Ejemplos con respóndeme

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Respóndeme: ¿se parecen tu hermano Gonzalo y tu hermana Lucila?.
Quiero decir pero respóndeme en serio quiero decir, si tal como estoy, con la tubería descompuesta.
Respóndeme, Inés, a lo que te pregunto, o gritaré y escandalizaré para que nos oigan hasta los sordos.
—Atrevido mancebo, que de poca edad hacen tus hechos que te juzgue, yo te perdono la ofensa que me has hecho, con solo que me prometas y jures que como la has cubierto con esta escuridad, la cubrirás con perpetuo silencio sin decirla a nadie: poca recompensa te pido de tan grande agravio, pero para mí será la mayor que yo sabré pedirte, ni tú querrás darme: advierte en que yo nunca he visto tu rostro, ni quiero verle, porque ya que se me acuerde de mi ofensa, no quiero acordarme de mi ofensor, ni guardar en la memoria la imágen del autor de mi daño: entre mí y el cielo pasarán mis quejas, sin querer que las oiga el mundo, el cual no juzga por los sucesos las cosas, sino conforme a él se asienta en la estimacion: no sé cómo te digo estas verdades, que se suelen fundar en la esperiencia de muchos casos y en el discurso de muchos años, no llegando los mios a diez y siete, por do me doy a entender que el dolor de una misma manera ata y desata la lengua del afligido, unas veces exagerando su mal para que se le crean, otras veces no diciéndole porque no se le remedien: de cualquier manera, que yo calle o hable, creo que he de moverte a que me creas, o que me remedies, pues el no creerme será ignorancia, y el remediarme imposible de tener algun alivio: no quiero desesperarme, porque te costará poco el dármele, y es este: mira, no aguardes ni confíes que el discurso del tiempo temple la justa saña que contra tí tengo, ni quieras amontonar los agravios: miéntras ménos me gozares, y habiéndome ya gozado, ménos se encenderán tus malos deseos: haz cuenta que me ofendiste por accidente, sin dar lugar a ningun buen discurso, yo la haré de que no nací en el mundo, o que si nací fué para ser desdichada: ponme luego en la calle, o a lo ménos junto a la iglesia mayor, porque desde allí bien sabré volverme a mi casa, pero tambien has de jurar de no seguirme, ni saberla, ni preguntarme el nombre de mis padres, ni el mio, ni el de mis parientes, que a ser tan ricos como nobles, no fueran en mí tan desdichados: respóndeme a esto, y si temes que te pueda conocer con la habla, hágote saber, que fuera de mi padre y de mi confesor, no he hablado con hombre alguno en mi vida, y a pocos he oido hablar en tanta comunicacion, que pueda distinguirles por el sonido de la habla.
—¡Ay sin ventura! ¿adónde me lleva la fuerza incontrastable de mis hados? ¿Qué camino es el mio, o qué salida espero tener del intricado laberinto donde me hallo? ¡Ay pocos y mal esperimentados años, incapaces de toda buena consideracion y consejo! ¿Qué fin ha de tener esta no sabida peregrinacion mia? ¡Ay honra menospreciada, ay amor mal agradecido, ay respetos de honrados padres y parientes atropellados, y ay de mí una y mil veces, que tan a rienda suelta me dejé llevar de mis deseos! ¡Ó palabras fingidas, que tan de veras me obligastes a que con obras os respondiese! Pero ¿de quién me quejo, cuitada? ¿Yo no soy la que quise engañarme? ¿No soy yo la que tomó el cuchillo en sus mismas manos, con que corté y eché por tierra mi crédito, con el que de mi valor tenian mis ancianos padres? ¡Oh fementido Marco Antonio! ¿Cómo es posible que en las dulces palabras que me decias, viniese mezclada la hiel de tus descortesías y desdenes? ¿Adónde estás, ingrato, adónde te fuiste, desconocido? Respóndeme, que te hablo: espérame, que te sigo: susténtame, que descaezco: págame lo que me debes: socórreme, pues por tantas vias te tengo obligado.
Respóndeme a esto, y no te turbes, ni pienses mucho lo que has de responder, pues no son dificultades las que te pregunto.
Pero, cuando su padre la vio adornada de fiesta y con tantas joyas sobre sí, le dijo en su lengua: ¿Qué es esto, hija, que ayer al anochecer, antes que nos sucediese esta terrible desgracia en que nos vemos, te vi con tus ordinarios y caseros vestidos, y agora, sin que hayas tenido tiempo de vestirte y sin haberte dado alguna nueva alegre de solenizalle con adornarte y pulirte, te veo compuesta con los mejores vestidos que yo supe y pude darte cuando nos fue la ventura más favorable? Respóndeme a esto, que me tiene más suspenso y admirado que la misma desgracia en que me hallo.
Mira lo que te está mejor, y respóndeme luego, porque hoy todo el día traigo de término para despachar este negocio.
Entre tanto, respóndeme a unas cuantas preguntas que necesito hacerte.
Habla pronto, respóndeme a lo que te pregunto.
Respóndeme Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, ¡oh Jehová!, eres el Dios, y que tú volviste atrás el corazón de ellos.
Respóndeme, traydora, ¿cómo osaste tanto fazer?.
Luego que todas las hubo visto y observado prolijamente por el tiempo que quiso, le dirigió Creso este discurso: —«ateniense, a quien de veras aprecio, y cuyo nombre ilustre tengo bien conocido por la fama de la sabiduría y ciencia política, y por lo mucho que has visto y observado con la mayor diligencia, respóndeme, caro Solón, a la pregunta que voy a dirigirte.
Pero, veamos, respóndeme.
¿Por qué no me has escrito? Respóndeme seriamente.
- ¡Respóndeme, en nombre del cielo! ¡ Júrame que no se lo dirás a tu padre!.
¿Acierto? Respóndeme».
De no ser así, ¡pluguiera a Alah enternecer tu corazón e inspirarte, en su bondad, para que cesaras por fin en ese silencio que no merezco! Y si se me ha de rehusar este consuelo siempre, ¡haga Alah que te quedes encinta de mí y me des un hijo querido que me suceda en el trono legado por mis padres y mis antecesores! ¡Ay!, ¿no ves cómo envejezco solitario y sin posteridad, y que pronto no me será ya posible fecundar flancos jóvenes, pues estaré deshecho por la tristeza y por los años? ¡Ay! ¡ay! ¡oh tú! si por mí experimentas el más leve sentimiento de piedad o afección, respóndeme, dime solamente si estás encinta o no, ¡te lo suplico por Alah sobre ti! ¡Y muera yo después!.
¡Respóndeme con toda tu rectitud!.
Respóndeme que está haciendo un soneto en la memoria para un amigo que se le ha pedido, y da en ser poeta, como si fuese oficio con quien no estuviese vinculada la necesidad del mundo.
¡Oh, respóndeme, no me atormentes con la duda! Dime, ¿por qué tus venerables huesos, ya sepultados, han roto su vestidura fúnebre? ¿Por qué el sepulcro donde te dimos urna pacífica te ha echado de sí, abriendo sus senos que cerraban pesados mármoles? ¿Cuál puede ser la causa de que tu difunto cuerpo, del todo armado, vuelva otra vez a ver los rayos pálidos de la luna, añadiendo a la noche horror? ¿Y que nosotros, ignorantes y débiles por naturaleza, padezcamos agitación espantosa con ideas que exceden a los alcances de nuestra razón? Di, ¿por qué es esto? ¿Por qué?, o ¿qué debemos hacer nosotros?.
Entonces, muy enfurecido el visir, le increpó: ¡Respóndeme, jorobado maldito, o te atravieso con este alfanje! Y entonces el jorobado, sin sacar del agujero la cabeza, contestó desde dentro: ¡Por Alah! ¡Oh jefe de los efrits, tenme compasión! Te juro que te he obedecido sin moverme de aquí en toda la noche.
DON JUAN Respóndeme tú primero,.
¿Es verdad esto? ¿sí o no? Respóndeme, hija mía, pero acordándote de que te has alabado hace un momento de ser llana y a la buena de Dios.
-Respóndeme con la franqueza y lealtad con que yo te hablo.
Respóndeme, amigo.
¡Sollozas! ¡No hablas! Respóndeme.
Hasme parecido bien: si me quieres por esposa, a ti está, respóndeme presto, y si eres discreto, quédate y verás qué vida nos damos.
Respóndeme, pues, continuó Sócrates: ¿qué es lo que hace que el cuerpo esté viviente?.

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