Ejemplos con simpatías

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su particular estilo de presentación, basado en la esponaneidad, el ingenio y dosis de humor blanco, le granjeó las simpatías de amplios sectores de la audiencia.
La Institución permitió llevar a la práctica muchos de los ideales pedagógicos krausistas, libre de las cortapisas oficiales, y sirvió de elemento de concreción de las simpatías despertadas por el grupo.
Agobiado por acusaciones de simpatías por el comunismo y problemas económicos y administrativos de sus colaboradores, decidió regresar a Estados Unidos.
Teniendo en cuenta las simpatías por la realeza de Dussek durante toda su vida, su atestiguado buen porte, y la inclinación de Catalina por los hombres jóvenes y guapos, aparece una explicación diferente, mucho más probable.
La revolución tenía sus simpatías en la provincia de Córdoba, cuyo gobernador Mateo Luque era decididamente federal.
Algunos mostraron amplias simpatías y ocuparon cargos en el entramado de poder, aunque no se adhirieran al partido, otros muestran algunos puntos de contacto con la idealogía nazi, aunque en algunos casos también se engloban escritores cercanos al nacionalsocialismo en algunos aspectos, pero críticos con el partido en otros.
De esta manera Shkuró se convertía en el iniciador de un nuevo espectáculo deportivo, promovió el arte ecuestre tradicional cosaco dzhigitovka , llamo la atención del publico europeo al talento de uno de los pueblos de Rusia, despertó simpatías y respeto, inclusive se levantaron voces dirigidos a las autoridades europeas en solicitud de apoyo e ayuda para los emigrantes rusos.
Su nombre se debe al pensador y activista político argentino José Ingenieros, quien abogó por la causa obrera, originalmente desde posiciones socialistas y antiimperialistas, y luego sostuvo abiertas simpatías por el anarquismo influenciado por el jurista anarquista Pietro Gori.
Tampoco fue revisionista en el sentido clásico Enrique Barba, de marcadas simpatías federalistas, pero acérrimamente enemigo de la imagen revisionista de Rosas.
Durante la guerra civil española fue encarcelado por simpatías republicanas, y se le impidió el ejercicio de la enseñanza formal.
Por otro lado, aprovecha su estadía en Nueva York para trabajar con el Frente Sandinista con el propósito de conseguir armas para Sandino y de allegar simpatías y apoyo a la causa de la independencia de Puerto Rico.
Hasta el alcalde hizo el viaje, seguido de su secretario, para conservar las simpatías de sus administrados.
Era, pues, necesario, para ganarse simpatías y prosélitos, hacer por los electores un poquito más que el más rumboso de los candidatos, y como don Simón era rico, y en ciertas ocasiones no se paraba en barras, autorizó a sus agentes para que hiciesen saber en el distrito que él daba a sus votantes lo mismo que el candidato de oposición, más dos docenas de castañas, y, en caso de apuro, un cigarro de dos cuartos.
¡Pobres hombres! ¡Tan mal pagados! Pero sus simpatías iban a los otros, a los enemigos de la ley.
Así es que, aprovechando la estancia en León, y los conocimientos y acierto singular de Vélez de Rada, dedicose a reparar las brechas de su desmantelado organismo, y la vida metódica y la formalidad creciente de sus maneras y aspecto, que en la corte la perjudicaban revelando que empezaba a ser trasto arrumbado y sin uso, sirviéronle en el timorato pueblo leonés de pasaporte, ganándole simpatías y fama de persona respetable y de responsabilidad y crédito.
Sea él el premiado, pues creo, como cree el Olimpo entero, que ninguno se ha hecho más acreedor a nuestras simpatías.
Acaso en las grandes crisis de la vida, se despierten vivas y súbitas simpatías en el fondo de nuestro ser, de las que no teníamos la menor sospecha.
Gonzalo gozaba de generales simpatías.
Quiero gustar por primera vez en mi vida la dulzura del silencio, de la inmovilidad, del incógnito: no ser nadie, que nadie me conozca, no inspirar simpatías ni miedo.
Una dama angelical, conocidísima en los altos círculos por su ingenio, su elegancia y su belleza, habíale arrancado, en un banquete, una confesión explícita, aunque no pública, de sus nuevas simpatías dinásticas Un ramo de violetas había sido la ocasión, y un ángel fue el instrumento.
Aquello fue una manifestación general de simpatías personales e ideales políticos, y no hubo uno solo entre aquellos hombres de estado, capaces de regir el país de Liliput, que no manifestase sus opiniones por medio de las nuevas palomas mensajeras.
¡Qué grande obra sería la de deshacer esta mescolanza que repugna, que envenena, que liberta el vicio de toda sanción social que le marque la frente como con una señal de infamia, y lo contenga, ya que no con el temor de Dios, con la vergüenza al menos y con el respeto humano, que familiariza con el escándalo hasta a las conciencias más rectas, y destruye la poderosa barrera de horror y de extrañeza que debe separar al bueno del escandaloso, y comenzando por hacer a este tolerable, acaba por hacerle pasar por imitable! ¡Qué grande obra haría quien con el mismo espíritu de caridad cristiana con que se fundan asilos para huérfanos y casas de refugio para doncellas en peligro, fundase para mujeres y hombres , en que sin riesgo alguno de mal ejemplo pudiese encontrar la juventud las justas, legítimas y aun necesarias distracciones propias de sus años, hallar sin desvergonzada levadura ese trato señoril y digno a la vez que alegre y placentero, que afina y suaviza las inclinaciones del hombre, fortalece y alecciona las de la mujer, y fomenta el trato mutuo y el mutuo conocimiento de que brotan castas simpatías, germen de puros y tranquilos amores, que sirven de base solidísima a matrimonios felices y meditados, de que nacen luego familias cristianas y ejemplares! Y la caridad, la caridad derivada del cielo, única santa y legítima, que todo lo ve con sus ojos de lince, que todo lo abarca con su actividad insaciable, que todo lo precave con su perspicacia amorosa, y no deja dolor sin alivio, ni pena sin consuelo, ni llaga sin remedio, ¿no se ha fijado nunca en esta úlcera ensangrentada? ¿Acaso es más digna de lástima la pobre labriega, la infeliz criada de servicio que el abandono precipita en un lodazal de escaleras abajo y salva la caridad en una casa de refugio, que la encopetada señorita, la rica heredera que un abandono distinto, sólo en la forma, precipita del mismo modo en otro lodazal de salones adentro? ¡Y pensar que no es tan difícil el remedio como a primera vista parece, que bastaría quizá que una mujer de prestigio y de energía, cerrando los oídos a indecorosos respetos humanos y a culpables condescendencias sociales, fundase, por el amor de Dios, un , lanzando a los cuatro vientos de la alta sociedad madrileña, por toda esquela de convite, esta estupenda noticia: La marquesa tal, o la duquesa cual, se queda todas las noches en casa, para las señoras honradas y los caballeros decentes !.
Con sujetos de letras y doctrina, o que por gracia, por entusiasmo, por hondo sentir poético y por elevación de miras y de ideas, le infundían confianza y le inspiraban simpatías, su discurso le arrebataba fácil e insensiblemente a las más altas regiones, pero con ciertas gentes medianas, que presumen de cultas, el Padre Enrique se recogía por instinto, sentía su carencia de poder y de influjo, y ni era sencillo, ni era elevado, ni conmovía por la candorosa expresión de los afectos, ni alzaba en pos de sí las inteligencias, tendiendo el vuelo de águila la suya.
Allí tropieza uno con los amigos secretos, con las simpatías ignoradas, con las desconocidas entusiastas que no se ponen en balde la careta.
Ni del , que crea las simpatías súbitas y las antipatías inmotivadas.
O bien me imaginé un baile improvisado en una Casa de Baños, donde todos se desconocen, donde brotan tan súbitas y ardientes las simpatías, donde cada cual es distinguido por su buena educación, por su gracia, por su figura, por su caridad, por su elegancia, por todo menos por su nombre.
La fundadora inspiraba a doña Lupe grandes simpatías.
No inspiraba simpatías Mauricia a todos los que la veían, pero el que la viera una vez, no la olvidaba y sentía deseos de volverla a mirar.
Pero entre mujeres se rompe más pronto aún que entre colegiales ese hielo de las primeras horas, y palabra tras palabra fueron brotando las simpatías, echando el cimiento de futuras amistades.
No haga usted caso de patrañas, hija mía, no crea en otro amor que en el espiritual, o sea en las simpatías de alma con alma.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba