Ejemplos con título

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Después de varios chascarrillos, y en un momento de reposo y silencio, el señor Chapaprieta dijo recatadamente, como para su sotana: Parece confirmado que Su Santidad concede un título pontificio a los señores de Neira.
¡Firme con ellos, y cuidado con dejarse seducir por esa ! Su título de usted está firmado ya, y el empréstito cubierto, a juzgar por las últimas noticas transmitidas al Gobierno.
¿Qué valían éstos para aspirar él, como principal suscriptor, a la ofrecida recompensa? ¡Habría tantos banqueros que le aventajarían por triplicado! Podía ir comprando papel a medida que le fueran remitiendo fondos, pero ¿y si se cubría el empréstito el primer día? ¡Adiós título nobiliario entonces! No le quedaba otro remedio que a todo trance, y lo más sencillo le pareció girar a cargo de su casa las cantidades, y a las fechas marcadas por su apoderado, y negociar las letras en la Bolsa.
Así, pues, confió a su mujer el del fascinador título nobiliario, y la preguntó en seguida, con el acento más dramático que pudo, si le parecería regular proteger los amores de su hija con un semejante, cuando estaba próxima a ceñir sus sienes acaso con la ducal corona.
Si el día antes hubiera hecho las averiguaciones que acababa de hacer respecto de este personaje, en el acto habría roto con él todo género de relaciones: ¿cómo no proceder así desde el momento en que estaba abocado a ser título de Castilla? ¿Qué diría la aristocracia vieja si le veía cultivando el trato de un charlatán semejante? Pero ¿sería tiempo todavía de evitar algo que sospechaba? ¿Estaría Julieta tan resuelta como él a cortar todo trato con aquel hombre? Pero si no lo estuviera, ¿cuándo mejor que entonces habían de servirle de algo sus derechos de padre y de jefe de familia?.
Demasiado conocía el Ministro que semejante proposición era un modo, como otro cualquiera, de ocultarle don Simón que le había convencido la promesa del título nobiliario.
De la ciudad, por ejemplo, se le pedían franquicias más o menos latas para el comercio o la navegación, a título de no sé qué méritos contraídos por la en determinadas crisis políticas o meteorológicas, pues cuando se trata de pedir, toda razón se alega por motivo justo: del distrito le carreteras o canales, y tal cual elector, porque había perdido la cosecha, por obra de no sé qué plaga, pretendía que se le perdonara la contribución de aquel año, amén de dársele grano para la nueva siembra, y de declarar desde luego exento del servicio militar a un su hijo que debía entrar en el sorteo próximo.
¿Qué era él todavía en la corte? ¿Quién hablaba del señor de los Peñascales, ni de la familia del señor de los Peñascales? ¿Qué periódico había cantado su opulencia, o la de doña Juana, o los atractivos de Julieta? Por ventura, aquellas resmas de prospectos, o aquellas circulares de industriales que acaban de recibir el surtido para la estación , o las esquelas mortuorias, o los folletos insulsos que diaria y profusamente le llegaban por el correo interior y que al principio creyó muestras de una especial deferencia a su persona, pues le eran desconocidos los remitentes, ¿no se le enviaban a título de diputado a Cortes? ¿No los recibían igualmente todos sus colegas, muchos de los cuales no tenían sobre qué caerse muertos? Y fuera de estas distinciones y las que también conocemos, ¿de qué otras había sido objeto hasta allí?.
En cuanto su marido recibió el acta de su elección, se lanzó a la calle y encargó a la modista tres vestidos , y uno de Iría al Congreso, a las tribunas de preferencia, muy a menudo, a palacio alguna vez, daría rumbosas fiestas a los hombres de Estado, obsequiarían a su hija ministros y embajadores, ¡quizás obtendría un título de Castilla!.
Los jefes de los diversos grupos electorales preferían ser engañados sirviendo al Gobierno, a ser servidos a medias por un charlatán con el desacreditado título de candidato.
Posible será que, apoyados en esto mismo, y volviendo por pasiva sus antiguas censuras, le nieguen algunos alcance y transcendencia, y hasta le disputen el título de novela.
Allí tenían una hermosa finca los señores de Neira, de donde tomaron pie para el título, pero jamás iban, por lo muy apartado y fragoso de la comarca.
Nada hay tan repugnante como la ciencia que se adquiere para obtener un título académico y ganarse un sueldo con él.
Ni el Papa me puede hacer a mí santa, ni el rey noble a ti, aunque a mí me canonicen y a ti te otorguen un título de la Corona.
Gestionaba un título del reino, y por sí o por no se lo daban, y para ganar tiempo, otro del Vaticano, negocio más hacedero.
Algunas pensiones familiares francesas justifican, en efecto, su título, mediante ciertas virtudes y todos los defectos de la vida familiar, y conservan la mesa única, la mesa redonda, que en la casa de huéspedes española es de rigor.
La imagen, de piedra pintada, estofada y dorada, tiene un manto azul sembrado de estrellas de oro, que es lo que la da el título de Virgen de la Estrella.
Don Sancho, hijo de don Jaime de Aragón y hermano de la reina de Castilla, estima en más su título de caudillo que la mitra de Toledo, y al ver que los moros avanzan, sale a su encuentro en los campos de Marios, se mete en lo más fuerte del combate y cae muerto por la morisma, que le corta las manos y pone su cabeza en una pica.
Luego, en ausencia del monarca, el belicoso arzobispo echa a los moros de Quesada y de Cazorla y se apodera de vastos territorios, que pasan a ser señorío suyo con el título de.
Todos reconocían que aquel tío sabía mucho , y sin título de maestro ni miedo a que nadie se acordase de él para quitarle una escuela que no daba ni para pan, iba logrando a fuerza de repeticiones y cañazos que deletreasen y permanecieran inmóviles todos los pillos de cinco a diez años que en días de fiesta apedreaban a los pájaros, robaban la fruta y perseguían a los perros en los caminos de la huerta.
Así escribí en dos tardes un cuento de la huerta valenciana, al que puse por título.
Al relato primitivo le quité su título de , empleándolo luego en otro de mis cuentos.
Más allá, sobre el revoltijo de toldos, el tejado de cinc del mercadillo de las flores, a la derecha, las dos entradas de los pórticos del Mercado Nuevo, con las chatas columnas pintadas de amarillo rabioso, en el lado opuesto, la calle de las Mantas, como un portalón de galera antigua, empavesada con telas ondeantes y multicolores que las tiendas de ropas cuelgan como muestra de los altos balcones, en torno de la plaza, cortados por las bocacalles, grupos de estrechas fachadas, balcones aglomerados, paredes con rótulos, y en todos los pisos bajos, tiendas de comestibles, ropas, drogas y bebidas, luciendo en las puertas, como título del establecimiento, cuantos santos tiene la corte celestial y cuantos animales vulgares guarda la escala zoológica.
Eran los seres pacienzudos, honradotes y laboriosos a quienes la insolencia valenciana designa con el apodo de , título entre compasivo e infamante.
Ante su mostrador desfilaban la bizarra labradora y la modesta señorita, atraída por la abundancia de géneros de aquel comercio a la pata la llana que odiaba los reclamos, ostentando satisfecho su título de , y cifraba su orgullo en afirmar que todos los géneros eran del país, sin mezcla de tejidos ingleses o franceses.
Otros mostrábanse malhumorados y negaban rotundamente cuando se les suponía tal origen, pero él lo ostentaba con cierta satisfacción, como queriendo hacer de ello un título de gloria.
El papá había muerto siendo magistrado, y esto bastaba para que en casa de doña Manuela, con el afán de grandezas que todos sentían, no designasen a la familia por su apellido, sino por el título del difunto.
La viuda había empeñado y perdido para siempre un centenar de hanegadas de tierra de arroz que le producían muy buenos cuartos, para adquirir aquella ratonera brillante y frágil, a la que puso el título de Villa-Conchita, no sin protestas ni rabietas de Amparo.
Llegaron al paseo: una ancha faja de jardín en la orilla del río, exuberante de vegetación, pero tan sombría, que justificaba su título vulgar de paseo de los desesperados.
Ni la salud de Andrés ni su piquillo resistirían cuatro años de gastos, y cuatro años, cuando menos, me serían necesarios para que tuviera yo un título y pudiera tratar de compañero al doctor Sarmiento o al Lic.

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