Ejemplos con sosegado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Diógenes cerró los ojos, sosegado y tranquilo, como el niño que se duerme a la vista de su madre Al cabo de un gran rato, dijo:.
Este, sosegado ya y tranquilo, hallábase arrellanado en la poltrona, al calor del fuego, cuando entró Jacobo, examinaba atentamente, con aire de aficionado, los tres sellos de lacre arrancados a los cartapacios por el masón traidor y olvidados en su azoramiento encima de la mesa.
Las tales dan testimonio para ella del mérito del galán que tan amado ha sido, prestan mayor valor a que el galán se haya enamorado de ella, pues que la ha preferido entre muchas a quienes podía rendir o tenía ya rendidas, y hasta parece como que da a ella una misión alta y moralizadora y lisonjera, a saber: la de apartar a su amante, en virtud de superiores y más puros atractivos, de la senda algo extraviada que antes seguía, de darle la jubilación en su empleo de seductor y de travieso, y de convertirle en inofensivo, sosegado y juicioso padre de familia.
Si ha de decirse verdad, Maxi inspiraba aquel día a su novia un sentimiento de cariño dulce y sosegado, con su poquillo de lástima.
Renegando de su suerte estuvo hasta muy tarde, y al fin descansó con sosegado sueño.
Síntomas favorables eran la obediencia a cuanto se le mandaba, y lo juicioso y sosegado de sus respuestas.
Apoyó Ballester la idea que a su amigo le había entrado, y todo el día estuvo hablándole de lo mismo, temeroso de que se desdijera, y para aprovechar aquella buena disposición, al día siguiente tempranito, él mismo le llevó en un coche al sosegado retiro que le preparaban.
Cumplió don Eugenio el encargo diligentemente, y a poco ambos eclesiásticos, envueltos en cumplidos montecristos, atados los sombreros por debajo de la barba con un pañuelo para que no se los llevase el viento fuerte que corría, bajaban el repecho de la carretera al sosegado paso de sus monturas.
Reinaba en la cocina orden perfecto: todo limpio, sosegado y solitario, la persona más severa y amiga de censurar no encontraría qué.
Y tornándole a abrazar, y a hacer nuevos y verdaderos ofrecimientos, el mancebo algo mas sosegado comenzó a decir estas razones.
Todo lo cual con sosegado silencio estuvo escuchando el segundo huésped, coligiendo por las razones que habia oido, que sin duda alguna era mujer la que se quejaba, cosa que le avivó mas el deseo de conocella, y estuvo muchas veces determinado de irse a la cama de la que creia ser mujer, y hubiéralo hecho, si en aquella sazon no le sintiera levantar, y abriendo la puerta de la sala dió voces al huésped de casa que le ensillase el cuartago, porque queria partirse.
Acabada de leer la carta, sin derramar lágrimas, ni dar señales de doloroso sentimiento, con sesgo rostro y al parecer con sosegado pecho se levantó de un estrado donde estaba sentada, y se entró en un oratorio, y hincándose de rodillas ante la imágen de un devoto crucifijo, hizo voto de ser monja, pues lo podia ser teniéndose por viuda.
Así como entró Ricardo, paseó toda la casa con los ojos, y no vió en toda ella sino un mudo y sosegado silencio, hasta que paró la vista donde Leonisa estaba: en un instante al enamorado Ricardo le sobrevinieron tantos pensamientos, que le suspendieron y alegraron, considerándose veinte pasos a su parecer, o poco mas, desviado de su felicidad y contento, considerábase cautivo, y a su gloria en poder ajeno: estas cosas revolviendo entre sí mismo, se movia poco a poco, y con temor y sobresalto, alegre y triste, temoroso y esforzado se iba llegando al centro en donde estaba el de su alegría, cuando a deshora volvió el rostro Leonisa, y puso los ojos en los de Ricardo que atentamente la miraba: mas cuando las vistas de los dos se encontraron, con diferentes efectos dieron señal de lo que sus almas habian sentido.
Vino el dia con muestras de mayor tormenta que la pasada, y hallámos que el bajel habia virado un gran trecho, habiéndose desviado de las peñas un buen espacio, y llegádose a una punta de la isla, viéndose tan a pique de doblarla turcos y cristianos con nueva esperanza y fuerzas nuevas, al cabo de seis horas doblámos la punta, y hallámos mas blando el mar y mas sosegado, de modo que mas fácilmente nos aprovechámos de los remos, y abrigados con la isla tuvieron lugar los turcos de saltar en tierra para ir a ver si habia quedado alguna reliquia de la galeota que la noche ántes dió en las peñas, mas aun no quiso el cielo concederme el alivio que esperaba tener de ver en mis brazos el cuerpo de Leonisa, que aunque muerto y despedazado holgara de verle, por romper aquel imposible que mi estrella me puso de juntarme con él como mis buenos deseos merecian, y así rogué a un renegado que queria desembarcarse, que le buscase y viese si la mar lo habia arrojado a la orilla, pero, como ya he dicho, todo esto me negó el cielo, pues al mismo instante tornó a embravecerse el viento de manera que el amparo de la isla no fué de algun provecho: viendo esto Fetala, no quiso contrastar contra la fortuna que tanto le perseguia, y así mandó poner el trinquete al árbol y hacer un poco de vela, volvió la proa a la mar y la popa al viento, y tomando él mismo el cargo del timon, se dejó correr por el ancho mar, seguro que ningun impedimento le estorbaria su camino: iban los remos igualados en la crujía, y toda la gente sentada por los bancos y ballesteras, sin que en toda la galeota se descubriese otra persona que la del cómitre, que por mas seguridad suya se hizo atar fuertemente al estanterol: volaba el bajel con tanta ligereza que en tres dias y tres noches, pasando a la vista de Trápana, de Melazo y de Palermo, embocó por el Faro de Mesina, con maravilloso espanto de los que iban dentro y de aquellos que desde la tierra los miraban.
Yo lo haré así respondió el muchacho, y prosiguió, diciendo: Esta figura que aquí parece a caballo, cubierta con una capa gascona, es la mesma de don Gaiferos, a quien su esposa, ya vengada del atrevimiento del enamorado moro, con mejor y más sosegado semblante, se ha puesto a los miradores de la torre, y habla con su esposo, creyendo que es algún pasajero, con quien pasó todas aquellas razones y coloquios de aquel romance que dicen:.
Oyólo don Quijote con ánimo sosegado, pero no lo oyeron así su ama, su sobrina y su escudero, los cuales comenzaron a llorar tiernamente, como si ya le tuvieran muerto delante.
Don Quijote se acorrucó y se cubrió todo, no dejando más de el rostro descubierto, y, habiéndose los dos sosegado, el primero que rompió el silencio fue don Quijote, diciendo:.
Y, sin esperar respuesta, se salió del aposento, donde quedó don Quijote sosegado y pensativo esperándola, pero luego le sobrevinieron mil pensamientos acerca de aquella nueva aventura, y parecíale ser mal hecho y peor pensado ponerse en peligro de romper a su señora la fee prometida, y decíase a sí mismo:.
¡Oh tú, bienaventurado sobre cuantos viven sobre la haz de la tierra, pues sin tener invidia ni ser invidiado, duermes con sosegado espíritu, ni te persiguen encantadores, ni sobresaltan encantamentos! Duerme, digo otra vez, y lo diré otras ciento, sin que te tengan en contina vigilia celos de tu dama, ni te desvelen pensamientos de pagar deudas que debas, ni de lo que has de hacer para comer otro día tú y tu pequeña y angustiada familia.
Dice, pues, la historia que cuando el bachiller Sansón Carrasco aconsejó a don Quijote que volviese a proseguir sus dejadas caballerías, fue por haber entrado primero en bureo con el cura y el barbero sobre qué medio se podría tomar para reducir a don Quijote a que se estuviese en su casa quieto y sosegado, sin que le alborotasen sus mal buscadas aventuras, de cuyo consejo salió, por voto común de todos y parecer particular de Carrasco, que dejasen salir a don Quijote, pues el detenerle parecía imposible, y que Sansón le saliese al camino como caballero andante, y trabase batalla con él, pues no faltaría sobre qué, y le venciese, teniéndolo por cosa fácil, y que fuese pacto y concierto que el vencido quedase a merced del vencedor, y así vencido don Quijote, le había de mandar el bachiller caballero se volviese a su pueblo y casa, y no saliese della en dos años, o hasta tanto que por él le fuese mandado otra cosa, lo cual era claro que don Quijote vencido cumpliría indubitablemente, por no contravenir y faltar a las leyes de la caballería, y podría ser que en el tiempo de su reclusión se le olvidasen sus vanidades, o se diese lugar de buscar a su locura algún conveniente remedio.
Con esto que pensó Sancho Panza quedó sosegado su espíritu, y tuvo por bien acabado su negocio, y deteniéndose allí hasta la tarde, por dar lugar a que don Quijote pensase que le había tenido para ir y volver del Toboso, y sucedióle todo tan bien que, cuando se levantó para subir en el rucio, vio que del Toboso hacia donde él estaba venían tres labradoras sobre tres pollinos, o pollinas, que el autor no lo declara, aunque más se puede creer que eran borricas, por ser ordinaria caballería de las aldeanas, pero, como no va mucho en esto, no hay para qué detenernos en averiguarlo.
Estaba el pueblo en un sosegado silencio, porque todos sus vecinos dormían y reposaban a pierna tendida, como suele decirse.
Subieron, en efeto, y con ellos algunos que se hallaron presentes, y, llegado el licenciado a una jaula adonde estaba un loco furioso, aunque entonces sosegado y quieto, le dijo: Hermano mío, mire si me manda algo, que me voy a mi casa, que ya Dios ha sido servido, por su infinita bondad y misericordia, sin yo merecerlo, de volverme mi juicio: ya estoy sano y cuerdo, que acerca del poder de Dios ninguna cosa es imposible.
Harto reposo será para mí dijo Dorotea entretener el tiempo oyendo algún cuento, pues aún no tengo el espíritu tan sosegado que me conceda dormir cuando fuera razón.
Señor, yo soy hombre pacífico, manso, sosegado, y sé disimilar cualquiera injuria, porque tengo mujer y hijos que sustentar y criar.
Es, pues, el caso que él estuvo quince días en casa muy sosegado, sin dar muestras de querer segundar sus primeros devaneos, en los cuales días pasó graciosísimos cuentos con sus dos compadres el cura y el barbero, sobre que él decía que la cosa de que más necesidad tenía el mundo era de caballeros andantes y de que en él se resucitase la caballería andantesca.
Abrazáronse con él, y por fuerza le volvieron al lecho, y, después que hubo sosegado un poco, volviéndose a hablar con el cura, le dijo:.
Sepa, señor maese Nicolás que éste era el nombre del barbero, que muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos desalmados libros de desventuras dos días con sus noches, al cabo de los cuales, arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la espada y andaba a cuchilladas con las paredes, y cuando estaba muy cansado, decía que había muerto a cuatro gigantes como cuatro torres, y el sudor que sudaba del cansancio decía que era sangre de las feridas que había recebido en la batalla, y bebíase luego un gran jarro de agua fría, y quedaba sano y sosegado, diciendo que aquella agua era una preciosísima bebida que le había traído el sabio Esquife, un grande encantador y amigo suyo.
Señor Quijana que así se debía de llamar cuando él tenía juicio y no había pasado de hidalgo sosegado a caballero andante, ¿quién ha puesto a vuestra merced desta suerte?.
Admiráronse de tan estraño género de locura y fuéronselo a mirar desde lejos, y vieron que, con sosegado ademán, unas veces se paseaba, otras, arrimado a su lanza, ponía los ojos en las armas, sin quitarlos por un buen espacio dellas.

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