber reunido tantos materiales para mi libreta, pero quise echar un vistazo, antes de marcharme, por varias mesas: en una de ellas se hallaba un subalterno vestido de paisano, que se conocía que huía de que le vieran, sin duda porque le estaba prohibido andar en aquel traje, al que hacían traición unos bigotes que no dejaba un instante de la mano, y los torcía, y los volvía a retorcer, como quien hace cordón, y apenas dejaba el vaso en el platillo cuando acudía con mucha prisa a los bigotes, como si tuviese miedo de que se le escapasen de la cara, hablaba en tono bastante bajo y como receloso de que le escucharan, aunque estaba en un rincón bastante retirado con una que parecía joven, y en cuyo examen no me quise detener mucho porque me hice prudentemente el cargo de que sería prima suya o cosa semejante.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba