Ejemplos con sentaban

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Dedicado como su nombre indica al dios del vino y del teatro, Dioniso, inicialmente se representaban en honor del dios cantos y danzas rituales alrededor del altar de los coreautas y los espectadores se sentaban alrededor, hasta que fue evolucionando a las tragedias clásicas de Esquilo, Sofocles, Eurípides y Aristófanes.
En esta situación puede ser llamada Deméter Tesmofora, pues las atenienses la imitaban cuando se sentaban en el suelo y ayunaban en las Tesmoforias.
Los infantes que se iban a bañar al río a menudo se sentaban a la vera del camino para hurgarse los pies en busca de niguas o piedrecillas estorbosas.
En la leyenda del rey Arturo, la Mesa Redonda o Tabla Redonda era una mesa mística de Camelot alrededor de la cual el rey y sus caballeros se sentaban para discutir asuntos cruciales para la seguridad del reino.
Los japoneses se sentaban mirando hacia una dirección favorable y escribían poesía china con palabras y expresiones auspiciosas tales como primavera, eterna juventud o larga vida.
Inicialmente en un kaiten zushi, todos los comensales se sentaban viendo hacia el transportador, pero no fue bien recibido por la gente que visitaba el restaurante en grupos.
No obstante, los jinetes se sentaban en la parte posterior de sus caballos, una posición incómoda para movimientos rápidos, por esto, los caballos solían ser sostenidos por alguien de a pie que permitía al arquero la libertad para disparar.
Su origen se dio cuando un grupo de aficionados que gustaban por asistir a observar los juegos del Guadalajara en el antiguo Estadio Felipe Martínez Sandoval quisieron organizarse para apoyar al equipo, el nombre surgió porque se sentaban en la tribuna popular del parque Oro, la llamada brava o de sol, y así fue notificado al club.
Los soldados sureños se sentaban junto al fuego, preparando su comida.
Mientras los recién llegados se sentaban en los duros y estrechos bancos contiguos a la mesa, don Zambombo entró en la bodega, de la que salió al cabo de un cuarto de hora con un gran jarro de vino blanco en una mano, y en la otra un vaso de vidrio sucio.
Los capitanes de trasatlántico lamentaban sus lujosos camarotes convertidos en dormitorios de tropa, sus cubiertas charoladas, que habían pasado a ser establos, sus comedores, donde se sentaban antes las gentes con o escotadas, y debían ser regados ahora con toda clase de desinfectantes para repeler la invasión de chinches y piojos, los olores animales de tantos hombres y bestias amontonados.
A Miranda le sentaban bien las aguas: desaparecían los tonos marchitos de su piel, bajo la cual comenzaba a infiltrarse un poco de sangre y grasa, dándole esa frescura trasnochada, gala de las cincuentonas obesas que están todavía de buen ver.
Los consumidores se sentaban bajo un toldo de lona, ante cajas que habían contenido ferretería o municiones y hacían oficio de mesas.
Pero donde puso todo el corazón rebosante de ternura y amor, fue en la carta última, que le escribió a su anciana madre, entonces aquí, al lado de los que se sentaban a la mesa del jerez y de la manzanilla a comer el plato del robo y de la villanía.
Pero tan buenas, y serviciales fueron, tan apretaditas se sentaban siempre las tres, sin jugar, o jugando entre sí, en la hora de recreo, con tal mansedumbre obedecían los mandatos más destemplados e injustos, con tal sumisión, por el amor de su madre, soportaban aquellos rigores, que las ayudantes del colegio, solas y desamparadas ellas mismas, comenzaron a tratarlas con alguna ternura, a encomendarles la copia de las listas de la clase, a darles a afilar sus lápices, a distinguirlas con esos pequeños favores de los maestros que ponen tan orondos a los niños, y que las tres hijas de del Valle recompensaban con una premura en el servirlos y una modestia y gracia tal, que les ganaba las almas más duras.
Chicuelos semejantes al Gabriel de otros tiempos corrían jugando por las cuatro galerías o se sentaban encogidos en la parte del claustro bañada por los primeros rayos del sol.
Amaba a la catedral como su casa solariega, pero no parecían imponerle gran respeto los santos de las capillas ni las dignidades humanas que se sentaban en el coro.
Esta primera sillería a ras de tierra, donde se sentaban los clérigos de categoría más ínfima, era anterior en medio siglo a la sillería alta, pero en estos cincuenta años dio el arte el gran salto desde el gótico rígido y duro a las suavidades y el buen gusto del Renacimiento.
Se sentaban con aire de señores, rodeando al maestro, mientras por la galería opuesta paseaba el como un fantasma negro, leyendo su libro de horas y lanzando de vez en cuando una mirada triste sobre el grupo.
Después de este examen iba en busca de su camarada, y ambos se sentaban en el crucero, en las gradas del coro o del altar mayor.
A los que se sentaban en el sillón de los tormentos pasábanles un pedazo de jabón de piedra por las mejillas, y frota que frota, hasta que levantaba espuma.
Esto no impedía que ella, o alguno de sus hijos, o todos, incluso el aperador, aunque no hijo, sino padre, estuviesen convidados con frecuencia a la mesa de la familia, a la cual se sentaban asimismo el mulero y otros cuando estaban en el lugar, y a la cual la señora Petra y la Juana se atribuían el derecho, y no se descuidaban en ejercerle, de hacer las invitaciones que se les antojaban.
En la casa había dos mesas: una a la que se sentaban D.
¡Flojita tarea la de aquel día, un almuerzo para doce personas! Llamó a Fortunata para que se fuera arreglando, y acordaron dejar dormir a Maxi hasta la hora precisa, porque los madrugones le sentaban mal.
Y mientras se sentaban, miró con terror al amigo de su sobrino, que era lo mismo que un buey puesto en dos pies, y pensaba que si el apetito correspondía al volumen, todo lo que en la mesa había no bastara para llenar aquel inmenso estómago.
Comían bien, en su casa había muy poca etiqueta y cierto patriarcalismo, porque a veces se sentaban a la mesa personas de clase humilde y otras muy decentes que habían venido a menos.
Familias de las más empingorotadas del comercio le sentaban a su mesa, no sólo por amistad sino por egoísmo, pues era una diversión oírle contar tan diversas cosas con aquella exactitud pintoresca y aquel esmero de detalles que encantaba.
A la segunda se sentaban los dependientes menudos y los dos hijos, uno de los cuales hacía su aprendizaje en la tienda de blondas de Segundo Cordero.

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