Ejemplos con sangraban

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ciertos rabinos judíos se dieron cuenta de que a algunos niños varones, cuando se les practicaba la circuncisión sangraban mucho.
Se practicaba un ritual en el cual se sangraban las orejas.
Pero hay algo aquí que no comprenderé si usted con su universal conocimiento de las cosas no me lo explica, y es que al salir a Cervera del Maestre, encontréme tan molido como si me hubieran dado carreras de baqueta, mis pies sangraban, en mi cuerpo no cabían ya más cardenales.
Las manos me sangraban, heridas por los picos de la lima rota, pero seguía en mi trabajo, deteniéndome sólo cuando calmado el viento, reinaba en torno a la casa el grave silencio de la noche.
Por mucho de notable que tuviera el exterior de este establecimiento, con su puerta verde, sus cortinas blancas, su redoma de sanguijuelas, su cartel de letras rojas, adornado con dos viñetas dignas de Maella, que representaban la una un individuo en el momento de ser afeitado, y la otra una dama a quien sangraban en un pie, mucho más notable era su interior.
Las encías le sangraban lentamente y bajo la inflamación de los labios se notaba la superficie dentaria.
El tenía la sensación de que todas las muescas de su alma sangraban como bajo la mecha de un torno, y paralizado el entendimiento, embotado de angustia, iba a loca ventura en busca de lenocinios.
Entre los trigos sangraban las amapolas.
Los pies del peregrino sangraban, y a cada instante tropezaba y caía, levantándose con gran esfuerzo suyo, y despiadados tirones de los que llevaban la cuerda.
En su cuerpo sangraban no menos heridas, que tarjas reían en su sidera, pero fue un honor del cual no pudo vanagloriarse.
Como a los primeros lamentos que la fatiga me arrancó se rieron bárbaramente los caballistas, hice un esfuerzo sobrehumano para no quejarme, mis pies sangraban en mis destrozadas botas, y me faltaba la respiración, pero todo suplicio tiene su término en las fuerzas mismas del que lo resiste, y al caer yo desvanecido, uno de los bandidos, el que había permanecido montado, sin duda el jefe, ordenó al otro:.
Ésta era muy espesa e intrincada, y Amado andaba trabajosamente, cuando llegó la noche, le sangraban los pies.
-Y se puso algo colorado, porque no sabía si los cánones sangraban o no, ni si la Sinodal hablaba del caso.

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