Ejemplos con terrible

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Lo espantable, lo que había suscitado el terrible , era el contacto con Bellido, contacto siempre molesto y congojoso, pero que aquel día, de súbito, le había herido y desgarrado hasta lo más íntimo.
¿Qué más podemos desear? El Belarmino terrible ha dejado de existir.
Entonces yo mismo fui al mercado y compré un salmón magnífico por sesenta pesetas, y yo envié el hermoso pez a mi casa, como si él fuese un regalo de la parte de un amigo, al contrario, si ella sabe que yo lo habré comprado, mi mujer me hace una terrible camorra.
¡Oh terrible combate! Gozo o peno, ya miro al lado ardiente, ya al sereno, y mirando a tu rostro, noche y día, pasan las horas de la vida mía.
Este golpe era terrible para don Simón.
Allí estaba Belarmino, empapado en la tiniebla, desfallecida el alma, atravesando un terrible y cavilando lo que debía hacer.
Te ruego me oigas, poderoso hijo de SATURNO, que conmueves el Olimpo al fruncir tu ceño terrible, y vosotros, prudentes y venerandos dioses que presidís y gobernáis a los hombres, no toméis a mal mis palabras, siempre sometidas a la voluntad del donante.
Dió un espantoso grito, movió al fin sus brazos, y de un terrible revés envió lejos de sí a y su extraña cabellera.
Cada vez que veía a su marido limpiando los dos cañones del arma, cambiando los cartuchos o haciendo jugar la palanca para convencerse de que se abría con suavidad, pasaba por su memoria la imagen del presidio y la terrible historia del tío.
Para el forzudo Batiste era un arma terrible este asiento de fuertes travesaños y gruesas patas de algarrobo, con aristas pulidas por el uso.
rugió el matón, al mismo tiempo que caía una de sus manos sobre la cara de Batiste, sonando una terrible bofetada.
En sus ojos inyectados de sangre brillaba la fiebre del asesinato, todo su cuerpo se estremecía de cólera, esa terrible cólera del pacífico, que cuando rebasa el límite de la mansedumbre es para caer en la ferocidad.
Era terrible el aspecto de aquel hombretón siempre tranquilo y cachazudo.
Pero el más pequeño, Pascualet, un chiquillo regordete y panzudo, que sólo tenía cinco años, y a quien adoraba la madre por su dulzura y su mansedumbre, prometiéndose hacerlo capellán, lloraba apenas veía a sus hermanos enzarzados en terrible pelea con los otros condiscípulos.
Y con la terrible majestad del padre latino, señor absoluto de sus hijos, más propenso a infundir miedo que a inspirar afecto, empezó a andar seguido por la trémula Roseta, la cual, al acercarse a su barraca, creía marchar hacia una paliza segura.
Pretendía escurrirse, huir de la terrible hoz, en cuya hoja se quebraba un rayo de sol y se reproducía el azul del cielo.
Y pugnaba con la madre por apartarla del ataúd, por obligarla a que entrase en el y no presenciase el terrible momento de la salida, cuando el , levantado en hombros, alzase el vuelo con las blancas alas de su mortaja para no volver más.
Sus ojos cándidos y virginales deshonráronse con una viva chispa de malicia, tras la inocencia infantil asomó la precocidad de la vida aventurera, las lecciones infames aprendidas sobre el barro de las calles, y las dos, apretando convulsivamente sus puñados de pesetas, huyeron como si las amenazase un terrible peligro.
Amó locamente a su esposa sin conocer su verdadero carácter y murió en el error, como hubiese muerto él, jurando que su madre era la mejor de las mujeres, a no haberle conducido la fatalidad al salón de su casa para hacer el más terrible de los descubrimientos.
Aquello sólo era una racha de fortuna, la terrible benevolencia de la fatalidad con los jugadores novatos: primero, la seducción de las pequeñas ganancias, y después, cuando ya están metidos de cabeza en los caprichos del azar, la ruina instantánea, completa, fulminante.
Y al mismo tiempo que señalaba a un extremo del vasto taller, cogió un pedazo de madera y lo arrojó con fuerza al lugar donde se agitaba el terrible roedor.
Les basta encerrarse en su inmenso dolor, lanzarlo en tristes estrofas al rostro de la ingrata, para que ésta desfallezca bajo el más terrible de los castigos.
Todos comían con apetito, especialmente don Juan, que, a pesar de su sobriedad de avaro, era un tragón terrible al entrar en mesa ajena.
Pero inmediatamente se contuvo, ruborizada, como si hubiese cometido una terrible inconveniencia.
¿Por qué quieres llevarte a la pobre anciana? ¡Necio de mí que no acerté a pensar que la muerte estaba tan cerca! No, sí, lo pensé, lo pensé muchas veces, pero siempre la ví lejos, ¡muy lejos! Y ahora venía de pronto, ¡insidiosa, inesperada cruel terrible! El que se muereme decía yoes como un náufrago arrebatado por las olas: lucha por ganar la orilla, todos los que le aman quieren salvarle, y no pueden, y es imposible, todo esfuerzo es inútil y el infeliz pide socorro ¡y parece que no le oyen! ¡Horrible! ¡Horrible!.
¡Odio, odio terrible, deseos insaciables de venganza, que era preciso satisfacer! Las pasiones más horrendas se agitaban en mi alma, las tinieblas del mal se agrupaban en torno mío, y al entornar los ojos percibía yo fulgores rojizos, relámpagos de sangre.
Para una cosa si es terrible, para el arreglo de la casa.
Aquel despego de la hermosa niña avivaba en mi alma, de un modo terrible, la pasión que la belleza y las cualidades de la joven habían encendido en mi, y que mi tía Pepa procuraba fomentar.
Un impulso terrible me arroja de esta casa.
La fantasía, la terrible loca, que era el ama de la casa, pasa a ser criada.

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