Ejemplos con pellizcos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

, libros como el Kamasutra debatieron lo que más tarde sería conocido como sadismo y masoquismo, reconociendo que los pellizcos, las mordeduras y la flagelación de partes eróticas del cuerpo eran alentadas, siempre y cuando fueran realizados con consenso.
Hay diferentes tipos de conductas suicidas en un sentido estricto, como los daños físicos provocados por cortes, sangrados, pellizcos, quemaduras y otros métodos.
Su madre lo saca de ese lugar a pellizcos y lo lleva hasta su casa, donde cae enfermo, consumido por una fiebre que lo conduce al delirio.
¿Tendría sueño por ventura? Elena se mostró indignadísima ante aquella superchería y para castigarla le dio unos cuantos pellizcos y le tiró del bigote con refinada crueldad.
Primeramente, al abandonar su brazo, le soltó dos buenos pellizcos retorcidos, y luego, junto a la salida, una bofetada sonora: Para que me molestes otra vez.
Y le descargó sobre los brazos una granizada de pellizcos.
Bruno se hallaba, mas ni los clamores de las hembras ni los pellizcos y empujones con que acentuaban su enojo movieron al emisario a mayor claridad, y se fue presuroso, dejándolas en la mejor disposición para pasar toda la noche de claro en claro.
Profesábanse gran cariño las dos hermanas, pero esto no impedía que algunas veces Amparo esgrimiese su carácter burlón contra Concha y ésta sacase a luz su impetuosidad iracunda, conflictos que terminaban siempre yendo la pequeña en busca de la mamá, llorando, con la mejilla roja de un bofetón o un par de pellizcos en los brazos.
Esto de que le mirasen como un pájaro raro no estaba en su carácter, pero tenía miedo a Manolita y a los iracundos pellizcos con que acogía sus desobediencias.
Por un lado, la mamá con sus sofoquinas y pellizcos, ordenándole que rompiese las relaciones con el hijo de Cuadros, por ser una proporción desventajosa y denigrante para la familia, y por otro, el tal señorito acosándola, enviando carta tras carta, unas veces en prosa y otras en verso, pero siempre repitiendo lo del corazón de hielo, pérfida, cruel, etc.
Frasquita, espantada de tales improperios y aturdida por la estúpida pasividad de su esposo, dudó un momento entre arañar al infiel o agarrarse con la desvergonzada manceba, por fin, temerosa de que ésta la maltratase, se arrancó contra el estanquero, y a pellizcos y tirones de pelos, le levantó del suelo, vociferando:.
En esto ha tanta monería, que parecías un perrito falderodijo, y salió lentamente por el pasillo, mientras Frasquita, temblona de pura rabia, continuaba dando a don Quintín pechugones, arañazos, pellizcos, tirones de pelo y, lo que era peor, dirigiéndole un interrogatorio, cuya entonación y preguntas auguraban la más espantable venganza.
Doña Lupe discutía con ella violentamente, argumentando con crueles pellizcos, y añadiendo que estaba autorizada por la madre para descuartizarla si preciso era.
Doña Lupe lo sospechó así, y mientras Fortunata se le llevaba otra vez a su cuarto, procurando calmarle, la señora cogió a la chiquilla por su cuenta, y con la persuasión de tres o cuatro pellizcos, hízole confesar que ella era culpable de lo ocurrido.
Estaba el hombre que no sabía lo que le pasaba, creía soñar se daba pellizcos a ver si estaba despierto, anduvo algún tiempo por la calle como un insensato se reía solo le dieron ganas de comprar un revólver para ponerse a disparar tiros al aire ¡Ah!, lo que debía hacer era meterle un par de balas en el cuerpo a doña Lupe sí, por mala, por tacaña Pero no, no, perdonar a todo el mundo La vida es hermosa, y gobernar un pedazo de país es el mayor de los deleites.
Gracias a todas estas vicisitudes, socaliñas y pellizcos, la casa de Ulloa, a pesar de poseer dos o tres decentes núcleos de renta, estaba enmarañada y desangrada, era lo que presumía Julián: una ruina.
con las niñas en el tejado, y las carreras y pellizcos, y el bailoteo de D.
Paco las había de llevar a las Cortes, porque tenían gran curiosidad, sed devoradora de ver tan bonito espectáculo, gruñó el pobre preceptor, chillaron ellas, se aferró él al programa que le trazara su ama, rebeláronse las chicas, negándose a ir a la muralla, y luego le acribillaron a pellizcos y alfilerazos.
Malayerba, dándole el cargo de escanciadora mayor, que desempeña entre pellizcos y requiebros.
Manuel Godoy, llevado en vergonzosa procesión entre feroces risas y torpes dicharachos, sin morir, porque no matan los arañazos y pellizcos.
También Mariminguilla tenía en sus brazos señales evidentes del alborozo Fernandista, pues se redoblaron los pellizcos.
¡Ea, ministros de esta casa, altos y bajos, grandes y chicos, acudid unos tras otros y sellad el rostro de Sancho con veinte y cuatro mamonas, y doce pellizcos y seis alfilerazos en brazos y lomos, que en esta ceremonia consiste la salud de Altisidora!.
Bueno sería que tras pellizcos, mamonas y alfilerazos viniesen ahora los azotes.
Encantan a Dulcinea, y azótanme para que se desencante, muérese Altisidora de males que Dios quiso darle, y hanla de resucitar hacerme a mí veinte y cuatro mamonas, y acribarme el cuerpo a alfilerazos y acardenalarme los brazos a pellizcos.
En verdad, señor, que soy el más desgraciado médico que se debe de hallar en el mundo, en el cual hay físicos que, con matar al enfermo que curan, quieren ser pagados de su trabajo, que no es otro sino firmar una cedulilla de algunas medicinas, que no las hace él, sino el boticario, y cátalo cantusado, y a mí, que la salud ajena me cuesta gotas de sangre, mamonas, pellizcos, alfilerazos y azotes, no me dan un ardite.
Duerme, Sancho amigo respondió don Quijote, si es que te dan lugar los alfilerazos y pellizcos recebidos, y las mamonas hechas.
Pero estas negligencias se repetían tan a menudo, servían tan poco ya las miradas, que le fue preciso al marido recurrir a los pellizcos y a los pisotones, y ya la señora, que a duras penas había podido hacerse superior hasta entonces a las persecuciones de su esposo, tenía la faz encendida y los ojos llorosos.
Hubiera querido ser temido, como ellos, a los que no osaban aproximarse mucho las mujeres por miedo a los audaces pellizcos, y, sobre todo, no inspirar lástima, no ser tenido como una momia santa, en cuyos oidos resbalaban las palabras ardientes sin causar mella.
Don Silvestre recordaba entonces que en su pueblo se honraban las mozas con sus pellizcos, que sólo el temor a las lenguas de las envidiosas le hacían economizarse en las empresas galantes, y lanzando un suspiro angustioso, abandonaba su puesto favorito y marchaba hacia su casa, preguntándose por los placeres de la corte y suspirando por el aire de su aldea.
Qué le sucede a Regla cuando vuelve a casa, y después de hallar en la cama a su hijo, y de verle temblar en su presencia, y de deducir de sus desatinadas respuestas parte de la catástrofe, llega a conocer el resto por los cascos del gabinete, por la vara olvidada en él y hasta por los quejidos de Adonis, puede el lector presumirlo, y también suponer, y no errará en el supuesto, que después de comparar a Merto con todos y cada uno de los demonios más conocidos, y de llamar sobre su cabeza todas las maldiciones imaginables, le contunde el cuerpo con la vara misma, que nunca trabajó tanto como aquel día, y le acribilla a pellizcos, y le jaspea la cara a bofetones, y le estira medio palmo las orejas, entre varazo y denuesto.

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