Ejemplos con retobado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La fortuna pareció sonreír al andaluz. En principalísimo término obtuvo la formal promesa de da Souza de dejarlo huir y facilitar su fuga bajo cuerda, para reunirse luego con él, apenas recibida la respuesta de Mendoza, y en segundo, pero no desdeñable lugar, al cabo de pocos meses terminó el cañón, retobado con anchas tiras de cuero vacuno fresco, y reforzado con sunchos de hierro de las pipas de vino que el gobernador Cabrera recibía. Había nevado, el tiempo muy frío endureció la madera, ciñó fuertemente el cuero al secarlo, y con ayuda de la suerte, el armatoste, montado sobre una especie de cureña hecha de piedras y argamasa no reventó ni se hizo astillas al primer disparo. Y fue milagro, de veras...
Sin embargo, a la larga, conocí el personal superior y subalterno: don Sócrates, el intendente, paisano astuto y retobado, gordo y de piernas torcidas, por andar a caballo desde niño de teta, gran mercachifle, gran especulador, gran rata del presupuesto, el presidente de la Municipalidad, don Temístocles Guerra, no sé si menos tosco o más presuntuoso, gran comerciante también, el tesorero, don Ubaldo Miró, que con un sueldo miserable alcanzaba, sin embargo, a llevar una vida casi suntuosa, gracias a su habilidad para el escamoteo y a la bondad benévola con que adelantaba los sueldos a los empleados y peones, mediante un módico interés, los secretarios, uno de la intendencia -Joaquín Valdés-, otro del Concejo -Rodolfo Martirena-, que andaban siempre a caza de propinas y que las provocaban deteniendo los expedientes todo el tiempo que podían y prolongando indefinidamente la tramitación de cualquier asunto que no interesara a los partidarios más caracterizados de la «situación».
No administraba Camino peor que otros, pero no podían perdonársele sus costumbres disolutas, y especialmente su afición al bello sexo de baja estofa, que lo lanzaba a inconfesables aventuras en las que sólo le seguía su asistente, Gaspar Cruz, paisano retobado, valiente como las armas, fiel como un perro, para quien el mundo estaba exclusivamente cifrado en el Gobernador, persona excepcional, casi divina, según su cerebro obtuso y fetichista.
El paisano con quien iba la discusión, retobado y huraño, decía despacio pero claro:.

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