Ejemplos con padecí

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En México, pese a mis esfuerzos por elegir actores cuyo físico no evocara necesariamente a México, padecí una cierta pobreza en la mediocre calidad de las servilletas, por ejemplo: no pude mostrar más que una.
De chico tomé un golpe en una rodilla, y no sé si por el tratamiento del curandero, que me aplicó únicamente emplastos de harina y de vino, o por qué, el caso es que padecí, durante bastante tiempo, una artritis muy larga y dolorosa.
La conocí tierna y amante, la padecí poseída de celos absurdos y de locas envidias.
Lo que yo padecí fue como un terremoto que cuarteó mi cerebro.
Nunca tuve ni padecí travesía tan mala y tediosa.
Padecí también furor de homicidio, y por poco mato a mi tía y a Papitos.
Se esforzaba en calmar mi agitación, y desde aquella noche hasta el fin de la enfermedad que padecí no se apartó de mi lado ni un momento.
¡Cuán difícil me es pintar lo que pasó dentro de mí aquella noche! Si alguien ha visto la muerte delante de sí y ha abofeteado sin respeto ni pavor la imagen del tránsito terrible, para echarse después llorando en sus brazos y decirle: Vamos, vamos de una vez , comprenderá lo que yo padecí.
En las mil alternativas y vicisitudes de mi vida, bajé, subí, caí y levanteme, creí tocar con mis manos fatigadas el fondo de aquel mar de la borrascosa desventura, donde transcurrió mi niñez, y fuerzas ignoradas me sacaron de nuevo a la superficie, luché y padecí, deseé la muerte y amé la vida, grandes vaivenes y sacudidas experimenté, pero cuando subía, y bajaba, y luchaba, y vivía, y moría, jamás dejé de percibir aquella luz, encendida ante la desgracia, lejana estrella a quien consideraba como expresión de lo divino y sobrenatural que hay en la existencia.
¡Con cuánto placer le despreciaba! Yo no podía consentir que usted me tratara como igual, y aquel día, después que usted desapareció, padecí de un modo horrible.
Como Catón, cuando se desgarraba el vientre con las uñas, padecí horriblemente al decirle:.
Fue tanto lo que aquí padecí en la oración, que con tenerle yo a mi padre el mayor amor que pienso cabe en lo natural, y saber que estaba sin esperanza de la vida, y que en faltando me faltaba todo en lo humano, y que él repetía muchas veces: “Hija de mi alma, que entendí tener el consuelo de morir en tus brazos”, y ya casi sin aliento me escrebía que pidiera a Dios su salvación, cuando apenas podía formar ya las letras.
En este tiempo padecí otra pena horrible, que fue de parecerme que hacía los más horrorosos pecados del mundo, y tales que ahora veo, que sólo la astucia del enemigo podía, con permisión de Dios, por mis culpas, poner apariencias de tales, y turbar y oscurecer la razón, de modo que era como traerme en una rueda de navajas, vendados los ojos, sin que a ningún lado tuviera descanso.
Padecí en este tiempo una grande contradicción, porque mis padres sentían mucho el que anduviera mal vestida y me tratara con tanto desprecio.
Y lo que va a leerse a continuación hará ver que tampoco fue una sola la distracción que padecí antes de subir las escaleras de la izquierda, en el Palacio Ducal.
En mis verdes años padecí, como tantos, ese sarampión de las letras, que consiste en la fiebre del criticismo impertinente.
Padecí mucho cuando se me presentó Irene, cuya vista renovó en mí las turbaciones pasadas, pero ya entonces tenía yo en mi espíritu fuerza poderosa con que ocultarlas.
Y no porque en ellas entre ni un adarme de ingrediente maravilloso, ni tenga el artificio más parte que la necesaria para presentar agradable y bien ataviada la verdad, sino porque esta, haciéndose tan juguetona como la loca de la casa, dispuso una serie de acontecimientos aparentemente contrarios a las propias leyes de ella, de la misma verdad, con lo que padecí nuevas confusiones.
¡Qué tormento padecí por no recordar el nombre de aquel pie mío! Cuando la luz del día vino a mezclarse, entrando por las rendijas, con la luz amarillenta de las hachas, despertó Perico, abrió la boca, bostezó en gallego y sacando una bolsa verde de posadero se puso a contar dinero sobre el lecho mortuorio.
¡Con cuánto placer le despreciaba! Yo no podía consentir que usted me tratara como igual, y aquel día, después que usted desapareció, padecí de un modo horrible.
Pensé y padecí.
Furibundos golpes, como de grandes peñas que hirieran los peldaños, me recordaron la sugestión morbosa que padecí una noche transitando por la calle del Arenal y Puerta del Sol.
Me enamoré de ella, y padecí la efusión estética, un mal terrible, Manolo, un mal que consiste en adorar lo que suponemos privado de existencia real, un mal que es amor y miedo.
Nunca tuve ni padecí travesía tan mala y tediosa.
Aquí donde usted me ve, yo, en mis quince y en mis veinte, tuve, mejor diré, padecí, ese bello ideal, y.
Lo que padecí en largos meses, después de aquella fecha, sólo Dios puede saberlo.
Esto que padecí se llama efusión estética.
-¿Y esas paparruchas de comedia quieres tú que las llevemos a la vida real? La curación de tu mujer podría costarme cara, y no estoy yo en disposición de prestarme a esos fingimientos ridículos y peligrosos, después de lo que padecí con su deslealtad y tu atrevimiento, pues tú no ignorabas que Aura era mía, y con tu obstinación, ayudada de malas artes, la engañaste y la hiciste tuya.
Es imposible que entre tantos suplicios imaginados haya uno solo comparable al que yo padecí en aquel terrible instante.
Perdonadme, señor, por lo mucho que padecí entonces y por lo arrepentido que me veis ahora.

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