Ejemplos con podencos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Fernando y le dijo gozoso: Por milagro de Dios nos hemos librado de la canalla, señor mío, y para mayor seguridad, si hemos de pasar el día en estos arrabales, no será malo que demos al bueno de Zubiri una de las medias onzas que destinábamos a los podencos del absolutismo.
no levantaban una pieza los buenos podencos de la Superintendencia, sin que Jenara y yo dijéramos: él es.
Diego iba todo de estezado, con botas y espuelas, y en la mano llevaba el látigo con que castigaba al caballo y a los podencos de una jauría numerosa que tenía para cazar.
Nos custodian las fronteras veinte y cinco mil podencos.
-Mentecatos, podencos, ¿acaso la paz y tratado de Presburgo es paja? Prusia quedó aliada de Francia, perdiendo Austria el apoyo de su hermana.
Llegábase donde estaba el perro, y, mirándole muy bien de hito en hito, y sin querer ni atreverse a descargar la piedra, decía: Este es podenco: ¡guarda! En efeto, todos cuantos perros topaba, aunque fuesen alanos, o gozques, decía que eran podencos, y así, no soltó más el canto.
Y, por último, la jauría de perros de caza se conservó, hasta que pachones, podencos y galgos, fueron todos sucumbiendo al peso de la edad, siendo ejemplo muchos de longevidad perruna.
Era el más hermoso y grande de sus podencos, que lleno de buen deseo, circunspección y prudencia, le había seguido silencioso, a fin de no espantar la caza, y sin recelar que espantara a su amo.
El doctor tuvo, pues, la precaución de acudir a la vieja tendera, que le quería bien, a pesar de la mala pasada que hicieron los podencos, comiéndose el reparo de bizcochos con vino y canela, y la tendera, rica y generosa, le hizo el insigne favor de cambiarle los mil y novecientos reales en dobloncillos de dos y cuatro duros.
Y los viejos podencos, galgos y pachones, acababan a veces de cerrar el círculo y completar la tertulia, sentados sobre los cuartos traseros en torno del hogar.
La gente de casa acudió tarde para evitar que este reparo pasase al cuerpo de los podencos, mas no acudió tarde para contemplar a la excelente matrona en una inusitada y vergonzosa desnudez.
La fragancia atrajo a los podencos en ocasión que la tendera se hallaba sola en su alcoba.
Las travesuras de los podencos, no obstante, más eran solemnizadas con risa que refrenadas con dureza.
Los podencos de López de Mendoza se hicieron, por consiguiente, famosos en todo el lugar por sus latrocinios e inesperados asaltos.
Los podencos son golosos y ladrones siempre, y más aún cuando están a media ración o a menos de media ración.
En esto de los perros, y sobre todo en los podencos era donde más había resplandecido el afecto de los bermejinos a los López de Mendoza.
En este género de animales ay muchos perros, porque ay galgos, lebreles, alanos, bracos, perdigueros, mastines, perros de falda que entretienen las damas, podencos y sabuessos.
Fernando y le dijo gozoso: «Por milagro de Dios nos hemos librado de la canalla, señor mío, y para mayor seguridad, si hemos de pasar el día en estos arrabales, no será malo que demos al bueno de Zubiri una de las medias onzas que destinábamos a los podencos del absolutismo.
En torno del hogar, casi en tertulia con los amos, vienen á colocarse los galgos y los podencos.
La jauría de sus podencos y lebreles y sus monteros se acercaban ya.
Sonó el lamento doloroso de algún busca destripado, y a la loca algarabía de los podencos se unió pronto el ronco ladrar de los alanos.
Seguían con los caballos, en silencio, guiándose por el ladrar y el latir de los podencos, y cada vez complicábasele más a José de San José su conflicto de.
Y aquella tarde, después de haber limpiado por sí propio sus polainas, su jaca torda, su escopeta y sus podencos, partió hacia Los Cimbrales.
Luego, comprendiendo que ni con podencos ni con nada pudiese deslumbrar a aquel magnate, le odió.
Primero pensó regalarle al duque dos excelentísimos podencos que tenía, congraciarse así con él y cortarle su influencia a Mataburros.
Se entiende que estas circunstancias sólo corresponden al verdadero cazador, al cazador de batida, de ninguna manera al cazador de Madrid, que equipado de los pies a la cabeza de instrumentos de caza, seguido de dos podencos y dos galgos, sale al amanecer del domingo por la puerta de Atocha, con su hermosa escopeta debajo del brazo y su gorra de visera reluciente, asusta a los gorriones de la pradera del Canal y se vuelve molido y sudado al anochecer, después de haber tenido que comprar algún conejo y una caña de alondras para.

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