Ejemplos con rencores

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Es preciso terminar con los odios y rencores que por culpa de otras generaciones y también por egoísmos de la generación de hoy, han prevalecido hasta hoy.
Oliver barret es un gran deportista y estudiante universitario,con grandes problemas de desapego a su padre motivado a los sentimientos de inferioridad que este le inspira,su vida cambia y se llena de sentido cuando conoce a Jennifer Cavalleri, una extrovetida e interesante estudiante de música que llega a su vida para llenarla de alegría, y hermosos mensajes que lo llevan a la felicidad, desgraciadamente luego de que su amor supera las más duras pruebas ella es victima de una terrible enfermedad por la cual muere, dejando a oliver devastado pero a la ves convertido en una mejor persona sin miedos ni rencores.
Al parecer, las cosas han cambiado mucho pero la memoria atesora los rencores.
Hasta el mismo Don Roberto Gómez Bolaños, por años, se negó a revelar lo que contenía dichosa bolsita, pero al final se decidió a hablar y mencionó que la bolsa trae los posibles rencores y venenos, y los guardo muy bien para que no se escapen, y para que no haya rencor ni veneno en mis libretos.
No obstante, aquellos que habían esperado la llegada de un gran héroe, principalmente los sacerdotes, albergaron los primeron prejuicios y rencores contra la magia.
Recordadme por lo que me queráis y no quiero que aniden en vosotros ni rencores ni odios, ni remotamente venganza alguna.
La obra dibuja con trazo seguro el retrato de cada uno de los personajes, con sus dobleces y sus frustraciones, los rencores y las pequeñas miserias que cada uno guarda en su interior y que le hacen ser cruel con los demás sin que nunca llegue a notarse, como una corriente subterránea bajo una superficie tersa como un espejo.
¿Cómo se gestaron rencores tan hondos y separaciones del todo insalvables, a pesar de haberme dedicado en cuerpo y alma a conseguir todo lo contrario? , esta reflexión la hace la protagonista de esta novela: Julia Bartolini, una aristócrata mujer de setenta y cinco años, que está a punto de morir.
Es sólo hasta el final de la historia que el largo proceso de intrigas, mentiras y rencores queda atrás, para dar paso a la felicidad que tanto ha costado a Alejandro y María Emilia.
Comportándose con prudencia y tacto, supo ganarse también a los oficiales, y se evitó celos y rencores, deleitando por un tiempo a su rival Mario con su celo y entusiasmo.
Aunque no es que sean amigos, aparentemente ya no le guarda rencores a Harry.
Las incipientes competiciones que se empezaban a disputar ayudó al convencimiento de crear un organismo superior a los clubes, que evitara rencores y organizara las competiciones con responsabilidad.
Giulio y el Cardenal Ippolito, hermanos de Alfonso I, estaban divididos debido a rencores de larga duración.
Don Gonzalo es mero instrumento y juguete de la omnipotente voluntad y de las negras tramas de Patricio, que le maneja como blanda cera, y explota sus rencores contra don Román por el desaire de las bodas.
¡Las cosas que podrían hacer juntos los alemanes y ellos, si olvidaban los rencores del pasado! Los oyentes germanos ya no reían.
Prusia ha retrogradado a la barbarie creando para su uso personal un segundo Jehová, una divinidad hostil a la mayor parte del género humano, que hace suyos los rencores y las ambiciones del pueblo alemán.
Iba ésta aumentando de día en día merced a los correveidiles que, en ocasiones análogas, no cesan de sembrar envidias y rencores.
Pablito, en quien germinaban los rencores de su padre, le dijo a su amigo al pasar frente a la aborrecida tertulia:.
Cuando se arrojó a decírselo a su tío, no le sonó mal al marino el nombre de ingeniero, pero el calificativo de industrial volvió a despertar en su espíritu la misma tempestad de odios y rencores que le había producido la cerveza.
Además, don Mateo, elemento conciliador por excelencia, formaba gran empeño en destruir todas las malquerencias y rencores que en el pueblo existiesen.
Entonces es que Martí, desmadejado el cabello, los ojos fúlgidos y relampagueantes, el pecho henchido de orgullo, enardecido, arrebatado, impaciente por el sacrificio e inquieto por la emulación, invita a la carga a su ayudante Ángel la Guardiaaquel fiero aguilucho caído en Victoria de las Tunas, aviva con las espuelas su noble bruto, y gozoso como un niño que ha crecido un palmo, y como si hubiera alcanzado a ver, reducido a la pequeñez de un montón de carne humana, todo el Gobierno de rencores, de insultos, de envidias, de mezquindades, de ambiciones, de la oligarquía esquilmadora que le vejaba su tierra, se echa sobre los rifles enemigos y cae acribillado a balazos, con la limpieza y majestad de un Dios, del brazo de la muerte que es inmortal, y coronado por la fulgente claridad del martirio y de la gloria.
No los llamaba para convidarlos a la deserción, no, les advertía el noble propósito de la lucha, y antes de comenzarla, él, el más débil, el que solo contaba con su esfuerzo, el que bien se daba cuenta de lo áspera y difícil que iba a resultar, en el momento en que el encono es más natural en el espíritu del hombre, proclamaba un ideal de fraternidad para con el adversario y de antemano quería asegurar para un mañana más o menos incierto, pero en el cual él tenía mucha fe, un programa de perdón, de ausencia total de rencores, de olvido de la lucha misma.
Era la sumisión de los hombres de Iglesia, acostumbrados desde el Seminario a una humildad aparente que encubre rencores y odios de una intensidad no conocida en la vida vulgar.
Mas era hombre capaz en sus rencores de comprender y practicar aquella venganza de los chinos, que consiste en ahorcarse a la puerta de su adversario para atraer sobre él la cólera celeste y el odio de los ciudadanos, lleno, pues, de saña, rechazó con altivez la oferta, y creyendo alcanzar por sus propias fuerzas lo que de grado no le habían querido dar, alistóse de nuevo entre sus antiguos amigos los revolucionarios aún no resellados, que capitaneaba a la sazón el excelentísimo Martínez y prometían formar una oposición formidable el día en que se decidieran a reconocer la monarquía de Alfonso XII.
El desengaño había sido cruel, y tornábase de nuevo angustiosa la situación de Jacobo al ver hundirse todas sus ilusiones, dejando tan sólo en su ánimo zozobras y rencores terribles que encendían en su corazón, contra la marquesa de Villasis y el padre Cifuentes, la rabia implacable que siente el perverso contra todo aquel en quien se ve forzado a reconocer el derecho de despreciarle.
¡Qué amable, qué simpática me parecía la unión de todos estos escritores, algunos contrarios en ideas políticas, todos amigos sinceros en literatura y en arte! Así debía ser, así me imaginé siempre la república literaria, sin odios, sin envidias, sin rencores.
Y sí se hace, pero por debajo cuerda, a la calladita, de modo vergonzante, sin riesgos ni peligros, sin temor de verse derrotados y blanco de odios, rencores y venganzas.
Pero en medio de esta rara inmovilidad, secreta y silenciosa como la sorda y lenta labor de la polilla, una guerra sin treguas ni victorias, una guerra de pasiones bajas, rastreras y mezquinas, ruines y dolosas, en que todo bicho viviente toma participación, los unos capitaneados por la envidia, los otros acaudillados por la codicia, todos azuzados por la murmuración y aguijoneados por la maledicencia de los que se dicen ajenos a toda rencilla y enemigos de chismes y rencores.
Yo he tenido celos horribles, yo he tenido rencores ardientes, sin embargo, toda esta maleza va cayendo bajo el hacha de la razón Razón y nada más que razón.
Las ideas no entran en juego, sino solamente las personas, y en el terreno más mezquino: rencores, odios, rencillas, lucro miserable, vanidad microbiológica.

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