Ejemplos con prudentes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Al ir a tomar posesión de la nueva propiedad, los vecinos más prudentes le habían dado buenos consejos.
Y se repite el tumulto, y la cosa se pone seria, y los prudentes desaparecen, y el presidente, enronquecido ya, sube sobre la mesa y logra hacerse oír breves momentos.
¡Enamorado! ¡enamorado como tú! , dijo con acento de burla en el cerebro de Ferragut la voz de los consejos prudentes.
Te ruego me oigas, poderoso hijo de SATURNO, que conmueves el Olimpo al fruncir tu ceño terrible, y vosotros, prudentes y venerandos dioses que presidís y gobernáis a los hombres, no toméis a mal mis palabras, siempre sometidas a la voluntad del donante.
Aquello parecía una encerrona: había que ser prudentes.
Y miró a las dos mujeres, como invitándolas a que presenciasen el gran vapuleo que iba a dar al impío ¿Qué tenía que decir de los jesuítas? Eran unos sacerdotes sabios, prudentes y buenos, que se sacrificaban por dirigir a las gentes hacia la virtud.
¡Parecía imposible que un vizcaíno hiciese tal pregunta! ¿Qué tiempos habían de ser? Los del Señorío, cuando Vizcaya era independiente y estaba gobernada por los prudentes y valerosos, cuando la mala peste del no había aún invadido la santa tierra del árbol de Guernica, cuando los vascos en Padura, en Gordexola y en Otxandino hacían morder el polvo a los españoles, del mismo modo que siglos después, en nuestra época, sus descendientes habían derrotado a los y los de pantalones rojos que enviaba España para acabar con los últimos restos de sus libertades.
La esposa debe escogerse después de la oración, de la meditación, del examen atento, y especialmente, ¡fíjate bien en esto, criatura!, después del consejo maduro y reiterado de vuestros amigos prudentes, de vuestros maestros, y sobre todo, de vuestro director espiritual.
Gabriel reconocía la verdad de estos consejos prudentes.
Y se dedicó a sermonear a los pequeños para que fuesen prudentes.
Pero ni la incertidumbre de nuevas desdichas en la madre patria, ni los mil chismes que por la patria adoptiva corrían, lograron apartar la conversación general de la novelesca historia de la cadina, cuya apócrifa babucha habían contemplado todos, después de algunas prudentes precauciones que, para la mise en scène, juzgo indispensable el tío Frasquito.
Diez minutos después volvió a levantarse y pidió la berlina, fuese derecho a Fornos, después al Casino, luego al Veloz, recibiendo por todas partes enhorabuenas e interpelaciones acerca del suceso que todo Madrid comentaba, hacía con grandes reserva y disimulo, al oído de cuantos amigos prudentes se iba encontrando, cierta pregunta misteriosa.
¡Qué rayo de luz hubiera sido aquel lamento del niño para una de esas madres santas y prudentes que estudian y dirigen hasta el más ligero latido del corazón de sus hijos! En él aparecía revelado un noble pundonor, que iba ya camino del orgullo, y una precoz propensión a la venganza, que espera oculta y paciente la hora de devolver desaire por desaire y ofensa por ofensa.
Atravesó rápidamente la calle del Arenal, entró por la de las Fuentes, y dando un gran rodeo por detrás del ministerio de la Gobernación, llegó al fin a la calle de Carretas y depositó por su propia mano en el buzón de la casa de Correos la carta misteriosa Si aquella mujer era una criminal, era, sin duda, de aquellos criminales avezados y prudentes que miran siempre en todo cómplice un camino peligroso que va a parar en presidio.
Y andando, andando, y partiendo los unos de un principio falso y los otros de una verdad santa, llegan todos de la exageración al engaño, y pasan luego a la demencia, pareciéndoles a aquellos que pueden servir de guía a la juventud las crudezas de Zola, y creyendo estos que no conviene enseñar a los niños el Credo y los Artículos de la Fe sin introducir algunas prudentes modificaciones, de que yo pudiera citarle algún ridículo ejemplo.
Paco eran casi tan avisados y prudentes como Ulises, a quien la propia Minerva, descendiendo del Olimpo, inspiraba la más severa justicia distributiva para repartir pedazos de buey asado en los banquetes a los héroes de la , o ya porque repartir _turrón_es más arduo que repartir , o ya porque los electores de España son más descontentadizos que los semi-dioses y guerreros aqueos, ello es que el disgusto cundía y que había mar de fondo hasta en la misma capital del distrito.
De aquí que se tengan por las personas más prudentes, más razonables, más ingeniosas y más sabias de la tierra.
Sin duda obedecía prudentes consejos de su confesor el buen P.
Su corazón no era depravado sino en lo tocante a préstamos, era como los que tienen un vicio, que fuera de él, y cuando no están atacados de fiebre, son razonables, prudentes y discretos.
Cuatro dias faltaban para llegarse aquel en el cual los padres de Ricaredo querian que su hijo inclinase el cuello al yugo santo del matrimonio, teniéndose por prudentes y dichosísimos de haber escogido a su prisionera por su hija, teniendo en mas la dote de sus virtudes que la mucha riqueza que con la escocesa se les ofrecia: las galas estaban ya a punto, los parientes y los amigos convidados, y no faltaba otra cosa sino hacer a la reina sabedora de aquel concierto, porque sin su voluntad y consentimiento entre los de ilustre sangre no se efectúa casamiento alguno, pero no dudaron de la licencia, y así se detuvieron en pedirla.
Con estas prudentes razones consoló su padre a Leocadia, y abrazándola de nuevo su madre, procuró tambien consolarla: ella gimió y lloró de nuevo, y se redujo a cubrir la cabeza, como dicen, y a vivir recogidamente debajo del amparo de sus padres, con vestido tan honesto como pobre.
Muy bien dices, Berganza, porque yo he oido decir desa bendita gente, que para repúblicos del mundo no los hay tan prudentes en todo él, y para guiadores y adalides del camino del cielo, pocos les llegan: son espejos donde se mira la honestidad, la católica doctrina, la singular prudencia, y finalmente la humildad profunda, basa sobre quien se levanta todo el edificio de la bienaventuranza.
Finalmente, ella es mala gente, y aunque muchos y muy prudentes jueces han salido contra ellos, no por eso se enmiendan.
Pues, señor doctor Pedro Recio de Mal Agüero, natural de Tirteafuera, lugar que está a la derecha mano como vamos de Caracuel a Almodóvar del Campo, graduado en Osuna, quíteseme luego delante, si no, voto al sol que tome un garrote y que a garrotazos, comenzando por él, no me ha de quedar médico en toda la ínsula, a lo menos de aquellos que yo entienda que son ignorantes, que a los médicos sabios, prudentes y discretos los pondré sobre mi cabeza y los honraré como a personas divinas.
Cuando el valiente huye, la superchería está descubierta, y es de varones prudentes guardarse para mejor ocasión.
Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas, y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas: la primera, por defender la fe católica, la segunda, por defender su vida, que es de ley natural y divina, la tercera, en defensa de su honra, de su familia y hacienda, la cuarta, en servicio de su rey, en la guerra justa, y si le quisiéremos añadir la quinta, que se puede contar por segunda, es en defensa de su patria.
Y que el de casarse los enamorados era el fin de más excelencia, advirtiendo que el mayor contrario que el amor tiene es la hambre y la continua necesidad, porque el amor es todo alegría, regocijo y contento, y más cuando el amante está en posesión de la cosa amada, contra quien son enemigos opuestos y declarados la necesidad y la pobreza, y que todo esto decía con intención de que se dejase el señor Basilio de ejercitar las habilidades que sabe, que, aunque le daban fama, no le daban dineros, y que atendiese a granjear hacienda por medios lícitos e industriosos, que nunca faltan a los prudentes y aplicados.
Si el poeta fuere casto en sus costumbres, lo será también en sus versos, la pluma es lengua del alma: cuales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales serán sus escritos, y cuando los reyes y príncipes veen la milagrosa ciencia de la poesía en sujetos prudentes, virtuosos y graves, los honran, los estiman y los enriquecen, y aun los coronan con las hojas del árbol a quien no ofende el rayo, como en señal que no han de ser ofendidos de nadie los que con tales coronas veen honrados y adornadas sus sienes.
Acuérdome que un día dije a uno destos pertinaces: Decidme, ¿no os acordáis que ha pocos años que se representaron en España tres tragedias que compuso un famoso poeta destos reinos, las cuales fueron tales, que admiraron, alegraron y suspendieron a todos cuantos las oyeron, así simples como prudentes, así del vulgo como de los escogidos, y dieron más dineros a los representantes ellas tres solas que treinta de las mejores que después acá se han hecho? Sin duda respondió el autor que digo, que debe de decir vuestra merced por La Isabela, La Filis y La Alejandra.
Y para hacer la experiencia de si correspondían a mi estimación, las he comunicado con hombres apasionados desta leyenda, dotos y discretos, y con otros ignorantes, que sólo atienden al gusto de oír disparates, y de todos he hallado una agradable aprobación, pero, con todo esto, no he proseguido adelante, así por parecerme que hago cosa ajena de mi profesión, como por ver que es más el número de los simples que de los prudentes, y que, puesto que es mejor ser loado de los pocos sabios que burlado de los muchos necios, no quiero sujetarme al confuso juicio del desvanecido vulgo, a quien por la mayor parte toca leer semejantes libros.

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