Ejemplos con rigidez

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El diseño y mecanizado de los álabes es muy complicado porque tiene que adaptarse para poder soportar las condiciones de trabajo a las que está sometido, y tendrá que tener por tanto gran rigidez y una geometría adecuada para distribuir todos los esfuerzos cuando operan en resonancia.
Este doblamiento se usa para calcular el espesor elástico de la litosfera, cuya utilidad principal es la de permitir comparar de forma objetiva la rigidez litosférica en distintas regiones del planeta.
La postura del cuerpo denota cierta rigidez.
Los bajos estaban reforzados para aportar rigidez al conjunto y la capota quedaba guardada en un arcón cubierto del mismo color de la carrocería.
Originalmente, el diseño adoleció de falta de rigidez estructural al equipar demasiado armamento, un fallo típico en las naves japonesas de la época, y común también a su diseño de cruceros.
Sentía en el lagar de sus heridas una fuerte picazón, una rigidez que ponía tirante su carne.
La religiosidad sincera, para San Pablo, se cifra en algo más importante que los hechos probados y la rigidez de conducta.
No quiero dar a entender que don Guillén fuese un histrión, y que, después del gran esfuerzo hipócrita sobre el proscenio, al volver entre bastidores, fingiese hallarse dominado todavía por el espanto y rigidez patéticos, y no poder recobrar la elasticidad y movilidad de los músculos de la expresión.
Apenas le veía entrar en la Administración, saltaba de su asiento irguiéndose con militar rigidez.
Levantose Lucía con automática rigidez, pasó al lado opuesto del departamento, y dejándose caer de golpe, tornó a cubrir el semblante con el fino pañuelo, y se oyeron otra vez sus sollozos y el anhelar de su seno juvenil.
Las descollaban rosadas y turgentes, como un hermoso seno, las té se deshacían, dejando pender sus desmayados pétalos, las de Alejandría, erguidas y elegantes, vertían su copa de esencia embriagadora, las musgosas reían irónicas con sus labios de carmín, al través de una barba tupida y verde, las albas desafiaban a la nieve con su fría y cándida belleza, con su rigidez púdica de flores de batista.
Luego descendió doña Luisa con una rigidez dolorosa, contrayendo el rostro para ocultar sus lágrimas.
La palidez verdosa de su rostro, el brillo de fiebre de sus ojos, una rigidez que le hacía marchar como un autómata, eran los únicos signos de su emoción.
El barro, la sangre, la lluvia, habían dejado en ellos manchas imborrables, dándoles una rigidez de cartón.
eran miles de cascos brillando al sol, miles de gruesas botas levantándose con mecánica rigidez todas a un tiempo, las trompetas cortas, los pífanos, los tamborcillos planos, conmoviendo el augusto silencio de la piedra, la marcha guerrera de sonando en las avenidas desiertas ante las casas cerradas.
Chichí, en plena audacia sacrílega, escandalizó a sus primas declarando que no podía sufrir a los oficialitos de talle encorsetado y monóculo inconmovible, que se inclinaban ante las jóvenes con una rigidez automática, uniendo a sus galanterías una mueca de superioridad.
Luego quedó inmóvil, con la rigidez del cadáver.
Veía la muchedumbre indefensa y pacífica amontonándose en los botes, que zozobraban, las mujeres arrojándose al mar con un niño en brazos, toda la confusión mortal de la catástrofe Luego, el submarino que emergía para contemplar su obra, los alemanes agrupados en la cubierta de acero húmedo, riendo y bromeando, satisfechos de la rapidez de su labor, y en una extensión de varias millas, el mar poblado de bultos negros arrastrados lentamente por las olas: hombres que flotaban de espaldas, inmóviles, con los ojos vidriosos fijos en el cielo, niños con la rubia cabellera tendida como una máscara sobre su rostro lívido, cadáveres de madres oprimiendo sobre su seno, con fría rigidez, el pequeño cadáver de una criatura asesinada antes de que pudiera darse cuenta de la vida.
Se inclinó, o más bien dicho, se dobló en ángulo, con brusca rigidez, al besar las manos de las dos señoras.
El mundo era de una rigidez y una dureza antipáticas.
Del fondo del segundo salón llegaban, confundidos con risas de mujeres y choque de bandejas, los tecleos del piano y los gemidos de los violines, del techo, coloreado a la vez por el reflejo azul de la tarde y el frío resplandor de las ampollas eléctricas, descendían gorjeos de pájaros, como una evocación campestre que parecía animar la artificial rigidez del jardín contrahecho.
A las seis de la mañana salió del pueblo, siguiendo el camino recto que atravesaba con geométrica rigidez el valle de Loyola.
Ve que la Iglesia combatida por la protesta luterana necesita un fuerte auxilio, y lleva a la religión la disciplina del campamento, fundando, no una Orden, sino una Compañía, organizando un ejército negro que ofrece a los Papas, formando los soldados en el molde de su férrea voluntad, sin afectos de familia, sin pensamiento propio, con la rigidez de los autómatas, con esa insensibilidad que hace invencible.
¡Cuántas veces, creyendo acariciar a una mujer, besaba a una estatua fría que se entregaba a él con rigidez de autómata! Las preocupaciones religiosas, llegaban hasta su dormitorio.
En el ensanche, erguía sus torres de un gótico ridículo la iglesia de los jesuítas, con su residencia anexa, y en torno de ella se alineaban con rigidez geométrica, los hoteles y caserones de los nuevos capitalistas, enriquecidos fabulosamente por las minas de la noche a la mañana.
A un lado estaba la Bilbao nueva, el ensanche, el antiguo territorio de la República de Abando, con sus calles rectas, de gran anchura y joven arbolado, sus casas de siete pisos, y sus plazas de geométrica rigidez.
La puerta del Reloj, llamada también de la Feria, con sus rudas esculturas de hierática rigidez y el tímpano cubierto de compactas escenas de la Creación, contrastaba con la puerta del otro extremo del crucero, la de los Leones, o, por otro nombre, de la Alegría, construida doscientos años después, risueña y majestuosa a la par como la entrada de un palacio y revelando ya las carnales audacias del Renacimiento, que pugnaba por aposentarse entre las rigideces de la arquitectura cristiana.
¡Qué gracioso era aquello! Las dos hermanas reían contemplando las contorsiones del señor del tupé, que a cada movimiento de batuta parecía próximo a partirse por el talle, la rigidez automática y grotesca con que los bebés tocaban en sus instrumentos una muda sinfonía, que causaba gran algazara en el gentío.
Porque aquel hidalgo de cepa vieja sentía a la vez gana ardentísima de casar a las chiquillas y un orgullo de raza tan exaltado, bajo engañosas apariencias de llaneza, que no sólo le vedaba descender a ningún ardid de los usuales en padres casamenteros, sino que le imponía suma rigidez y escrúpulo en la elección de sus relaciones y en la manera de educar a sus hijas, a quienes traía como encastilladas y aisladas, no llevándolas sino de pascuas a ramos a diversiones públicas.
El de Naya aprobó con la cabeza como quien reconoce la fuerza de una observación, pero, al mismo tiempo, la sonrisa con que lucía la desigual dentadura era suave e irónica protesta contra tanta rigidez.

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