Ejemplos con ricote

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y ¿qué has ganado en el gobierno? preguntó Ricote.
Finalmente, Ricote pagó y satisfizo liberalmente así al renegado como a los que habían bogado al remo.
Ricote y su hija salieron a recebirle: el padre con lágrimas y la hija con honestidad.
Dudaron el general y el virrey el fiarse del renegado, ni confiar de los cristianos que habían de bogar el remo, fióle Ana Félix, y Ricote, su padre, dijo que salía a dar el rescate de los cristianos, si acaso se perdiesen.
Ofreció Ricote para ello más de dos mil ducados que en perlas y en joyas tenía.
Bien conozco a Ricote, y sé que es verdad lo que dice en cuanto a ser Ana Félix su hija, que en esotras zarandajas de ir y venir, tener buena o mala intención, no me entremeto.
Ana Félix se llama, con el sobrenombre de Ricote, famosa tanto por su hermosura como por mi riqueza.
¡Oh Ana Félix, desdichada hija mía! Yo soy tu padre Ricote, que volvía a buscarte por no poder vivir sin ti, que eres mi alma.
El haberse detenido Sancho con Ricote no le dio lugar a que aquel día llegase al castillo del duque, puesto que llegó media legua dél, donde le tomó la noche, algo escura y cerrada, pero, como era verano, no le dio mucha pesadumbre, y así, se apartó del camino con intención de esperar la mañana, y quiso su corta y desventurada suerte que, buscando lugar donde mejor acomodarse, cayeron él y el rucio en una honda y escurísima sima que entre unos edificios muy antiguos estaba, y al tiempo del caer, se encomendó a Dios de todo corazón, pensando que no había de parar hasta el profundo de los abismos.
Y luego se abrazaron los dos, y Sancho subió en su rucio, y Ricote se arrimó a su bordón, y se apartaron.
Y déjame partir de aquí, Ricote amigo, que quiero llegar esta noche adonde está mi señor don Quijote.
Siempre tuve yo mala sospecha dijo Ricote de que ese caballero adamaba a mi hija, pero, fiado en el valor de mi Ricota, nunca me dio pesadumbre el saber que la quería bien, que ya habrás oído decir, Sancho, que las moriscas pocas o ninguna vez se mezclaron por amores con cristianos viejos, y mi hija, que, a lo que yo creo, atendía a ser más cristiana que enamorada, no se curaría de las solicitudes de ese señor mayorazgo.
No quiero porfiar, Sancho dijo Ricote, pero dime: ¿hallástete en nuestro lugar, cuando se partió dél mi mujer, mi hija y mi cuñado?.
Ya te he dicho, Ricote replicó Sancho, que no quiero, conténtate que por mí no serás descubierto, y prosigue en buena hora tu camino, y déjame seguir el mío, que yo sé que lo bien ganado se pierde, y lo malo, ello y su dueño.
Yo no te entiendo, Sancho dijo Ricote, pero paréceme que todo lo que dices es disparate, que, ¿quién te había de dar a ti ínsulas que gobernases? ¿Faltaban hombres en el mundo más hábiles para gobernadores que tú eres? Calla, Sancho, y vuelve en ti, y mira si quieres venir conmigo, como te he dicho, a ayudarme a sacar el tesoro que dejé escondido, que en verdad que es tanto, que se puede llamar tesoro, y te daré con que vivas, como te he dicho.
¿Cómo, y es posible, Sancho Panza hermano, que no conoces a tu vecino Ricote el morisco, tendero de tu lugar?.
Dígote, Ricote amigo, que esta mañana me partí della, y ayer estuve en ella gobernando a mi placer, como un sagitario, pero, con todo eso, la he dejado, por parecerme oficio peligroso el de los gobernadores.
Calla, Sancho dijo Ricote, que las ínsulas están allá dentro de la mar, que no hay ínsulas en la tierra firme.
¿Y dónde está esa ínsula? preguntó Ricote.
Y ¿qué oficio es el que has dejado, Sancho? preguntó Ricote.
Bien puede ser eso replicó Ricote, pero yo sé, Sancho, que no tocaron a mi encierro, porque yo no les descubrí dónde estaba, temeroso de algún desmán, y así, si tú, Sancho, quieres venir conmigo y ayudarme a sacarlo y a encubrirlo, yo te daré docientos escudos, con que podrás remediar tus necesidades, que ya sabes que sé yo que las tienes muchas.
Mira, Ricote, eso no debió estar en su mano, porque las llevó Juan Tiopieyo, el hermano de tu mujer, y, como debe de ser fino moro, fuese a lo más bien parado, y séte decir otra cosa: que creo que vas en balde a buscar lo que dejaste encerrado, porque tuvimos nuevas que habían quitado a tu cuñado y tu mujer muchas perlas y mucho dinero en oro que llevaban por registrar.
Finalmente, el acabársele el vino fue principio de un sueño que dio a todos, quedándose dormidos sobre las mismas mesas y manteles, solos Ricote y Sancho quedaron alerta, porque habían comido más y bebido menos, y, apartando Ricote a Sancho, se sentaron al pie de una haya, dejando a los peregrinos sepultados en dulce sueño, y Ricote, sin tropezar nada en su lengua morisca, en la pura castellana le dijo las siguientes razones:.
Todo lo miraba Sancho, y de ninguna cosa se dolía, antes, por cumplir con el refrán, que él muy bien sabía, de cuando a Roma fueres, haz como vieres, pidió a Ricote la bota, y tomó su puntería como los demás, y no con menos gusto que ellos.
Pero lo que más campeó en el campo de aquel banquete fueron seis botas de vino, que cada uno sacó la suya de su alforja, hasta el buen Ricote, que se había transformado de morisco en alemán o en tudesco, sacó la suya, que en grandeza podía competir con las cinco.
Arrojaron los bordones, quitáronse las mucetas o esclavinas y quedaron en pelota, y todos ellos eran mozos y muy gentileshombres, excepto Ricote, que ya era hombre entrado en años.
Hízolo así Sancho, y, hablando Ricote a los demás peregrinos, se apartaron a la alameda que se parecía, bien desviados del camino real.
¿Quién diablos te había de conocer, Ricote, en ese traje de moharracho que traes? Dime: ¿quién te ha hecho franchote, y cómo tienes atrevimiento de volver a España, donde si te cogen y conocen tendrás harta mala ventura?.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba