Ejemplos con quédense

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Quédense aquí, Mai se encargará del intercambio de rehenes, así no podrás arruinarlo.
¡Entrega pues a sus hijos al hambre, abandónalos a merced dela espada! ¡Quédense sus mujeres sin hijos y sin maridos! ¡Mueran de peste sus hombres y sus jóvenes atravesados por la espada en la guerra! ¡Óiganse salir gemidos de sus casas cuando de improviso mandes tú contra ellos hordas de saqueadores!.
Quédense para otro día las muchas cosas que aún tiene que contarle su muy atento servidor y agradecido amigo -.
No más, no más: quédense para mañana otros secreticos que aún guarda para ti tu amante amiga -.
Adelante: soy hombre, no creo en duendes, quédense los versitos para barberos y estudiantes.
Quédense ustedes a comer con nosotros.
Bien está todo eso replicó don Quijote, pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que sin culpa le habéis dado, que si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagastes, vos le habéis rompido el de su cuerpo, y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habéis sacado, ansí que, por esta parte, no os debe nada.
¿Quién pudiera imaginar que don Fernando, caballero ilustre, discreto, obligado de mis servicios, poderoso para alcanzar lo que el deseo amoroso le pidiese dondequiera que le ocupase, se había de enconar, como suele decirse, en tomarme a mí una sola oveja, que aún no poseía? Pero quédense estas consideraciones aparte, como inútiles y sin provecho, y añudemos el roto hilo de mi desdichada historia.
Quédense en esta caballeriza las alas de la hormiga, que me levantaron en el aire para que me comiesen vencejos y otros pájaros, y volvámonos a andar por el suelo con pie llano, que, si no le adornaren zapatos picados de cordobán, no le faltarán alpargatas toscas de cuerda.
Quédense las sectas distintas para los que se aborrecen.
Pero amigas, quédense ustedes con Dios, que en tan sabrosa plática se me ha pasado la tarde en un decir Pipí, el sol va buscando su nido, que tiene hecho de espumas en el fondo del mar.
procede, quédense a una parte.
, de nosotros, ¿entiendes?, de nosotros, ¡de lo único que me interesa en el mundo! Quédense sus miserias y sus pompas para las almas piadosas y las cabezas vacías.
—Quédense atrá, y si quiee voltearse, échenle rejo pa evitá que me coja.
¡Quédense o el vacío los devorará!.
Quédense las agorerías para otro menos mañero y descreído que vos, Mendo Jiménez.
Entretanto, vuelvan los caballos a la caballeriza y quédense los coches donde están y sin variar de posición, hasta que venga de España la solución del problema.
Quédense los coches como están, y vamos donde el virrey para que él decida el caso.
y quédense estas puertas abiertas para que se vaya inundando de la gracia de Dios toda la casa.
Quédense para otro día las muchas cosas que aún tiene que contarle su muy atento servidor y agradecido amigo -Centurión.
Y quédense para mañana los negocios de hoy, y vengan atropellos y lluevan calamidades, en la seguridad de que nadie protestará, «porque somos sufridos, pero mu sufridos», y nuestro ejército no es como el inglés que necesita comer y beber bien.
Como no nos espanten, y si mi marido gusta, quédense en buen hora.
¡Ay, señores! Quédense acá los pobres diablos, pues han traído la cena, que sería poca cortesía dejarlos ir muertos de hambre, y parecen diablos muy honrados y muy hombres de bien.
Señor sacristán Reponce, no es éste tiempo de danzar, dése orden en cenar y en las demás cosas, y quédense las danzas para mejor coyuntura.
-Síganme doce caballeros y los demás quédense en la muralla -y con una celeridad increíble en sus años, corrió al sitio del combate acompañado de los doce.
Quédense, pues, las cosas como están, sin dar ociosamente otro cuarto al pregonero, vuélvase cada mochuelo a su olivo antes con antes, en paz y en gracia de Dios y como si nada hubiera pasado, porque no sería racional otra cosa, ni conveniente perder yo las amistades con este buen sujeto, y por de pronto, alabemos a la Providencia divina, que ha cuidado de que en este desastre no se haya perdido todo para mí ni para los pajaritos de mi casa, que no viven del aire.
Pero si no tienen noticias detalladas de lo uno ni de lo otro, quédense en mi ignorancia, pues estos detalles son más fuertes que mí voluntad, y aunque los conozco, tengo que callarlos.
Quédense por ahora con sus ilusiones los que creen que si los protestantes, los moros y los judíos no han llenado a España de fábricas, de bosques y de jardines ha sido porque se les ha negado el permiso para edificar capillas, mezquitas y sinagogas en las cuales adoren a Dios, según sus respectivas fórmulas, esos señores de quienes tanto se espera, y vamos, sin más preámbulos, al asunto de que quiero ocuparme hoy.
Pasemos también por eso, y quédense las cosas donde y como tú quieres ponerlas.

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